Eduardo Puelles García, muerto en el atentado de ETA con bomba lapa en Arrigorriaga, Vizcaya. / Efe
lucha antiterrorista

Zapatero impone la medalla de oro al mérito policial al inspector asesinado por ETA con una bomba lapa

Se trató del primer atentado mortal en 2009 y con Patxi López como lehendakari

MADRID Actualizado: Guardar
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Era un día marcado en la lista sangrienta de ETA porque se cumplían 22 años del peor atentado perpetrado por la banda: el de Hipercor, en Barcelona, que costó la vida a 21 personas. En ese trágico aniversario, la banda volvió a actuar: su objetivo, primera víctima mortal de 2009, fue el inspector de la Policía Nacional Eduardo Antonio Puelles. Una bomba lapa situada junto al depósito de gasolina de su coche estalló en el barrio de Santa Isabel de la localidad vizcaína de Arrigorriaga, muy cerca del bilbaíno barrio de La Peña.

El agente, destinado a la Brigada de Información y residente en la localidad, se había introducido en el vehículo y lo había puesto en marcha cuando el artefacto estalló en torno a las 9.05 horas. La potente explosión del vehículo provocó un incendio que se extendió a cinco coches y que tuvo que ser sofocado por los bomberos. El inspector Puelles se dirigía a la sede de su unidad, en la comisaría de Indautxu (Bilbao). Apenas recorrió un metro en marcha atrás con su Citröen C-4, que había dejado la noche anterior en el aparcamiento al aire libre próximo a su domicilio, en la calle Olatxu de Arrigorriaga.

Según las primeras investigaciones, la bomba lapa contenía en torno a 1,5 kilogramos de amonitol, un nuevo explosivo de gran poder destructivo que ETA había utilizado en los últimos atentados. Se sospecha que estaba colocada en la parte trasera del coche, cerca del depósito de gasolina. Eso explicaría que el policía no la detectara y que la explosión provocara el inmediato incendio del coche y que las llamas afectasen a otros turismos aparcados en las plazas colindantes.

Natural de la localidad vizcaína de Barakaldo, casado y con dos hijos, ingresó en el Cuerpo Nacional de Policía en 1982 y ascendió a inspector en 2002. Su mujer, que desde el domicilio familiar podía ver el aparcamiento, se dirigió hacia allí consciente de que su marido podía ser el objetivo del atentado. Al llegar allí se desmayó producto de los nervios y fue trasladada a un centro sanitario para ser tratada durante unas horas de una crisis de ansiedad. Lo mismo ocurrió con los dos hijos del inspector.

Una familia rota en la capilla ardiente

La capilla ardiente con los restos mortales quedó abierta al público en la Subdelegación del Gobierno en Bilbao. Fue recibido por el capellán militar de la zona y dos guardias de honor de cada uno de los tres cuerpos policiales que operan en Vizcaya: el Cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Civil y la Ertzaintza. La viuda y uno de sus hijos entraron muy afectados por una puerta lateral. Una bandera de España cubría el ataud.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, impuso la medalla de oro al mérito policial al agente asesinado. Un agente del Cuerpo Nacional de Policía leyó el decreto de concesión de la distinción y a continuación el jefe del Ejecutivo depositó la medalla sobre el féretro. Zapatero viajó a Bilbao en el avión oficial en compañía del presidente del PP, Mariano Rajoy. Se repite así una imagen de unidad que ya ofrecieron los representantes de los dos grandes partidos tras el asesinato de Ignacio Uría el diciembre anterior.

Tras volar juntos, se desplazaron en comitivas diferentes a la capilla: Zapatero llegó instantes antes acompañado por el lehendakari, Patxi López, y los responsables de Interior de los gobiernos central y vasco, Alfredo Pérez Rubalcaba y Rodolfo Ares, respectivamente. Los dirigentes del Partido Popular del País Vasco, encabezados por su presidente, Antonio Basagoiti, esperaron en el exterior de la Subdelegación del Gobierno para acompañar a Rajoy. El presidente y el jefe de la oposición permanecieron allí cerca de media hora. Poco después salieron sin hacer declaraciones.

El funeral del inspector Puelles se celebró al día siguiente en la iglesia San José de la capital vizcaína, en el que estuvieron presentes los Príncipes de Asturias. Una hora antes, se guardaron cinco minutos de silencio a las puertas de todos los ayuntamientos de España en repulsa por el atentado. Esta concentración se adelantó en Arrigorriaga, donde unas 200 personas, en su mayor parte vecinos del municipio, se concentraron durante 15 minutos muy cerca del lugar del atentado. El silencio lo rompió un vecino que se dirigió al público para recordar a Puelles como un "compañero muy conocido en el barrio" y señalar que los vecinos nunca olvidarán un "día tan triste". El acto finalizó entre aplausos y gritos de "fascistas" dirigidos a los etarras.

Lo secundaron el alcalde, Alberto Ruiz de Azúa, y los ediles del PNV, PP, PSE, EB y EA de los ayuntamientos de Arrigorriasga y Bilbao, entre ellos la esposa del lehendakari, Begoña Gil -concejal socialista en la capital vizcaína-, así como del parlamentario vasco de EB Mikel Arana y de la senadora socialista Lentxu Rubial.

Asesinato brutal

Las declaraciones de los testigos hicieron aún más evidente el ensañamiento de la banda terrorista. Algunas personas que vivieron de cerca la explosión vieron cómo el vehículo quedaba "completamente en llamas", por lo que no se pudo "hacer absolutamente nada" para intentar salvar la vida de Puelles. Un vecino de Arrigorriaga, cuya furgoneta se vio afectada por la deflagración y que se encontraba en las inmediaciones con su mujer, explicó que tras la explosión escucharon "cómo el hombre chillaba" pidiendo ayuda, aunque no pudieron "hacer nada". Otro de los testigos señaló que el coche "estaba arrancado" y cuando iba a "salir" estalló "de repente". "Lo único que hemos sentido es chillidos y chillidos, el coche estaba completamente en llamas, no se podía hacer absolutamente nada", lamentó.

Se trataba del primer atentado con víctimas mortales de la banda terrorista desde que Patxi López fue elegido lehendakari del Gobierno vasco. Apenas una semana después de la investidura, ETA amenazó directamente al nuevo Ejecutivo. Además, fue el primer asesinato de ETA en 2009 -la anterior víctima fue Ignacio Uria, asesinado en diciembre de 2008- y el primero de un miembro del Cuerpo Nacional de Policía desde el 30 de mayo de 2003, cuando los agentes Bonifacio Martín Hernando y Julián Envit Luna murieron en la localidad navarra de Sangüesa.