«Caso Murdoch», no «caso news»

MADRID Actualizado: Guardar
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El espectáculo de los Murdoch, el padre Rupert y el hijo y heredero James, ante el parlamento británico reunió una saludable condición de pedagogía social y de eficacia política: ambos fueron convocados en el registro adecuado (para deponer ante el comité de medios de comunicación de la Cámara de los Comunes) y en un escenario en el que la pareja de millonarios editores fomenta una sobredosis de atrición porque el imperio Murdoch está en plena tempestad.

No hubo revelaciones espectaculares, ni se esperaban en puridad. Los hechos, perfectamente conocidos, se remiten a un vulgar asunto de espionaje telefónico clandestino de muchas personas de todas clases por cuenta del semanario amarillo de Murdoch, The News of the World, con alguna connivencia de agentes de Policía y una tardía y tibia intervención de los tribunales, con penas de unos meses de prisión. Todo debería haber quedado ahí… pero no fue así porque la lista de escuchados furtivamente creció cuantitativa y cualitativamente.

El primer gran sacrificio fue el del director del tabloide dominical, Andy Coulson, quien con el aval, o por orden de, la pieza central de esa fase, Rebekah Brooks, mano derecha de Murdoch en Gran Bretaña, dimitió tras presentar sus excusas. Pero eso sonaba a poco y el gran jefe anunció, entre la sorpresa general, lo que nadie pedía en puridad: el cierre voluntario del semanal, un buen negocio de 2,7 millones de ejemplares, y el envío al paro de cientos de trabajadores, algo que, por cierto, se le ha echado en cara.

Queda lo más difícil

La propia Rebekah, detenida en seguida, había dimitido también en la gran operación de control de daños en marcha, aliñada con una expresión de dolor vía publicidad (el célebre “lo sentimos muchísimo”) que también se quedó corta en el registro político-parlamentario. La exhuberancia de medidas de autocastigo, las dimisiones, la rápida presencia del propietario en Londres, las renuncias en la cúspide de la policía, acusada de lenidad y sin duda inspiradas por el gobierno… todo eso finalmente no fue suficiente.

El partido laborista, en la oposición, pidió y obtuvo por unanimidad una encuesta parlamentaria y el primer ministro, James Cameron, gran amigo personal de Rebekah y receptor de la protección editorial del imperio Murdoch durante su campaña electoral, se unió al clamor en un rápido reflejo de lo que más le conviene. Pidió comparecer el miércoles en la Cámara tras acortar un viaje en Africa y alargar de hecho las sesiones de los Comunes, que entraban hoy mismo en receso veraniego. Y, con todo y eso, y asumiendo que Cameron no hará revelaciones y se limitará a dar su opinión y negar toda connivencia culposa con lo sucedido, aún queda lo más difícil, aunque eso no era el argumento de la estupenda sesión en Westminster.

Lo más difícil es… dar el salto. Murdoch, de ochenta años, sabe que lo más letal potencialmente es la investigación que ha abierto el FBI en los Estados Unidos tras sospecharse de que también allí los medios del empresario podían haberse entregado al deporte de escuchar sin ser vistos, con la posibilidad turbadora de que entre los espiados figuren nada menos que familiares directos de las víctimas de la matanza del once de septiembre. Si la Seguridad federal lo descubre, Murdoch puede ir pensando en deshacerse de su imperio mediático norteamericano. Ayer James Murdoch, solo dijo al respecto que se trata de alegaciones y que ellos nada saben al respecto y están examinándolas… o sea como el FBI.

La renuncia de Hinton

El escándalo saltó el charco abiertamente el viernes, cuando dimitió el hombre clave de Murdoch en los Estados Unidos, Leslie (Les) F. Hinton, director del Dow Jones, la gran agencia financiera que hace las veces de servicio público del comportamiento bursátil y editor de The Wall Street Journal, todo comprado por Murdoch por fases hace pocos años pagando precios absolutamente desorbitados que acreditaron en su día la importancia esencial que daba el millonario a su control.

Hinton no tenía relación personal directa con el episodio inicial, las escuchas en el Reino Unido. Él es un británico instalado (y con nacionalidad) en los Estados Unidos y dijo sentirse aparentemente, muy compungido con los hechos, pero era presidente internacional de News Corporation y debía asumir las consecuencias de lo sucedido durante sus años. Hizo una declaración litúrgicamente impecable sobre el “dolor inimaginable de personas inocentes al saberse ilegalmente espiadas”. No es muy arriesgado suponer, y muchos medios norteamericanos lo hacen, que Hinton hizo el movimiento a modo de cortafuegos… porque el gran incendio, si llega, llegará de Londres a Nueva York.

La gran sesión de ayer, espléndida en su condición de eficacia parlamentaria e interés público, solo fue, en cualquier caso, el primer paso de un procedimiento que será político y judicial porque el primer ministro Cameron anunció una investigación policial en toda regla y permitirá al menos apurar hasta el fondo el expediente. Que haya tenido buena relación con Murdoch y que el millonario haya tomado algunas veces el té en Downing Street no son un delito. Pero es seguro que las amables meriendas han concluido…