Teófila Martínez no pudo evitar las lágrimas. | Cedida por Onda Cádiz
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Lamentable espectáculo en el pleno

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Ni siquiera había transcurrido una hora de sesión cuando tres de los concejales socialistas más cercanos (sólo físicamente) a Teófila Martínez habían dicho ya, entre risas, lo de «riau, riau». Fue claramente audible incluso desde las sillas habilitadas para el público. El punto a debate no tenía nada que ver con la fuga de los toros en el rodaje, pero Rafael Román, Federico Pérez Peralta y Juan Ortuño ya habían decidido usar ese comentadísimo y grabadísimo incidente para calentar el teórico diálogo.

Volvieron a repetir, «riau, riau» una hora después, cuando se discutía sobre la necesidad de poner en marcha más talleres de empleo para combatir la estampida del paro. Incluso, cuando la alcaldesa aseguró que, de ese tipo de centros formativos, en «Cádiz sólo hay dos, mientras que en Jerez han puesto cinco», Román regresó al sorprendente hilo argumental taurino: «Cinco, no. Siete, siete toros se escaparon, siete».

Apenas se había llegado al mediodía, cuando la táctica reapareció, ya con música de fondo y coros completos: «Los toros del pueblo ya se han escapao/ riau, riau», llegaron a cantar a dos voces, con cierto compás pese a la risa, Pérez Peralta y Ortuño, sin el concurso del portavoz esta vez. Entre medias, Peralta y Romaní (con Mercedes Colombo, Marta Meléndez y Ortuño, que estuvo en todas, como subalternos) habían cruzado algunos desplantes. Señalándose con el índice, se decían algo bajo el sonido del interviniente.

Al parecer, el del PP, insultó. Meléndez aprovechó un turno de palabra para pedir «respeto en las intervenciones, que desaparezcan las descalificaciones». Pero ese límite de la corrección había quedado destrozado desde el pitido inicial, como la valla que abrió el toro en Novena ese domingo que aún no ha terminado. Cabría decir que los nervios estaban a flor de piel pero a los testigos que no eran concejales incluso les parecía que había ganas de clavar puyas mucho antes de que los ánimos estuvieran caldeados. Las provocaciones mutuas comenzaron en frío, como si estuvieran preparadas.

Horas después, cuando los malos gestos parecían olvidados, llegó la gran bronca. Comenzó, curiosamente, en una propuesta de IU pero a todo esto, su portavoz, Sebastián Terrada, se comportó en el debate como el alter ego de Nelson Mandela. Su cara durante los acontecimientos lo decía todo.

IU le pedía al equipo de Gobierno que vigilara si había familias dentro de las fincas en las que se realizaban obras mayores. Hubo un intercambio cordial entre Terrada y Romaní, pero después intervino la edil socialista Natalia Álvarez y el debate se empezó a agriar. Álvarez acusó a los populares de dejación de funciones y de no estar al lado de los vecinos que han sufrido recientes realojos y tildó de ‘aves carroñeras’ (un término empleado por el PP en días pasados para calificar la actitud socialista en este asunto) a los propietarios de infraviviendas. «Ustedes se han puesto, de manera inconsciente de parte de esos propietarios», apostilló. La réplica no se hizo esperar y Romaní pidió que «la Junta termine primero las casas de realojo de Matadero y no metan la pata».

Pero lo que de verdad enervó a las filas socialistas fue que el concejal de Urbanismo le reprochara a Álvarez que «la Junta le haya montado a usted una oficina frente al Ayuntamiento». Álvarez pidió derecho a réplica y al no concedérsela, comenzó la batalla campal dialéctica.

Teófila pidió –rogó– hasta en una docena de ocasiones silencio, porque pretendía intervenir en el Pleno para cerrar el debate. Fue imposible. El debate se le fue de las manos y la discusión saltaba de la banca socialista a la popular. Llegó un momento en que la alcaldesa tenía también que reconvenir a sus concejales. Varios minutos de gritos. Otro bochorno. El tercero grave en este mandato.