RELIGIÓN

La vida tras las rejas de las monjas de clausura en Córdoba

ABC accede al testimonio de las hermanas de los conventos de San Calixto en Hornachuelos, de Aguilar de la Frontera y de Hinojosa del Duque

La priora de las carmelitas descalzas del monasterio de Nuestra Señora de la Sierra, en Hornachuelos V. MERINO

RAFAEL A. AGUILAR

LA barrera que separa del mundo a la mujer de setenta y un años que habla en voz muy baja, que a veces se ríe y bromea y que otras se pone seria y mística, es una reja de dos cuerpos, cada uno de ellos de una forma diferente y distanciados por una cuarta. La madre Cristina de la Eucaristía, la priora del convento de las carmelitas descalzas de San Calixto, situado a diecinueve kilómetros de Hornachuelos, recibe la visita en un locutorio y como testigo de la conversación está el capellán de la comunidad, el padre Jerónimo, un ermitaño animoso y sonriente de unos cuarenta años. Nada es casual: las constituciones de Santa Teresa de Jesús, la fundadora de la orden, dejan claro que la ventana al exterior —que se limita a la sala de recibo y al coro desde el que siguen la liturgia— se ha de componer de dos enrejados y que cualquier contacto con personas ajenas al cenobio, incluidos los familiares más cercanos, tiene que producirse en presencia de un tercero, habitualmente otra monja, que pueda oír todo lo que se dice. «Esas rejas no sólo son una separación física, también lo son desde de un punto de vista espiritual, ya que marcan la frontera entre el mundo sagrado y el mundo profano», explica el sacerdote en el enclave de la provincia de Córdoba.

Anunciación Ceular es la abadesa del convento de Hinojosa-ÁLVARO CARMONA

La hermana Anunciación Ceular, abadesa de la comunidad de concepcionistas de clausura de Hinojosa del Duque, al norte de la provincia, recuerda que una vez estuvo en la playa. «Me llevaron mis padres siendo jovencita, y me gustó: recuerdo el mar, la arena, la gente en bañador. Fue antes de entrar aquí». De esa visita ya hace, pues esta mujer de 75 años nacida en el barrio de San Agustín entró en la clausura a los 16 años y es la responsable de un cenobio compuesto por veinte hermanas, todas españolas y buena parte de ellas nacidas en la provincia de Córdoba. «Cristo se enamoró de mí y me pidió que le entregara mi vida. Estoy enamorada de él», explica sonriendo.

«Como Jesús en su cruz, llegamos al mundo desde un espacio limitado», afirma una monja de Hinojosa

A su lado se encuentra sor María de las Nieves, una alicantina de cuarenta años largos que ejerce de vicaria de la comunidad. «Hay personas que aún con fe piensan que nuestra vida es un derroche, que la estamos desperdiciando, porque podíamos irnos a las misiones o a los hospitales a ayudar a los enfermos. Olvidan que desde el espacio limitado de nuestra clausura llegamos al mundo entero, como hizo Jesús a través de algo tan limitado y tan medible como su cruz», tercia ella. «Pero dígame qué cree usted que hay fuera de este convento que me pueda gustar más», le pregunta al periodista. Ella misma responde: «Mire, no me pierdo nada de fuera. A lo que yo aspiro es a romperme en el cuerpo de Cristo».

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