cultura

Veintidós años sin el genio de La Isla, Camarón

Unas 100.000 personas acudieron a despedir a José Monge Cruz a San Fernando. «¡Camarón vive!», gritaban

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Eran las siete y diez minutos de la mañana cuando un 2 de julio de hace 22 años José Monge Cruz dejó de respirar. Tenía 42 años. Entonces, de repente, el flamenco se vistió de luto e hizo mito al genio de San Fernando. Un cáncer de pulmón acababa con la vida de Camarón de la Isla pero no con su mayor herencia: su arte. Empezaba la leyenda.

Ayer su viuda, la Chispa, acudía como cada año a depositar un ramo de flores al mausoleo de su marido. Justo este año que por fin parece que el museo en su memoria empieza a ser una realidad en la Casa Lazaga, en su ciudad natal, una localidad que no sólo lo añora sino que clama que se le haga de una vez justicia. Y tambíén justo meses después de despedir a uno de sus mayores compañeros de fatiga y noches de tablao: Paco de Lucía.

«El flamenco no se aprende, el flamenco se siente y ya está», solía decir José. «Si te da el pellizco, eso es arte». Un pellizco que empezó a sentir en sus 'adentros' con tan sólo cinco años cuando por Las Callejuelas entonaba lo que aprendía al pie de la fragua donde su padre hacía alcayatas gitanas. Y que llevó con tan sólo siete años a la Venta Vargas. Allí algunos ya predijeron lo que iba a ocurrir con ese niño rubiazco y delgaducho que encandilaba a todo el que paraba por allí. Su voz tan personal, su quejío 'avinagrao' y su milagro al encajar el compás daban pistas de lo que años más tarde ocurriría.

Vinieron después muchas noches en vela sobre las tablas, viajes, discos y aplausos. También fama y malos hábitos. Y alguna que otra crítica por atreverse a intentar renovar el flamenco del que sólo unos pocos se sentían dueños. A darle otro aire. «Esto no vende», le dijo un día Camarón a Paco de Lucía. Juntos llenaron auditorios por todo el mundo. Lo mismo que con Tomatito. 'La leyenda del tiempo' se convertiría en uno de los discos más recordados y aclamados aún hoy.

Ese 2 de julio cuando España parecía sólo mirar a la Expo y a los Juegos Olímpicos se iba Camarón, más de 100.000 personas -muchos de ellos gitanos- acudieron a despedirlo. «¡Camarón vive!», gritaban entre lágrimas y quebrantos. Antonio, entonces empleado del cementerio de San Fernando, contaba que no había visto tanta gente junta «ni el día que enterraron al general Varela», en 1951. Pasada la una de la tarde recibiría cristiana sepultura. Ahora, 22 años después, su pueblo espera que la leyenda encuentre por fin su sitio. En casa.