Rafael Aguirre analiza cómo fue la visita del Papa a España. / Unai Izquierdo | Pablo Bermúdez
ANUARIO 2011 | RELIGIÓN

Un reservado Benedicto XVI enfervorizó a millones de jóvenes

La tercera visita del papa a España permitió que la Iglesia hiciera una demostración de fuerza

MADRID Actualizado: Guardar
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La Iglesia aprovechó la presencia de Benedicto XVI en España para hacer una exhibición de fuerza. El Papa llegó en pleno agosto a un país devastado por el paro y la desmoralización, y con un Rodríguez Zapatero convertido en un cadáver político a causa de la crisis. Joseph Ratzinger eligió Madrid para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se celebró del 16 al 21 de agosto, porque veía en España el paradigma de una secularización rampante. Persuadido de que Europa necesita una nueva evangelización, el pontífice vio en la patria de Teresa de Jesús un terreno idóneo para que los españoles volvieran la mirada a sus raíces cristianas. A ojos del Vaticano, España, de ser la reserva espiritual de Occidente, se ha convertido en pocas décadas en la nación del laicismo militante. El matrimonio homosexual, el divorcio exprés o la ampliación del aborto así lo atestiguan. Esa paganización se refleja en el crecimiento inusitado de ateos e indiferentes hacia las enseñanzas del Evangelio.

Si lo que pretendía Benedicto XVI era celebrar una apoteosis del catolicismo, lo consiguió plenamente. En la vigilia celebrada en la base aérea de Cuatro Vientos se congregaron dos millones de jóvenes que soportaron con entusiasmo un calor asfixiante que hizo que el termómetro rebasara los cuarenta grados.

La jerarquía eclesiástica, que afronta una sangría de vocaciones y un desapego hacia su doctrina moral, especialmente en lo que atañe a la sexualidad, pudo darse por satisfecha. Ratzinger obró el milagro e hizo posible la mayor concentración de fieles en toda la historia de España y la más numerosa en los seis años pontificado del papa alemán.

A tres meses de las elecciones generales, el papa evitó el enfrentamiento directo con un Gobierno tachado a menudo de beligerante con el hecho religioso. Arrinconada la ley de libertad religiosa, el Ejecutivo ignoró a los grupos que se oponían a que el Estado favoreciera a una confesión en particular. El temido enfrentamiento entre laicistas y peregrinos que muchos temían terminó en un conato de pelea y una carga policial que pronto quedaron en el olvido.

Disciplina

Benedicto XVI no dejó escapar la oportunidad que le brindaba la presencia de miles de periodistas e hizo una apelación a la disciplina. Reconvino a los creyentes que viven ajenos a la estructura y la jerarquía de la Iglesia. En tiempos en que predomina la religión a la carta, el obispo de Roma animó a los católicos a sortear la tentación de “vivir la fe según la mentalidad individualista”. “No se puede seguir a Jesús en solitario” porque se «corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo o de acabar siguiendo una imagen falsa de él», dijo Ratzinger.

Al poco de pisar suelo español, el Papa hizo una encendida defensa de la identidad cristiana ante las autoridades que le esperaban en el aeropuerto. Ser católico en el siglo XXI no es tarea fácil. Comporta, según el pontífice, la animadversión de una sociedad hostil al hecho religioso. “Pero yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor”, exclamó Benedicto XVI.

En un encuentro con el mundo académico, un tipo de cita muy del agrado de un papa intelectual como Ratzinger, previno de los “abusos de la ciencia sin límite”. La supeditación del saber científico al pragmatismo puede acarrear consecuencias funestas y conducir a la humanidad al totalitarismo. Algo que sucede, dijo el papa, “cuando se elimina toda referencia superior”. Algunos analistas, como el catedrático emérito de Teología por la Universidad de Deusto, Rafael Aguirre, lamenta que los organizadores de la visita organizaran un encuentro con profesores y catedráticos de universidades exclusivamente católicas. “Fue un encuentro breve y un acto de adhesión entusiasta. Faltó ese lugar en el que el papa baja del trono y tiene un diálogo con gente que no piensa igual que él”. Es cierto, algunos de los discursos más celebrados de su pontificado los ha pronunciado Ratzinger en el ámbito universitario, como en Ratisbona (2006) o en el Colegio de los Bernardinos (2008).

Los sectores católicos más abiertos criticaron que Benedicto XVI se reuniera con representantes de organizaciones ultraconservadoras, como las religiosas de la congregación Iesu Communio, vinculada al movimiento Comunión y Liberación, y no lo hiciera con monjas que desarrollan su labor caritativa desde hace siglos y a quienes se vetó el acceso a El Escorial por no llevar hábito. “Me pareció una discriminación absolutamente antievangélica”, apunta Aguirre.