Cinco rutas sencillas y familiares a menos de 150 km de Madrid

Propuestas para organizar una excursión sin complicaciones en Toledo, Guadalajara, Ávila, Segovia y Cuenca

Cinco excursiones fáciles, para toda la familia, sin salir de la Comunidad de Madrid

Excursionistas en la ruta de las hoces del río Riaza
J. F. Alonso

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A medida que se intuye el regreso de los viajes, o al menos de las excursiones más allá de nuestra Comunidad, regresan también las tertulias de amigos para decidir «dónde vamos el próximo fin de semana». Naturaleza, senderismo y pequeños pueblos triunfan en los últimos tiempos. En estas líneas recordamos cinco excursiones cercanas con un poco de todo: cultura, pequeñas caminatas y pueblos con encanto.

1

Los cortados del río Riaza, cerca de Montejo de la Vega de la Serrezuela

Hoces del río Riaza (Segovia)

Esta ruta para respirar a pleno pulmón (un paraíso siempre, y más en estos tiempos) comienza en Montejo de la Vega de la Serrezuela, a 150 km de Madrid. Este pequeño pueblo, donde hay una Casa del Parque para recabar mapas e información, es una de las esquinas del Parque Natural de las Hoces del Río Riaza; la otra, Maderuelo, junto el embalse de Linares. Nuestra senda arranca en una zona de aparcamiento en las afueras de Montejo, y luego serpentea por estas laderas, por el lado derecho del cauce, con vistas a los imponentes cortados donde habita una de las grandes colonias de buitre leonado de Europa, uno de los sitios que más frecuentó Félix Rodríguez de la Fuente. Siguiendo el río se llega a un cañón calcáreo donde está la ermita del Casuar. El día puede alargarse tanto como se quiera, antes de regresar a casa por el mismo camino.

Y además. Una buena idea es volver a Madrid por Maderuelo, un bellísimo pueblo amurallado en una colina sobre el embalse de Linares. Y algunos kilómetros más allá, Ayllón, otro tesoro medieval de Segovia.

2

Monasterio de Uclés

Monasterio de Uclés (Cuenca)

'El Escorial de La Mancha ' está a menos de cien kilómetros de Madrid. La primera piedra del edificio actual (antes fue castro celtíbero y fortaleza de los musulmanes y de la Orden de Santiago, que tuvo aquí su casa matriz) se puso en el siglo XVI sobre un altozano que domina el horizonte, hasta el punto de que al atardecer su sombra cubre todo el pueblo de Uclés (Cuenca). Hasta el XVIII se construyeron distintas edificaciones, un conjunto imponente. El tiempo de las obras determinó el uso de distintos estilos: plateresco (el antiguo refectorio), herreriano (la iglesia) y churrigueresco (la fachada principal). La desamortización de Mendizábal (1836) significó el final de la comunidad santiaguista. La Fundación Fernando Núñez está tratando de activar la vida cultural en el monasterio con distintas actividades (exposiciones, conciertos, conferencias) a lo largo del año. Visitas: reservas@monasteriodeucles.es

Y además. A 13 km, en Saelices, está el parque arqueológico de Segóbriga, una de las ciudades romanas mejor conservadas de España. Durante la visita se pasa por el anfiteatro, el teatro, la muralla, el foro, la basílica, los templos, las termas, el sistema de abastecimiento de agua, las necrópolis y algunas de las viviendas.

3

Cerámica de Talavera de la Reina Abel Martínez

Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo (Toledo)

La seña de identidad de estos pueblos toledanos es la cerámica, con una historia larga y de éxito, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Fue al principio una producción casera y de influencia mudéjar, pero a partir del reinado de Felipe II comienza una época renacentista con una paleta de colores formada por azules de oxido de cobalto, negros de manganesos, verdes de cobre, amarillo de antimonio y naranjas de oxido de hierro. En Talavera trabajó Jan Floris, ceramista nacido en Amberes, conocido por haber popularizado en Castilla la técnica de la pintura cerámica policroma de origen italiano. El siglo XVII es la época de máximo esplendor de esta artesanía, a raíz de la 'Pragmática contra el lujo' (1601) de Felipe III. La nobleza cambió las vajillas de metales preciosos por las de cerámica. Una visita a Talavera y Puente del Arzobispo (les separan 40 kilómetros) es una zambullida en ese mundo, en tiendas y talleres, y en la ruta de los murales que están repartidos por la ciudad.

Y además. El yacimiento arqueológico (los restos de una antigua madina de Al-Ándalus) de Ciudad de Vascos, en Navalmoralejo.

4

Castañar de El Tiemblo, en otoño

Castañar de El Tiemblo (Ávila)

A 104 km de Madrid, ya en Ávila. Es imprescindible en otoño, pero sus enormes árboles centenarios merecen la pena en cualquier época del año. Un paseo por este bosque alivia el estrés, sobre todo entre semana, cuando suele estar vacío. A la entrada encontramos el área recreativa del Regajo, donde hay que dejar el coche y caminar por un sendero hasta un antiguo refugio. Al lado, en una zona mágica del bosque, hay un impresionante castaño («el abuelo del bosque»), el ejemplar de esta especie más grande de Europa, con un perímetro de más de diez metros. Su tronco hueco sirvió como refugio de pastores.

Y además. A unos 9 km (Carretera de El Tiemblo a Sotillo de la Adrada) está el conjunto escultórico vetón de los toros de Guisando; en Cebreros, a 8 km, el museo Adolfo Suárez y la Transición.

5

Una imagen de Pastrana

Pastrana (Guadalajara)

La villa de Pastrana (a poco más de 90 km de Madrid) es un paraíso para los aficionados a la historia. Formó parte del Viaje a la Alcarria, de Camilo José Cela. Y, siglos atrás, de la vida de Santa Teresa de Jesús, que fundó aquí un convento de Carmelitas Descalzas: el de San José para mujeres y el de San Pedro (hoy del Carmen) para hombres. El callejeo puede empezar en la Plaza de la Hora para ver el Palacio Ducal, proyectado por Alonso de Covarrubias en el siglo XVI y lugar donde estuvo encerrada la Princesa de Éboli por orden de Felipe II. Los artesonados son soberbios y la vista del balcón enrejado desde donde la prisionera podía asomarse al exterior una hora al día evoca una historia y un tiempo, en el siglo XVI. El pueblo tiene su barrio morisco (Barrio del Albaicín), ocupado por doscientas familias expatriadas de las Alpujarras; otro judío, y por supuesto, el medieval, con la muralla que la Orden de Calatrava empezó a construir en el siglo XIV. En este pueblo pasó temporadas, por cierto, el escritor Leandro Fernández de Moratín.

Y además. Visita al Museo Parroquial de Tapices de Pastrana, en lo que fuera la Sacristía Mayor de la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción.

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