Mark Duggan.
actualidad 'british'

Caribe mix en Londres

Los disturbios vuelven a poner en el punto de mira a la pujante, pero también conflictiva, comunidad caribeña del Reino Unido

MADRID Actualizado: Guardar
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¿Quiénes son los caribeños del Reino Unido? ¿Los principales narcotraficantes y mafiosos de un país civilizado o la necesaria vanguardia musical, cultural y social de la nación? ¿Un nido de familias rotas y desestructuradas o una minoría pujante que lucha por abrirse paso frente a todas las dificultades? ¿Las víctimas inocentes de un sistema racista y clasista como el británico o, el último conflicto lo demuestra, delincuentes en potencia a los que hay que atar en corto?

Solo llevan en Reino Unido 65 años, casi los mismos que Isabel II en el trono, y apenas representan el 1% de la población del país, pero la comunidad caribeña se convierte periódicamente en protagonista de la actualidad 'british'. Aunque cuenta con población de sus islas centroamericanas desde el siglo XVI, el grueso de los caribeños arribó a los puertos británicos después de la Segunda Guerra Mundial. Descendientes de los esclavos africanos que la metrópoli transportó hasta Jamaica, Barbados, Antigua o Trinidad y Tobago, los caribeños comenzaron a llegar a la madre patria cuando la economía necesitaba mano de obra barata para mantener los espectaculares niveles de crecimiento de la época. Los gobiernos de postguerra propiciaron una inmigración que, como la que llegó a Estados Unidos o a Israel, también tenía un barco, el 'Empire Windrush', como símbolo.

Pero desde el principio, algo no encajó. Los británicos de pura cepa no veían con buenos ojos a sus nuevos vecinos, gente ruidosa y de raras costumbres. Tampoco les tenían aprecio otros inmigrantes, como los musulmanes o los indios. Nadie quería alquilar una casa a los caribeños, sus tasas de desempleo eran muy superiores a las de los nativos, igual que sus niveles de fracaso escolar. Incluso los dueños de muchos bares no los querían como clientes. Acabaron en guetos como Brixton y Tottenham, en Londres, donde las disputas se zanjaban a tiros. La Policía les temía, pero cuando por fin se atrevía a entrar en sus barrios y los caribeños se ponían en el punto de mira, los agentes primero disparaban y luego preguntaban. Eso sí, en los prósperos años 60 y 70, la situación parecía bajo control, el dinero de los subsidios escondía la realidad. Pero los incidentes se repitieron con más frecuencia desde la década de los 80, cuando la economía dejó de ser boyante y Margaret Thatcher cortó las ayudas de las que sobrevivían muchas familias, familias en las que una joven madre, abandonada por el padre de sus hijos, era el único sustento.

Tres décadas después, la historia se repite. La pobreza, la falta de expectativas y la discriminación, pero también una cultura que rechaza el esfuerzo y venera la droga y la violencia, vuelven a explicar por qué miles de jóvenes criados en una sociedad próspera se lanzan al pillaje de ropa y teléfonos como si Reino Unido fuera una república bananera. Los caribeños han dado a la sociedad británica figuras de primer nivel, sobre todo en el mundo del deporte: los campeones olímpicos de atletismo Linford Christie o Kelly Holmes y los futbolistas John Barnes, Paul Ince o Rio Ferdinand. Hace tiempo que tienen voz propia en el Parlamento británico, con diputados que representan a su comunidad. Los matrimonios mixtos con 'blancos' se multiplican. El carnaval de Nothing Hill se ha convertido en una espectacular plataforma de los caribeños, desde Londres hacia el mundo, con más de un millón y medio de visitantes cada año. Pero algo sigue sin funcionar. Los hijos de Bob Marley no terminan de encontrar su hueco en el Reino Unido.