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El país de la suerte

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La Primitiva, la ONCE, la Lotería Nacional, las quinielas, el Euro JackPot, la Bonoloto, el Quinigol, el Cuponazo, el Sorteo de la Cruz Roja, las Carreras de Caballo, El Rasca-Rasca, el Euromillón, la verdad es que si no nos toca será que no jugamos lo suficiente, porque lo qué son posibilidades existen. Como novedad, aparecen las páginas de apuestas on line, Bwin, Miapuesta, 888Casino, Bet365, William Hill, y otras.

Recurrir a las loterías ha sido la fuente de ingresos de peñas, asociaciones, cofradías, escolares, y un sin número de entidades y organizaciones sin ánimo de lucro, pero con pocos recursos. Casi todos los viajes de fin de curso se han financiado con la venta de polvorones y con sorteos de lotes navideños. Las asociaciones han sorteado viajes, equipos de música e incluso vales para un circuito de ‘spas’.

Lo que nos quedaba por ver es que la investigación, la I+D+I (Investigación, Desarrollo e Innovación) de este país se supedite a la suerte, a un concurso o al mecenazgo anónimo. Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas han tenido que recurrir al concurso de televisión ‘Atrapa un millón’ para conseguir los 15.000 euros necesarios para continuar con un proyecto de investigación. Científicos con proyectos de investigación puntera de la Comunidad de Valencia (Centro de Investigación Príncipe Felipe) han tenido que apelar a organizar un concierto benéfico para recaudar dinero para la continuación de su proyectos de investigación. Investigadores punteros de todos los campos empiezan a demandar el crowdfunding (financiación anónima de proyectos) para obtener recursos para continuar con sus investigaciones.

Plantear que nuestros avances científicos están supeditados a la diosa fortuna es presuponer que el bienestar y la economía de nuestras generaciones futuras dependen de las predicciones del horóscopo.

Tradicionalmente, en España, la investigación ha estado mal vista. Es como una inversión a fondo perdido y sin rentabilidad alguna, ni a corto ni a largo plazo. ¡Qué invente ellos! Se diría a principios del siglo XX.

El desmantelamiento del rudimentario, pero pujante tejido investigador que se había conseguido en nuestro país en las dos últimas décadas nos lleva a una situación de desamparo científico de la que será difícil reponerse.

Pagaremos cara la diáspora de talentos que se está produciendo en nuestro país. Si el destino no lo remedia, volveremos a ser un país de servicios, y por el camino que vamos, cada vez de menos calidad. Todas las ideas, todas las iniciativas, todas las innovaciones, todas las novedades que puedan ser puestas en valor, se premiarán con el desprecio y tendrán que buscar financiación fuera.

Por el bien de todos, aunque no compres cupones, ¡Qué la suerte nos acompañe!