EL ASTROLABIO

Filantropía

No voy a afearle a nadie su riqueza, sobre todo a quienes la tienen bien ganada

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La felicidad se alcanza cuando uno tiene capacidad de dar lo que posee a los demás. Al menos, eso dicen los que entienden de felicidad. En España no existe tradición filantrópica, todavía menos en los tiempos contemporáneos. No voy a afearle a nadie su riqueza, sobre todo a quienes la tienen bien ganada. Cada uno es dueño de su dinero y de invertirlo en lo que considere, pero sí echo en falta iniciativas orientadas a fomentar esa cultura del bien común: esa idea según la cual no hay mayor recompensa que la propia generosidad. Ni mayor capacidad de prosperar. En Estados Unidos, buen número de millonarios –Ted Turner, Bill Gates y ahora Mark Zuckerberg– han decidido donar su fortuna al futuro, que tiene muchas caras, muchos horizontes, muchos corazones y muchos nombres.

Es cierto que en su país la carga impositiva es menor que en España y el resto de Europa, y que aquí estamos pendientes de una ley de mecenazgo. Pero no es menos cierto que el desprendido no necesita de legislaciones ni de incentivos fiscales: le basta saber que, con frecuencia, ser generoso es dar lo que el otro necesita, aunque también me haga falta a mí.

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