THE SHOW MUST GO ON

PROFESOR DE LITERATURA DE LA UCA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El 12 de enero de 1910 nacía un nuevo teatro para la ciudad. Atrás quedaban ya los ecos de su tradición teatral, en la que Cádiz había llegado a tener más de diez escenarios: la Ópera italiana, la Comedia francesa, el Principal -el más importante en la historia de la ciudad, hoy completamente olvidado-, el Cómico, el Balón, la Posada de la Academia.

Para su construcción, la misma noche que el primitivo Gran Teatro -de madera- salía ardiendo se constituyó la 'Sociedad Constructora del Teatro de Cádiz'. El nuevo 'Gran Teatro' -después 'Gran Teatro Falla'- vino a tomar el relevo de toda esa tradición para convertirse en el gran referente cultural de la «buena sociedad» de principios de siglo. Su lujoso y cuidado interior en rojo y oro lo convirtieron muy pronto en uno de los grandes teatros andaluces y en una referencia de la escena nacional, pues no había que olvidar que para «hacer las Américas», las compañías de teatro -la de María Guerrero, López Heredia, Lola Membrives o la Xirgu- debían pasar por la ciudad para embarcar hacia su periplo americano. Esa fue una época especialmente dorada del Teatro, al coincidir también con uno de los grandes momentos de la escena en España.

Además, las calidades sonoras de su amplio escenario y su foso para la orquesta posibilitaron también que la ópera y la zarzuela tuvieran una producción brillante sobre sus tablas, como se evidenció, a pesar de las malas críticas de la prensa, en su inauguración con La Bohème, dentro de un programa que incluía el género nacional por excelencia, la zarzuela, con 'La Tempestad' y 'Jugar con fuego'. Ese primer tercio del siglo XX, esa Edad de Plata de la cultura española se reflejó y se pudo contemplar en Cádiz gracias a este nuevo edificio que muy pronto se erigirá en todo un símbolo de la ciudad y sus gentes.

Con la guerra y especialmente con la posguerra, el Teatro también acusa el peso del hambre. No obstante, va a continuar con la misión de entretener a los gaditanos. El resultado no puede ser menos interesante, pues si bien es verdad que fueron años muy difíciles, también en el ámbito de la cultura por la escasez de medios, la fuerte censura y represión franquista, no es menos cierto que el Gran Teatro Falla mantiene su ritmo, y sirve en parte para paliar el tono gris de tantos falsos años de paz.

Los años 40, 50 y 60 si se caracterizan por algo es por las varietés y los espectáculos folclóricos, con nuestras grandes estrellas del cine, la copla y la revista, además de las compañías de repertorio. Como comentaba mi abuelo -entonces jefe de la guardarropía del Teatro- sonadas fueron las peleas de Manolo Caracol y Lola Flores en la cercana taberna de 'La Parra de la Bomba', donde algún que otro zapato de la Niña de Fuego llegó a estrellarse contra las lunas del local, cuando llegan a Cádiz para estrenar su espectáculo 'Zambra' en el año 44. Son también los tiempos de los bailes de Carnaval y del Concurso de Agrupaciones, que lo vuelven a convertir en el epicentro del ocio gaditano.

Los 70 marcan otro cambio de ritmo con una recuperación de su programación, posiblemente al calor de los nuevos vientos políticos que se dejaban sentir sobre la escena. Marsillach, Nuria Espert, Lola Herrera, Buero Vallejo, Antonio Gala son algunos de esos nombres que pasaron por su escenario para darnos una lectura crítica de los tiempos. Así, junto a la explotación como cine y como templo del Carnaval, el Gran Teatro Falla continuaba con su misión de entretener a los gaditanos

Con la reapertura en octubre de 1990 recupera su primitivo aspecto, y con ello toda la brillantez inicial, gracias también a una programación cómplice que vuelve a colocarlo en el epicentro de la cultura de la ciudad. Sin embargo, a pesar de ese empuje inicial, en los últimos tiempos se ha venido desmarcando cada vez más -a excepción del Carnaval- de esa sociedad -la gaditana- para la que fue construido. Se ha abierto un periodo de búsqueda de identidad, en el que no terminan de cuajar las iniciativas de su política teatral a pesar de los esfuerzos y las buenas intenciones. Se echa en falta un rumbo fijo, una ilusión, una meta, como reflejos mismos de su entorno. No obstante,'the show must go on'. Y a pesar de todo, para estos nuevos cien años la función deberá continuar: ¡Arriba el telón!