Cádiz 0 - Tenerife 0

Dos caras y un punto

El Cádiz compensa una pésima primera mitad con una buena segunda parte en la que marra numerosas ocasiones de gol Kosowski y Bangoura debutaron y elevaron el nivel del equipo

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La orilla salvadora se divisa cada vez más lejos. Las fuerzas flaquean, el impulso ya no es el mismo y las oportunidades de engancharse a la madera salvadora se evaporan en cada brazada. El Cádiz se ahoga, el peso del pasado y los errores del presente impiden el avance, y respira por inercia a la espera de que un milagro lo vuelva a sacar a flote.

Es la realidad de este equipo que juegue bien o mal, gane o pierda, no transmite la sensación de que esta temporada se salde con el éxito del ascenso. Está condenado a la mediocridad. La prueba es el partido de ayer. La escuadra de Calderón firmó una horrible primera mitad, se enderezó tras el descanso con una gran segunda parte, y el resultado fue... ¿el mismo! Son las dos caras de una misma moneda, una peseta caduca en un mercado que se mueve por otros derroteros.

Desilusión

A falta de que la tarde de hoy coloque al Cádiz en el lugar que le corresponde, el fútbol propició una nueva jornada amarga en una ciudad que se aferra al Carnaval para huir de sus miserias cotidianas. Reflejo de la desilusión cadista son los numerosos claros que se advierten en el estadio partido tras partido, y la frialdad (ya no hay casi silbidos) con la que despide a futbolistas y directivos.

La indiferencia viene provocada por lo que sucede sobre el verde de Carranza. Muchos gaditanos sacrificaban el pregón pirata y se encontraban con un equipo que desde el principio cedía la pelota a su agazapado rival. Sólo Natalio llevaba peligro a los dominios del meta tinerfeñista, que al minuto once derribaba a Dani (con mucho teatro del trianero) en una acción en la que el colegiado miró para otro lado. Ese penalti habría cambiado el guión del duelo, pues del penalti y expulsión se pasó al saque de puerta.

Reacción tras el descanso

El conjunto gaditano perdía la batalla en la medular, cada jornada más decepcionante, y los chicharreros marcaban el ritmo del partido mientras que el Cádiz jugaba al contragolpe. Natalio ponía a prueba a un seguro Juan Pablo, mientras que el disparo de Ayoze se perdía lamiendo el poste.

Todos los disparos llegaban desde más allá de la frontal, ya fuera con vaselinas precisas (de nuevo Natalio) o zambombazos (de Julio Hormiga). La afición clamaba contra sus futbolistas, que no convencían pese a no pasar apuros, y el error clamoroso de Dani en un uno contra uno traía los primeros pitos al coliseo gaditano.

Con muy poco, lo mínimo, el Cádiz había gozado de las mejores ocasiones. El panorama era claramente mejorable y Calderón se encargó de insuflarle a los suyos una buena ración de casta y adrenalina. El equipo que salía del vestuario apenas tenía nada que ver con el horripilante de los primeros compases. Enrique tomaba las riendas y se convertía en un incordio constante por su banda, ayudado por el infatigable Cristian.

El proyecto de Calderón comenzaba a funcionar. Velocidad por banda (Parri, por cierto, estuvo en el campo), estrategia bien preparada (pero De Quintana se salió el guión), y constancia, mucha constancia. El Cádiz fallaba y seguía, fallaba y seguía, no bajaba la cabeza. El central gerundense disparaba dentro del área y Juan Pablo se lucía. Enrique regateaba a tres contrarios y el esférico rozaba la madera.

Sólo faltaba el gol, y el técnico gaditano echaba mano de toda la pólvora que tenía, sorprendiendo que Bangoura ya entrara por delante de Casas. El guineano demuestra que tiene olfato enganchando un balón en el área pequeña, pero se estrellaba contra las mallas por fuera.

El partido se escapaba. El Cádiz pagaba su falta de puntería con dos puntos obligados, de los que nunca se pueden ir. Enrique, en el último suspiro, estampaba su disparo en la red que protege a los aficionados de fondo norte, los que más cerca vieron la pelota.

Se habla de la suerte de los campeones, de la varita conque están tocados los privilegiados que cada año ascienden a Primera, del ombligo de algunos que la meten con el trasero. Pero la fortuna huye de Cádiz. Se gastó de tanto usarla.

jaguilera@lavozdigital.es