Un ejército de gatos salvajes gobierna una isla remota en el sur de Japón, acurrucándose en casas abandonadas o pavoneándose en un pueblo de pescadores que está invadido de felinos: superan en número a los humanos de seis a uno.

Originalmente, los gatos fueron introducidos en Aoshima, una isla de kilómetro y medio, para hacer frente a los ratones que vivían a sus anchas en los barcos de los pescadores. Pero los gatos se quedaron... y se multiplicaron.

Más de 120 gatos viven en la isla en compañía de un pequeño número de seres humanos, en su mayoría jubilados que no se unieron a las oleadas de emigrantes en busca de trabajo en las ciudades tras la Segunda Guerra Mundial.

Para llegar a Aoshima basta tomar un ferry que tarda 30 minutos desde Ehime. Allí vivían 900 personas en 1945. La única señal de actividad humana ahora es el bote lleno de excursionistas procedentes del continente, ansiosos por visitar lo que se conoce localmente como «Cat Island».

Sin restaurantes, coches, tiendas o quioscos de venta de bocadillos, Aoshima no es un paraíso turístico. Pero los amantes de los gatos no se quejan. «Hay un montón de gatos aquí», dice Makiko Yamasaki, de 27 años. «Así que me gustaría volver otra vez».

El gusto por los gatos no extraña en un país que dio al mundo a Hello Kitty [un personaje ficticio producido por la compañía japonesa Sanrio]. Los Café Cat han sido durante mucho tiempo populares en Tokio. En estos locales atienden a los fans que no pueden mantener a los animales en su casa debido a las estrictas regulaciones de vivienda que a menudo prohíben mascotas.

Texto: Chris Meyers, periodista de la agencia Reuters.