En la imagen, nuestra compañera Susana Olmo./ Archivo
A LOS 60 AÑOS

Muere Susana Olmo, testigo de la Transición

Víctima de un cáncer de pulmón, al que se enfrentó con entereza y sin eufemismos, desarrolló la casi totalidad de su carrera en Colpisa

MADRID Actualizado: Guardar
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Susana Olmo García del Real, periodista y excepcional testigo de la política española durante las últimas tres décadas, falleció este martes en Madrid a los 60 años. Víctima de un cáncer de pulmón, al que se enfrentó con entereza y sin eufemismos, desarrolló la casi totalidad de su carrera en la agencia Colpisa, en la que ingresó al comienzo de la Transición. La capilla ardiente con sus restos quedó instalada en la tarde del martes el Cementerio de la Paz en la localidad madrileña de Tres Cantos, donde se procederá a su incineración el miércoles.

Nacida en Madrid el seis de junio de 1950, alumna del colegio Estudio, se formó en la Escuela Oficial de Periodismo. Tras un período de prácticas en televisión española, la revista 'Miss' le ofreció su primer empleo a mediados de los setenta. De allí pasó a la recién creada agencia Colpisa integrándose en el equipo conformado por su primer director, Manuel Leguineche en 1977. Poco después contraería matrimonio con el escritor y también periodista Ignacio Fontes, de quien pronto se divorciaría.

A dos años de la muerte de Franco, España reescribía su historia y la política se vivía con una pasión desconocida. Una historia que Susana Olmo contribuiría a reflejar con sus crónicas parlamentarias, su seguimiento puntual de la actualidad política y sus entrevistas a los protagonistas de aquel tiempo histórico. En aquella primera Colpisa compartió Susana escritorio e inquietudes profesionales con Amalia Sánchez Sampedro, Pilar Cernuda, Juanjo Paradinas, Mariano Guindal y María Jesús Arroyo.

El Parlamento, su segunda casa

Allí coincidieron un grupo de jóvenes y entusiastas informadoras que inauguraron un nuevo modo de contar la política. Quien quisiera saber qué se cocía en el hemiciclo, en los pasillos y despachos del caserón de la Carrera de San Jerónimo en el que se había proclamado Jefe del Estado a Juan Carlos I, y se había gestado la Constitución de 1978 debía leer las crónicas de Susana Olmo y de compañeras como Victoria Prego, Mercedes Jansa, Julia Navarro, Karmentxu Marín, María Antonia Iglesias, Anabel Díez y Marisa Donoso.

Como cronista política de Colpisa vivió en el hemiciclo el asalto de Tejero el 23 de febrero de 1981. Rehén de los golpistas junto a muchos de sus compañeros, siempre guardó una esquirla desprendida del techo de la cámara tiroteado por los guardias civiles en el día en que se votaba la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo, a quien le unía un lejano parentesco. Vivió también en primera línea los históricos cambios que se sucedieron a partir de ese momento, con el ascenso al poder de Felipe González.

El Palace

Susana Olmo contó desde el corazón del hotel Palace en 1982 las primeras horas de la victoria electoral de Felipe González, y la conformación y la llegada a la Moncloa de su primer Gobierno. En las más de dos décadas de Gobiernos socialistas, las informaciones de Susana Olmo fueron el mejor termómetro de lo que ocurría en el partido en el poder. Por ella conocieron los españoles en 1989 del cansancio de Felipe González, que, tras afrontar la primera huelga general de la democracia, barajaba dejar la primera línea política.

Con el cambio de ciclo político Susana Olmo siguió al pie del cañón, primero como jefa de política de Colpisa y luego como redactora jefe de la sección de Nacional. Cuanto ocurrió ante sus ojos y transmitió a sus lectores lo registró Susana de puño y letra en unos cuadernos que atesoró a lo largo de toda su trayectoria profesional. Un material de primera mano que resultó crucial para los guiones sobre la Transición que elaboró para la serie que su amiga Victoria Prego realizó por encargo de Televisión Española.

Susana Olmo ha fallecido de cáncer. Ella misma reivindicó el nombre de su enfermedad cuando, con ocasión de la muerte del cantautor y político José Antonio Labordeta, rechazó en un artículo en 'El País' que los informadores disfrazaran el mal que padecía con el término vergonzante de "una larga y penosa enfermedad". "A veces los procesos son fulminantes, y otras, por fortuna, no son penosos, sino que permiten descubrir otros aspectos de la vida", concluía.