Demi Moore.
vida en pareja

La erótica del poder, también en femenino

El poder gusta y atrae porque quien lo ostenta forma parte de los elegidos. La mujer está entrando de lleno en este club que causa fascinación a la masa

Presidenta de la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual. Directora del Instituto Espill Actualizado: Guardar
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Hace el poder atractivas a las mujeres? El poder gusta y atrae, tanto si lo detentan los hombres como las mujeres. Lo que prima es que destacan por encima de los demás, que forman parte de los elegidos. Han dejado de ser un número más de la masapara convertirse en individuos, a los que identificamos por su imagen o su nombre y apellido. Esto ejerce una fascinación para el resto del rebaño.

Ciertamente, las mujeres están entrando de lleno en el mercado de las personas poderosas, en sus distintos ámbitos: dinero, éxito profesional, fama, notoriedad por cualquier circunstancia... Aquella visión femenina de la mujer con la pata quebrada y en casa, ceñida al ámbito domestico, descanso del guerrero, completamente dócil y casi invisible del ‘macho alfa’, ha pasado de moda. Ha llegado la ‘mujer alfa’, que luce el poder sin estridencias pero con mucha habilidad. La edad tampoco es un impedimento cuando el poder está presente. Ahora, las cuarentonas, cincuentonas, sesentonas y demás –sobre todo cuando el halo del poder las envuelve– han entrado de lleno en el mercado de la seducción y van escalando puestos en el ranking del atractivo sexual: Demi More, Madonna o Susan Sarandon entran de lleno en el prototipo.

¿Por qué atraen los poderosos?

Emparejarse con las personas que destacan podría tener un sentido biológico, si hacemos caso de la sociobiología y de las teorías eugenésicas, que enfatizan la importancia de trasmitir nuestros genes de manera más eficaz. Se trataría de buscar a la mejor pareja para que nuestro intercambio de genes sea más exitoso, como si la reproducción, entendida como acción necesaria para la pervivencia de nuestros genes, marcara el sentido de nuestra vida, y como si nosotros fuéramos meros portadores de material genético, buscando en el mercado el mejor postor para ese emparejamiento. Y en ese caso, ¿es más lícito el encanto personal basado en la belleza o en características de personalidad que el atractivo que supone haber alcanzado el poder? Los sociobiólogos que, como hemos dicho, se ocupan de la trasmisión adecuada y exitosa de nuestros genes, dirían que destacar socialmente es mérito suficiente. Así que la hembra poderosa tiene que estar en el top de los elegidos.

Por otro lado, muchas veces el poder no es más que una entelequia. ¿Cuándo podemos decir que se tiene poder? ¿Poder para qué? Siempre hay una persona más poderosa, en algún ámbito. Pero es suficiente con el influjo de la fantasía de poder para desatar en muchas personas el interés sexual. No en vano, profesiones como policías, bomberos, pilotos, tienen un gran tirón en el mercado de la fantasía erótica, tanto en hombres como en mujeres. El halo del uniforme hace estragos y no es más que la manifestación de un determinado poder.

El poder está en todas partes

El efecto del poder se cuela en cada esquina. No nos centremos solamente en los grandes líderes. Está presente en el jefe, en cada persona que preside una asociación o comunidad de vecinos, en los miembros de cualquier comisión. Se trata de atesorar algún distintivo que se pueda añadir a la tarjeta de visita o al perfil de Facebook. ¡Sobresalir, destacar a costa de lo que sea –parece que gritan los genes– muestra tu poder, diferénciate, Facebook, Twiter, Youtube! Sin mencionar el salir en televisión, que se considera lo más. Cada persona en su barrio y en su grupo alardea de su poder, hace ostentación de los más insignificantes logros, como pavorreales que exhiben sus plumas en el cortejo. Este es un reflejo del papel que puede jugar el poder en nuestra vida sexual.

Materia erótica

En cuanto a la materia erótica propiamente dicha, a mayor educación y mejores niveles económicos, el concepto de sexualidad es más enriquecedor y sofisticado. Aunque esto sucede en el mejor de los casos, porque siempre hay grotescas excepciones. Pasa lo mismo en la conducta alimentaria, entre la diferencia de deglutir los alimentos para saciar el hambre o degustar las delicadas exquisiteces como un gourmet. Así ocurre con el erotismo, donde las personas con poder tienen acceso al disfrute de los placeres y pueden elegir. Eso los coloca en una situación privilegiada en el mercado del atractivo sexual. Por tanto la persona elegida como compañera sexual recibe un subidón de autoestima al haber sido escogida entre tantas posibilidades, y pasa a compartir de manera vicaria el éxito de la persona poderosa, además de disfrutar de las delicias con tan delicado sibarita.

La otra cara de la moneda

El disfrute del poder lleva aparejado otra cara de la moneda, es absorbente, exigente y requiere tiempo y dedicación. Además, permite satisfacer necesidades de todo tipo y su mismo ejercicio es gratificante de por sí. Por lo tanto, puede hacer que se dejen de lado otras gratificaciones, como la sexual, sobre todo cuando se termina la fase de conquista dando paso a la placidez de la entrega.

Las personas poderosas, sobre todo las adictas al poder, pueden descuidar muy fácilmente su terrenal vida amorosa, en pos de la inalcanzable pasión de obtener siempre mayores logros.

Si no, qué me dicen de los hombres y mujeres que se dedican a la política, que se pasan la vida en actos con proyección social, pero absolutamente intrascendentes para su mundo afectivo. Siempre maquinando y pendientes de defender su parcela de poder, sin tiempo para cultivarla y disfrutar de ella. En estos casos, la pareja sexual, que se sintió atraída por los oropeles de la imagen pública, puede vivir con gran desilusión la pobre y sucinta realidad de la esfera privada.

El poder tiene su cara y su cruz. Aunque está claro que es un ropaje que amplifica y resalta los encantos, además de tener otros valores añadidos. Pero, sobre todo, hace a las personas más visibles, aumentando la posibilidad de elegir y de ser elegidas. El éxito resulta atractivo en todos los ámbitos y en el erótico no iba a ser menos. Que ese atractivo resista la rutina cotidiana depende del verdadero encanto de la persona que lo ostenta.