Tribuna

La Renta Disponible española ayer, hoy y mañana

El PIB es el mejor indicador del bienestar económico de una sociedad. Mide la renta total de la economía como su gasto total en bienes y servicios. El PIB per cápita indica la renta y el gasto medio por persona. La primera y lógica consecuencia es que la mayoría de las personas se decantan por recibir una renta mayor y disfrutar de un gasto mayor.

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Es indubitado que un elevado PIB ayuda a vivir mejor. Sin embargo, hay cuestiones que interesan a los individuos y que se relacionan con su nivel de vida y que por su carácter intangible no son cuantificables. Pero hay una premisa que siempre se cumple, los países que tiene un PIB mayor pueden permitirse mejorar esas cuestiones intangibles que preocupan a los ciudadanos y que no son cuantificables, pero predisponen al bienestar económico de los individuos como son entre otros, la educación, la salud, el funcionamiento de la Administración Pública...

El PIB no considera en cuanto no son cuantificables esas consideraciones, pero la consecución de éstas por los ciudadanos de un país se ven facilitadas cuando los individuos están menos ocupados en cubrir sus necesitadas vitales.

El PIB es una cantidad que desconoce la justa o no distribución de la riqueza en una sociedad. El PIB per cápita determina el equivalente en la persona media, lo que se acerca al análisis pretendido de determinar el nivel de renta disponible de los individuos.

PIB per cápita y Renta Disponible son conceptos diferentes pero con tendencias paralelas que sirven para explicar el nivel de bienestar del ciudadano en una determinada sociedad. Se conceptúa ésta última como la renta que les queda a los hogares y a las empresas una vez han cumplido con sus obligaciones para con el Estado.

El crecimiento económico español en términos de PIB es innegable en los últimos catorce años. Sin embargo, el PIB per cápita desciende desde el año 2006. Ese año experimentó una bajada del 0,4%. Ello es debido a que la población ocupada creció ese año aproximadamente en el 4,1% y el PIB en el 3,8%. En el año 2007 se agudiza el retroceso según estimaciones de Eurostat, situándolo en el 2,7%. Ello equivale a situar los niveles de renta de los españoles al año 2003.

De lo dicho se desprende que las continuas referencias por el gobierno a las cifras de crecimiento desvirtúan la realidad. La presentación de éstas debería ir acompañada para que no fueran una verdad a medias de su consideración per cápita. La explicación de la distorsión que supone su análisis es sencilla. Las cifras de población del Instituto Nacional de Estadística están infravaloradas, lo que es reconocido por el propio organismo. Desde hace años el proceso migratorio en España es el mayor del mundo, absorbiendo de esta forma el mercado más de un millón de inmigrantes al año. Después de Alemania que nos dobla en población, somos el país con mayor número, rebasando ampliamente los cuatro millones. Se estima la existencia de más de millón y medio de inmigrantes irregulares. Estos trabajan y consumen por lo que colaboran en la determinación de las cifras del PIB. Al unísono debieran considerarlos para su determinación per cápita, cosa que no se hace. Es aquí donde surge la paradoja y también la explicación del crecimiento en términos absolutos de la economía española y el empobrecimiento real de los ciudadanos.

La explicación fundamenta la reducción del PIB per cápita y de la Renta Disponible. Es innegable la reducción de los salarios reales. Desde el año 2003 el poder de compra de los españoles ha caído por encima del 4%, mientras que en igual período la media europea la veía mejorada en más del 5%.

El otro componente para determinar la Renta Disponible es la presión fiscal. En el período que va desde 2003 hasta la fecha, el IRPF ha supuesto una reducción impositiva, cuantificada en la mitad del impacto negativo de la inflación sobre la economía. Hay que resaltar el mayor impacto inflacionario en España que en el resto de países de la Unión, estimado en el 1,2%.

La veracidad de las cifras oficiales y públicas indica sin temor a equívocos que el PIB per cápita creció en nuestro país el 1,1% anual sobre el crecimiento de la media de los veinticinco Estados de la Unión Europea en el período 1996-2000. En el período 2001-2006 se desaceleró el crecimiento a una tasa del 0,4%. Los datos desde el 2006 en adelante ya han sido expuestos explicitando la distorsión entre el crecimiento del PIB y la reducción del PIB per cápita.

Pero hay más, la inflación que repercute directamente en la capacidad de compra de las familias, ha evolucionado y no ha sido adecuadamente analizada. De tal forma que los Indices de Precios de los distintos bienes de consumo no reflejan la pérdida de poder adquisitivo de nuestra Renta Disponible. Muchos de los bienes de primera necesidad han experimentado crecimientos desorbitantes, mientras que productos de otra índole, normalmente manufacturas provenientes de mercados emergentes que contribuyen a la configuración del Indice de Precios al Consumo, incluso han bajado de precios. Ello contribuye al desequilibrio y descalabro de la renta familiar disponible que empobrece más si cabe al sufrido ciudadano español.

Todo gobierno que se precie debe tener como meta el aumento del bienestar de la población y en el contexto de la Unión debe tenderse siempre a la convergencia. Pues bien, si relativizamos hoy la situación española con la de los quince nos situaríamos en una posición equivalente a la que teníamos en el año de 1975, ya que en ésta fecha España tenía un nivel de renta per cápita del 83% de la media de éstos quince países. Digo la de los quince y no la de los veinticinco porque automáticamente supondría una minoración de ocho puntos y esos niveles de renta no pueden ni deben ser las aspiraciones de un país como España que superó en 1999 con creces los requisitos indispensables de convergencia.

En 1999 habíamos convergido, hoy nos alejamos de esa convergencia, el 40% de los ciudadanos se encuentra muy afectado por la actual coyuntura, sólo el 11% dicen no sentirse afectado. Mañana ... que Dios nos coja confesado.