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El adiós a las cabinas de teléfono

En la provincia sólo quedan unos 900 aparatos y en Cádiz capital poco más de 80

a. mendoza
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Pasan desapercibidas y han dejado de ser ese instrumento útil tan demandado en otros tiempos. Es la realidad de las cabinas de teléfono. Casi nadie recuerda dónde existe actualmente uno de esos aparatos públicos. La imagen de personas esperando para poder hacer una llamada hace ya tiempo que quedó en el olvido. Los más jóvenes ni siquiera han vivido esa situación porque los teléfonos móviles se han convertido en compañeros casi inseparables de cualquiera.

Telefónica no tiene registrado el número total de cabinas que hay en Cádiz aunque al igual que en el resto de las ciudades su presencia ha disminuido con el paso de los años. La empresa que se dedica al mantenimiento de las cabinas, Sertel, estima que en la provincia quedan entre 900 y 1.000 cabinas y en la capital hay entre 80 ó 90.

Es decir que en Cádiz hay una cabina de teléfono por cada 150 habitantes aproximadamente. La mayoría de ellas pasan días y semanas sin ser utilizadas.

No convence a los usuarios

Ni extranjeros ni personas mayores hacen demasiado uso de la cabina de la Plaza del Palillero. Ese usuario que hace pocos años aún mantenía con vida estos aparatos ya ha dejado de emplearlos gracias a las posibilidades de la telefonía celular. Liudmyla, a sus 52 años, es un ejemplo de ese cambio paulatino. Es ucraniana pero lleva en España unos doce años y reconoce que hoy en día ni ella ni sus compatriotas emplean una cabina de teléfono para llamar a su país. «Al principio sí que utilizábamos las cabinas y también los locutorios pero ahora todos tenemos un teléfono móvil con internet y es mucho más fácil llamar y hablar con tu gente». Liudmyla asegura además que es más económico el móvil. «En mi caso para poder llamar desde las cabinas hay que buscar una tarjeta que es bastante cara y después te pasan con una operadora. El móvil tiene muchas tarifas y es más directo. Me resulta más barato llamar por ahí», explica.

Manuel Rodríguez está jubilado. A sus 71 años recuerda bien cómo antes existía una importante demanda. «En la calle veía cómo en determinadas ocasiones había cola para llamar. Y normalmente en un mismo sitio había más de un teléfono público», admite. Sin embargo ahora a Manuel le pasa como a la gran mayoría. «Yo al principio no quería móvil, pero ahora reconozco que en muchas ocasiones me hace falta y es mucho más cómodo para todo».

Gonzalo Jiménez no usado jamás una cabina de teléfono. Apenas se ha fijado dónde están ni cómo son esos aparatos. Forma ya parte de esa nueva generación que ha crecido con internet y con la tecnología más avanzada a su alcance. No tuvo un teléfono móvil hasta los doce años. Antes no le hizo falta porque aún no salía por su cuenta con los amigos. «A mis padres no les hacía gracia que tuviera un móvil tan pronto pero la verdad que ahora con el tiempo creo que lo ven bien. Están tranquilos y me pueden localizar y yo a ellos sin depender de tener que llevar monedas o buscar una cabina que la verdad es que no sé ahora mismo ni dónde hay una».

La feroz competencia del teléfono móvil acaba con la necesidad de utilizar una cabina de teléfono. Para los usuarios, salvo en situaciones muy excepcionales, ya no está justificada la presencia de este servicio en las calles. Incluso muchos reconocen que antes que usarlas pedirían a alguien con móvil el favor de que les permitieran hacer una llamada.

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