La casa-palacio fue propiedad del duque de Tarifa y se encuentra muy cerca de Sanlúcar de Barrameda
últimas vacaciones del zapatero como presidente del gobierno

El presidente Zapatero pasa a la reserva

Comienza hoy sus últimas vacaciones como presidente en Las Marismillas, una casa-palacio de estilo colonial en el paradisiaco parque de Doñana

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Los cielos estallando en mil naranjas, el mar calmo lamiendo la desembocadura del Guadalquivir, la marea rosa de flamencos sobre el agua y el sol acostándose entre las copas de los pinos del Coto de Doñana. Es el escenario ideal para una despedida, si no desgarradora, sí al menos melancólica. Esta tarde, a eso de las nueve, la fotografía de ese atardecer eterno servirá de atrezzo y de metáfora para el ocaso y el adiós de un líder. José LuisRodríguez Zapatero pasa en Doñana sus últimas vacaciones como presidente de España. El pasado viernes, tras el Consejo de Ministros, comenzaba a cerrar el telón: elecciones adelantadas el 20N y relevo al frente del Partido Socialista. A ZP le quedan por delante unos días de descanso y de reflexión, antes de que vuelva al tajo el próximo día 17 para recibir al papa Benedicto XVI en Madrid y retome la actividad política el día 19, con el próximo consejo de ministros, ya con las espadas en alto de la campaña electoral.

Pero la de las urnas será la guerra de Alfredo Pérez Rubalcaba, no la suya. Él dice adiós. Si hubiera que elegir diez lugares concebidos para hacer recuento de la vida rodeado de paz, uno de ellos sería el Parque Nacional de Doñana, en Huelva. Rodríguez Zapatero no es el primero en darse cuenta de lo idóneo del lugar para encontrar el descanso. Ya lo intuía Alfonso X El Sabio, que en 1262, en su conquista del sur contra los musulmanes, le echó el ojo al ‘terrenito’ y lo denominó Cazadero de la RealCorona. Desde entonces los duques de antaño y los que mandan ahora, los políticos, han pasado sus días de asueto en ese rincón que desde 1969 es Parque Nacional y Natural de Doñana: 109.000 hectáreas entre la costa atlántica de Huelva y la ribera norte del Guadalquivir en la que habita la flor y nata de los ecosistemas de la fauna ibérica, entre ellos, el sacrosanto lince.

En el entorno de Doñana el hombre ha construido cuatro palacios: el de Doñana, que ocupa una estación biológica a cargo del CSIC, el Acebrón, el Palacio delRey y el de Las Marismillas, también visitado por lo más chic de la fauna política mundial. Durante siglos, el parque fue el campo ideal de los lances cinegéticos de muchísimos dignatarios, incluidos cientos de nobles, príncipes, reyes (JuanCarlos I incluido) y hasta dictadores (Franco era un incondicional de la caza en el lugar). El que más gente llevó fue, sin duda, Felipe IV, que en 1624, en guerra conInglaterra, se presentó en el sitio con un séquito de 12.000 personas, que tuvieron que ser hospedadas en barracones y tiendas de campaña.

La casa de Doña Ana

Las tierras tuvieron su máximo esplendor bajo la mano fuerte de los duques de Medina Sidonia, que se cree le pusieron hasta el nombre cuando en el XVI, el decimoquinto duque mandó construir un palacio para su esposa, Ana Gómez de Mendoza, hija de los príncipes de Éboli, una residencia al gusto de la señora. Nacía el palacio de Doña Ana, que terminaría por darle nombre a la finca en la que algunos sostienen que estuvo la Atlántida antes de ser arrasada por un maremoto.

Ahora todo pertenece a Patrimonio Nacional, también el Palacio de Las Marismillas, construido como residencia con «un estilo colonial con toques nórdicos» –las cosas de los señores– por el Duque de Tarifa en 1912 y rehabilitado en los años 90 por el Estado para uso protocolario. Desde 1992 lo han visitado líderes de todo el mundo y dispone de todas las comodidades para sus huéspedes. En su interior, tres personas de servicio y diez habitaciones con baño más los salones, en uno de los cuales hay una mesa de madera, la misma, dicen, en la que descansó el cadáver del líder anarquista Buenaventura Durruti, muerto de un tiro, casualidades de la vida, un 20N, pero del 36, en el frente de Madrid.

La vida en el Coto es excelsa pero sencilla: pasear por la laguna del Acebuche, acercarse a la playa (a un par de kilómetros del palacete), correr por los caminos (un pasatiempo que adora ZP, que recorre hasta 20 kilómetros a la carrera por la playa), ver atardecer sobre el Atlántico... Y ponerse las botas en la cocina palaciega o en los restaurantes de la zona. Felipe González siempre fue un incondicional de Casa Bigote, el templo de los langostinos a la orilla de la playa de Bajo de Guía, junto a un Guadalquivir aún turbio de arenas. Zapatero tampoco se pierde una visita a Casa Balbino, en el centro de Sanlúcar, oráculo gastronómico de las tortillitas de camarones y la manzanilla, en cuya terraza se dejó ver en 2007 con el ex secretario de Estado de Comunicación,Fernando Moraleda, que ejerció de camarero (en Balbino no se sirve en las mesas).

De las mieles de este rincón mágico al sur de Europa han disfrutado muchos líderes desde que llegara el primer invitado de la democracia: Felipe González. Entró en 1986 por la puerta grande, pues los arroceros de la zona acusaron a su equipo de fumigar los campos para que los mosquitos no picaran demasiado a la familia del presidente. Es sabido por todos los visitantes que Doñana es un paraíso en la tierra aunque habitado por feroces mosquitos que no conocen la piedad.

Acuerdos y manzanilla

Felipe fue el primero y el que más apego le cogió a Doñana, tanto que en 2010 fue nombrado presidente del consejo del parque. Cuentan que lo conocía de pé a pá, que le encantaba salir a trabajar con los empleados y los escoltas en una curiosa cuadrilla, y que se sabía al dedillo los caminos por los que se paseaba con mandatarios como el alemán Helmut Kohl, que incluso le regaló un camión todoterreno para sortear la arena traicionera de las veredas que todavía se usa. Más tarde vinieron muchos y muchas cosas se decidieron y arreglaron a la sombra de los pinos del coto, que si hablaran desvelarían partes sustanciosas de la reciente historia de Europa.Entre ellos pasearon Tony Blair, que celebró en Bajo de Guía con una copa de manzanilla junto a José María Aznar la firma de los Acuerdos de Stormont en 1998 que suponían el fin del IRA y una fotografía histórica.También lo conocieron Gorbachov, el colombiano Andrés Pastrana, su sucesor Álvaro Uribe, Jacques Delors –que presidió la Comisión Europea entre 1985 y 1995–, Lionel Jospin... y muchos más dirigentes de primera fila internacional. También lo han visitado, entre miles de personas anónimas, otros destacados políticos como la vicepresidenta Elena Salgado, conocida andarina y aficionada a ver amanecer en el Cerro de los Ánsares, el mismo rincón en el que Rodríguez Zapatero presenciará tranquilo el espectáculo de su ocaso como presidente.