Víctor Mari Sáez Profesor de la UCA y escritor

«Usar las redes sociales es como ir surfeando sobre la realidad»

‘Comunicar para transformar, transformar para comunicar’ plantea la necesidad de usar el proceso comunicativo con fines más profundos

Jerez Actualizado: Guardar
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La experiencia diaria con decenas de alumnos en el Campus de Jerez, la investigación académica y el análisis pormenorizado y experto de la realidad han dado como resultado el libro ‘Comunicar para transformar, transformar para comunicar’, del profesor del Área de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Cádiz, Víctor Marí Sáez, que plantea la necesidad de emplear el proceso comunicativo con fines más profundos que la mera transmisión de información.

–¿Cómo surge un título tan sugerente?

–Es un intento de reflejar el trabajo de los últimos años, aunque siempre estamos en la misma línea de investigación, uno va avanzando y llegando a cosas nuevas. También surge como intento de dar respuesta a cuestiones que se plantean en el trabajo del aula, ofrecer herramientas para que los alumnos puedan pensar mejor la comunicación. Hay dos ideas importantes. Una es esta de pensar mejor la comunicación: estamos en un momento de practicar mucho la comunicación por el boom de redes sociales participativas como Twitter, Facebook, Tuenti y compañía pero esa práctica intensiva de comunicación no está acompañada de una reflexión, de un pensar la comunicación. El libro es una respuesta a ese déficit. Y luego planteamos cómo una concreción de esto sería desde qué esquema, modelo o paradigma pensamos la comunicación y de ahí viene el título, intentando resaltar que históricamente la comunicación no se ha pensado tan conectada a la transformación social como planteo en el libro y como, por otro lado, habitualmente la comunicación se piensa más asociada a transmisión unidireccional de información, a intento de persuasión o de orientación de la conducta del público o del votante. Hace falta, por tanto, un paradigma más ciudadano en el que comunicación y cambio social vayan más unidos.

–Vivimos ahora un momento en que las nuevas tecnologías han dado un paso más con la irrupción de las redes sociales.

–Hay que tomar un poco de distancia pero es cierto que hemos dado un salto con la red 2.0 y las redes sociales. Desde la universidad es importante analizarlas porque vemos que en algunos aspectos son nuevos pero siguen apareciendo esquemas que ya han sido pensados antiguamente. Detrás de cierto uso de las nuevas tecnologías hay cierto determinismo tecnológico, parece que el cambio social va a llegar si implementamos las nuevas tecnologías o si damos un salto tecnológico, como si bastara un cambio tecnológico para dar un cambio social. Y no siempre sucede así: para que suceda un cambio social es necesario que cambien otras cuestiones.

–En el libro plantea que estamos pasando por una etapa de exceso de optimismo respecto a la capacidad de las redes sociales.

–Siempre que surge una nueva oleada tecnológica, está el momento de la efervescencia, del uso intensivo y la aparición de los mitos de acabar con todas las desigualdades. Cuando eso se aplaca, igual que cuando echas el cava en la copa y dejan de salir las burbujas y se estabiliza, es verdad que provoca cambios pero las motos que nos querían vender quedan un poco aplacadas. Ahora mismo hay una efervescencia muy intensiva de un tipo de comunicación que, además, es más absorbente que otro tipo de comunicación tecnológica y cualquier usuario puede comprobarlo. Yo pongo el símil en clase de que usar estas tecnologías es como estar surfeando continuamente, moviéndose por la superficie de la realidad, en el contacto superficial con la gente, con los colegas, con el trabajo… pero hace falta más buceo, más inmersión. La comunicación, el cambio social, la intervención social... La vida es también reflexión, largo plazo… Hay mucho de surfeo y poco de buceo. Hay mucho de uso intensivo de comunicación que nos sirve para estar en contacto pero hay carencia de reflexión, de mirada estratégica, de práctica realmente planificada.

–Es un fenómeno al que hay que añadirle la circunstancia de que no llega a todo el mundo por igual.

–Si hablamos de comunicación para el desarrollo, desde fuera de nuestro micromundo europeo y occidental, por mucho que se haya avanzado en la superación de la brecha digital, entre los conectados y los desconectados, estamos ligeramente rondando el 20% de los que acceden a internet. O sea, para cuatro quintas partes del planeta esto no es cotidiano, pero es más: incluso en nuestro contexto son muchos los que observan sin participar, muchos entran a ver pero no cuelgan un post en un blog. Es una sociedad de espectadores donde son unos pocos los que se mueven y muchos los que siguen siendo receptores pasivos. Ahí sí que hace falta cambiar para que sean más los emisores y los que participan.

–¿Y cómo se consigue eso?

–Lo tecnológico no es lo único, falta la cultura de participación. Ahora estamos en el boom del movimiento 15-M, de Democracia Real Ya, donde sin idealizar lo que hay o lo que puede haber, sí ha habido un intento de un sector importante de la población -los jóvenes- por asumir el protagonismo. Pensar que uno tiene algo que decir y que hacer es la clave. Y cuando hablamos de la comunicación en organizaciones sociales, el gran reto sigue siendo planificar estratégicamente la comunicación, no moverse a golpe de impulsos y de inercias sino de verdad dedicar recursos humanos y técnicos para planificar la comunicación.

–¿Importa más cómo se comunican las cosas que cómo se hacen o lo que se hace?

–Yo creo que sí es así. Suelo comentar en la clase que un buen comunicador tiene saber escuchar más que hablar, aplicando el refrán que dice que el ser humano tiene dos orejas y una boca para escuchar el doble de lo que habla. Por desgracia, sin embargo, conocemos a mucha gente que habla el cuádruple de lo que escucha y pocas veces se cumple. Creo que hace falta mucho de análisis y de planificación. En el libro planteo que el proceso de comunicación con modelos alternativos a la comunicación dominante, antes de plantear qué mensaje elabora el emisor para persuadir, se ponen en el lugar del receptor y analizan la realidad. Esto se puede aplicar de muchas maneras, antes de lanzar un mensaje hay que conocer los códigos del receptor, su mundo, sus intereses y eso no siempre se hace con la precisión con la que debería hacerse. Hay inercias que llevan a querer hablar antes que escuchar.