Montaje que enfrenta a Lady Di con su último mayordomo, Paul Burrel. / Archivo
Mito inglés

Lady Di cumple 50 años

Imposible no celebrarlo. Sus devotos soplan hoy por ella velas en las redes sociales rozando el fanatismo

MADRID Actualizado: Guardar
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Habría sentado la cabeza y seguiría enfocada en su trabajo humanitario. No estaría casada y residiría en el Reino Unido. Diana nunca podría vivir en el extranjero, separada de sus hijos». Dickie Arbiter plantea con firmeza un hipotético e imposible escenario. Antiguo portavoz del palacio de Buckingham, el aún fiel velador de la imagen pública de la familia Windsor se imagina en qué situación se encontraría hoy la princesa de Gales. La madre de Guillermo y Enrique habría cumplido 50 años este 1 de julio si el destino no se hubiera interpuesto en su camino. Murió en agosto de 1997, empotrada contra un túnel de París, pero su memoria se resiste a desvanecer.

La fascinación por la princesa Diana sigue creciendo y no hay signos de que pueda decaer en el imaginario popular. Su carismática imagen llena las portadas de periódicos, revistas y libros con tanta asiduidad como cuando acaparó, con vida, la atención del mundo entero. Desde que con 18 años debutó tímidamente como futura reina de Inglaterra hasta su trágico y repentino ocaso, apenas cumplidos los 34. En las redes sociales se promueve su recuerdo con devoción cercana al fanatismo, incluida una página en Facebook. Empresas privadas aprovechan el aniversario para comercializar monedas conmemorativas, estatuillas, piezas de joyería y de cerámica o calendarios.

En la era de la revolución digital, los programas informáticos ayudan a visualizar a una cincuentona Lady Di en las portadas de distintas revistas. Con toda probabilidad, ella habría disimulado esas arrugas que le pintan en la cara con maquillaje y una pizca de botox. Pero para eso están las herramientas fotográficas, que permiten proyectar su atractiva sonrisa y esbelta silueta hasta un cumpleaños que la princesa nunca pudo celebrar. «Luciría todavía imponente, por supuesto», observa Tina Brown, directora del semanario ‘Newsweek’ y autora de la biografía de la princesa ‘Crónicas de Diana’.

En realidad, «Diana odiaba su cumpleaños», señala Paul Burrell, el último mayordomo que tuvo y el empleado de los Windsor al que la reina Isabel salvó de ir a la cárcel cuando la familia le acusó de robar objetos personales de la difunta aristócrata y de sus hijos. «Diana solía quejarse de tener que pasar todo el día escribiendo cartas de agradecimiento por todas las flores y regalos que había recibido», añade en una reciente entrevista el que siempre ha presumido de ser la «roca» de la divorciada princesa de Gales.

Tina Brown inyecta picardía a su hipotético retrato de la ‘princesa del pueblo’ publicado en ‘Newsweek’. Coincide con el exportavoz palaciego en que Diana habría concluido su romance con Dodi Al Fayed de haber escapado con vida del vehículo en el que ambos huían de la prensa, hace 14 años. «De los playboys habría pasado a los hombres de poder», advierte la escritora, para después adjudicar a la princesa dos divorcios además del único genuino con el príncipe Carlos. Para entonces, de acuerdo con el espejismo de la directora de la revista estadounidense, Diana se habría mudado a Nueva York, «su ciudad favorita, y regresaría a Inglaterra a visitar a Guillermo y a Enrique».

"¿Quién va a quererme?"

El guardián de la buena imagen de los Windsor discrepa. «Se especula mucho con que Diana residiría hoy en el extranjero, lo cual es absurdo. La princesa de Gales nunca podría vivir lejos de sus hijos», defiende Arbiter. «Seguiría aquí y sin marido. Dudo que se hubiera casado de nuevo. Solía decirme: ‘¿quién va a quererme con todos mis problemas e historias?’. Se sentiría sola pero, para compensar su soledad, hubiera aceptado a Kate Middleton como la hija que tanto había deseado».

El antiguo portavoz de la casa Windsor apunta precisamente a los hijos de Carlos y Diana como principales portadores de la vela que mantiene viva la memoria de su madre. «La fascinación por Diana perdurará mientras la gente siga interesada en sus hijos. El interés ha crecido desde la boda y la gente no deja de hablar de Diana. Pero el revuelo lo provocó Guillermo al regalarle a su novia Kate el anillo de compromiso de su madre. Fue un gesto intencionado para asegurarse de que la princesa de Gales también iba a formar parte de los eventos relaciones con su matrimonio», apunta Arbiter.

En vísperas de la boda, Guillermo llevó a Kate a la tumba de su madre, en la finca de su tío, Charles Spencer, en el condado de Norfolk. Con Enrique organizó un concierto pop en el londinense estadio de Wembley para conmemorar el décimo aniversario del fallecimiento de la princesa de Gales. Ambos hermanos eligieron un cartel que incluyó actos y artistas del gusto de Diana e hicieron coincidir la multitudinaria velada con la fecha de su cumpleaños.

Este 1 de julio, Guillermo únicamente tendrá el apoyo de su mujer –Catalina, como se hace llamar desde la boda– al recordar las 50 velas que su madre no podrá soplar. Los duques de Cambridge partieron ayer en su primer viaje oficial de casados en un recorrido de doce días por Canadá y California. Visitarán Quebec, Montreal y parajes remotos del vasto país fronterizo con Estados Unidos antes de codearse con las estrellas de Hollywood en Los Ángeles y sus alrededores. Incluso pernoctarán en el Beverly Hills Hotel, escenario favorito de actores y directores de cine. Acompañan a la pareja un reducidísimo equipo de una docena de personas, entre los que figura el peluquero de la duquesa, y muchas maletas para guardar los 40 modelos de Catalina.

El carisma de su madre

Ella tiene buena facha y él, carisma. «Guillermo ha heredado el carisma de su madre, aunque no hay que olvidar la contribución de su padre en todos estos años», resalta Arbiter. El duque de Cambridge también ha heredado el tacto humano, la compasión y la simpatía que sabía comunicar Diana en sus contactos con pobres, enfermos y desafortunados. La desaparecida princesa representaba el rostro humano de la monarquía, una faceta que su primogénito también resuelve con naturalidad y la nuera que nunca conoció comienza a desempeñar a la perfección.

Carlos tiene motivos para envidiar a su hijo mayor. El tercero en la línea de sucesión al trono británico ha tenido libertad para casarse con la mujer que quiere, sin someterse a las viejas convenciones sobre la puridad sexual y sangre aristócrata de la futura reina consorte. El príncipe de Gales contrajo segundas nupcias con la mujer que siempre ha deseado, Camila, pero un sector de la población aún le culpa del fracaso de su primer y «muy concurrido matrimonio», según denunció la princesa Diana por televisión con efectiva emotividad.

Lady Di ganó la batalla en la opinión pública y, según advierte su antiguo secretario privado, Patrick Jackson, se ha erigido en el «prisma bajo el que se ve a la familia real británica. A Kate se le evalúa como princesa en relación con Diana y en el futuro rey se busca el parecido con su madre». El culto por la princesa de Gales continúa pero el protagonismo se reparte ahora entre ella y los duques de Cambridge.

La boda de Guillermo y Catalina ha devuelto optimismo y ha renovado la confianza en el futuro de la monarquía británica. «Ha asegurado continuidad dinástica por varias generaciones. Guillermo se ha casado con la mujer que ama y es correspondido en el amor. Mantenían una relación de ocho años y se conocen muy bien. Están enamorados y se les ve a gusto el uno con el otro, ya sea en Wimbledon o en actos oficiales», resalta Arbiter. «La monarquía –añade el exportavoz del palacio de Buckingham– está perfectamente estable»... sin Diana. Pero eso no lo ha dicho él.