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La noche más blanca

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Si hay algo de cierto en eso de que la necesidad agudiza el ingenio, tendremos esta noche oportunidad de comprobarlo en lo que ya muchos consideran la cita obligada del verano. Porque si hay algo que les sobra a los de Cádiz Ilustrada es ingenio y entre los más necesitados –no es exageración, es que no sólo de pan vive el hombre– se encuentran los Amigos del Monasterio de Santa María, que llevan años empeñados en mantener en pie el viejo convento. La noche blanca de Santa María y el Pópulo cuenta con todos los ingredientes para convertirse en el estandarte de una nueva manera de hacer las cosas, lejos de la oficialidad barata que predican las instituciones y lejos también de la imagen casposa de chiste y risa fácil a la que nos estábamos peligrosamente acostumbrando. El resultado ha sido el apabullante programa que presenta la Asociación Cádiz Ilustrada para la noche más calurosa del año. Se trata, ya lo sabe, de una iniciativa solidaria –una moda que promete no ser tan pasajera como sería de esperar– para recaudar fondos y seguir afrontando la rehabilitación del convento de Santa María. Pero se trata también, y eso es lo más interesante, de poner sobre la mesa otros modos, otras maneras de hacer las cosas, implicando a la ciudadanía e implicando también a muchos colectivos que podrían convertirse en el motor que necesita esta ciudad tan abandonada a su propia mala suerte.

Y ya lo ven. De aquel tímido programa que presentaban a comienzos del verano a la atractiva propuesta de esta noche sólo han transcurrido un mes y más de doscientas personas que han adquirido el bono solidario que les va a permitir seguir adelante con las obras de rehabilitación. El resto, ingenio, voluntad y muchas ganas, ganas que ojalá esta noche no fallen y se desborden por la marea humana. Porque no sólo se trata de visitar las iglesias del entorno, ni de tener la oportunidad de escuchar flamenco en eso que llaman la cuna del cante, ni siquiera de hacer un recorrido –hay seis distintos– por los dos barrios más antiguos de la ciudad. Se trata de sumar iniciativas y de ver la respuesta de una ciudad que no está tan aletargada como suponíamos. Así, se han ido agotando las plazas disponibles para los paseos culturales –y eso que la organización ha ampliado varias veces el cupo de los mismos– así, se han ido incorporando nuevas actividades como la de la agrupación Hércules que desde el mirador Entrecatedrales organiza un taller de observación del cielo en una noche tan estrellada –eso dicen– como esta, o como la ruta específica para personas con dificultades autditivas. Así, se han ido abriendo con la generosidad de sus vecinos las casas más emblemática de ambos barrios. Así, músicos, historiadores, comerciantes y hosteleros se han unido para dar lo mejor que tienen de forma desinteresada.

Sí. Definitivamente es una noche blanca, limpia de intereses políticos, y sin rastro de malas intenciones. Una noche blanca sin patrocinios institucionales, sin máscaras, sin contratos. Se trata, simplemente, de buscar –y de encontrar- en el armario de la memoria el traje que mejor nos sienta. Y nos sienta bien este traje de viajero en nuestra propia ciudad.

No se lo pierdan. Jueguen a perderse por las calles, a sorprenderse con su propia sombra, y no la dejen escapar. Puede que no seamos ni sombra de lo que fuimos. Pero en noches como ésta, seguimos estando vivos. Que no es poco.