vuelta de hoja

Tres partes de guerra

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En el combate, hasta ahora incruento aunque abunde en crueldades, que sostiene el presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, con los sindicatos, hay que reconocer que cada uno tiene su parte de razón, pero a renglón seguido hay que admitir que las tesis de unos son más razonables. Más que nada porque «siempre tiene razón el sufrimiento». El diálogo entre la patronal y los trabajadores no debe romperse nunca, ya que los que acaban haciéndose añicos son éstos últimos, pero ¿cómo esperar que muestren un enorme entusiasmo al proponerles que deben bajar sus salarios en un uno por ciento? Han recibido ofertas más sugestivas que esa y han sabido rechazarlas. Cuando se renuncia a conversar, las guerras se hacen sordas.

No es el caso de la que lleva medio siglo manteniéndose con ETA, que sigue siendo estruendosa. «Estos asesinos no conseguirán alterar la normalidad», ha dicho el Rey, quizá refiriéndose a que lo verdaderamente normal es que sigan poniendo bombas. Los explosivos de pequeña potencia causan destrozos menores que lo de una potencia mayor, pero hacen un ruido semejante. La llamada «isla de la calma» ha sido sobresaltada. La banda tiene mucho interés en demostrar que puede matar y que si no lo hace no es por falta de ganas, ya que contra las vocaciones fuertes no hay nada que hacer, sino porque aspira a nuevas negociaciones.

No hay que dar ninguna batalla por perdida, pero en la única donde se registran victorias es en la científica. Las células madre han abierto un nuevo camino para luchar contra el cáncer, a pesar de todas las oposiciones de los herederos tenaces de los que también se opusieron en su tiempo a la vacuna o a desviar el curso de los ríos. Lástima que no haya medicina regenerativa para otras dolencias.