Bibi, sombra y reflejo. Hendaya, agosto de 1927. /Jacques Henri Lartigue
FOTOGRAFíA

Lartigue, el «taxidermista de la felicidad»

'Un mundo flotante' muestra lo mejor de la ingente y pionera obra de "un biógrafo de lo moderno"

MADRID Actualizado: Guardar
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Desde que con ocho años estrenó su primera cámara hasta su muerte con 92, Jacques Henri Lartigue se dedicó atrapar los instantes felices de una vida regalada. Miembro de una acomodada familia, sus imágenes lo convirtieron en "un biógrafo de lo moderno", autor de unas las páginas más brillantes y originales de la fotografía del siglo XX. Sin proponérseIo, impulsó hacía la modernidad y la madurez un lenguaje plástico que estaba en mantillas. "Ser fotógrafo es atrapar el propio asombro" afirmó este eterno adolescente que se definió como "un taxidermista de la felicidad'. Él congelaba el movimiento, 'disecaba' esos instantes felices -más de 200.000- mucho antes de que su compatriota Cartier-Bresson acuñara el concepto del 'instante decisivo'. Ahora podemos disfrutar de los mejores logros de este "reportero de la felicidad". La exposición 'Un mundo flotante. Fotografías de Jacques Henri Lartigue (1894-1986)' es la punta del iceberg de la ingente obra de este atento

e incansable "cazador de instantes". Es la primera gran antológica del fotógrafo francés que se realiza en España y reúne dos centenares de piezas y en la salas de CaixaForum en Madrid.

Lartigue se mantuvo fiel a su permanente asombro infantil durante toda su vida. Fotografió desde su infancia todo aquello que le conmovía, le hacía feliz, le parecía bello y le servía para luchar contra el implacable paso del tiempo y el olvido. Hoy se le reconoce de forma unánime como uno de los grandes maestros de la fotografía del siglo XX. Su obra es un documento único de una época y una forma de vivir.

La muestra reúne más de doscientas piezas procedentes de la Donation Jacques Henri Lartigue de París, entre copias modernas e instantáneas originales tomadas y reveladas por el mismo Lartigue, algunas de ellas con la técnica estereoscópica tan en boga en sus días. También sus cámaras, sus álbumes, agendas, cuadernos en los que alternaba notas e imágenes, y algunos tomos del diario que mantuvo durante toda su vida y los que dio títulos tan elocuentes como "Razones por las que soy tan feliz".

Máquinas

Repasa la expo los temas que le interesaron de forma recurrente durante su larga carrera: la fotografía como instrumento de la memoria, una eficaz herramienta para capturar la fragilidad de la existencia, lo breve y efímero de la felicidad. Refleja también su particular visión de las mujeres y de un mundo que cambia velozmente, que se tecnifica y en que las máquinas ganas protagonismo y espacio y cambian las forma de vida. Los vehículos, aviones, motocicletas y navíos que captan su admiración y de los que Lartigue disfruta como usuario y observador.

Sus fotos trazan un singular retrato de una época en la que la humanidad sufrió graves convulsiones y radicales cambios sociales, acontecimientos terribles como la revolución rusa, dos guerras mundiales, la ocupación nazi de Francia, el holocausto o la catástrofe atómica, hechos que las imágenes de Lartigue reflejan más que tangencialmente y que no lograron alterar la visión optimista y lúdica de la vida. Para Lartigue la felicidad es lo único que merece ser conservado. Sus imágenes eluden la abyección, el terror y la fatalidad para anclarse en la inocencia, la espontaneidad y a la alegría de vivir.

Lartigue acabó reconocido como un gran maestro, a pesara de que jamás tuvo tal pretensión ni concibió sus instantáneas como objeto artístico. En sus casi 90 años a la caza de instantes, nunca dejó de considerarse un aficionado. Siempre habló de la pintura como su principal pasión y de la fotografía como una dedicación secundaria. No obstante el comisario de la exposición, Florian Rodari, destaca como sus fotos denotan las mismas inquietudes que los artistas de su época, con el cubismo o el dadaísmo que ponían en solfa la tradición y habilitaban nuevo caminos expresivos.

"Reflejó con extrema sensibilidad y bajo la apariencia de la felicidad y la ligereza, las nuevas preocupaciones de un tiempo que se transformaba de un modo radical" dice Rodari.

Lartigue hacía fotografías para él, lo que le hizo inclasificable para conservadores y críticos. Su trabajo suele presentarse cronológicamente o agrupado por temas, pero en este caso se opta por un "poético" punto de vista inédito que acentúa la gracia y belleza de las imágenes que testimonian una época y una forma de vivir desaparecidas, la de la burguesía francesa de la primera mitas del siglo XX. Una sociedad que "vivía fascinada por los avances tecnológicos y disfrutaba de la vida, al margen de la realidad", destac el comisario.

Florian Rodari compare el comisariado con Martine d'Astier de la Vigerie, directora de la Donation Jacques Henri Lartigue, que vela por el leagdo de fotógrafo desde 1979. La selección de Rodari pretender "entender qué hace bella una fotografía de Lartigue". Ha optado por mostrar "las más conocidas, que tienen su propia calidad, son inolvidables y permiten entender por qué es tan moderno podemos hoy seguir disfrutando de sus imágenes".