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Sagan, un corredor de otro planeta

Valverde trazó mal una curva a 2,2 kilómetros de la meta y perdió sus opciones de ganar

03.07.12 - 19:54 -
Sagan, un corredor de otro planeta
Sagan celebra su triunfo en la línea de meta de Boulogne-sur-Mer. / Ap
Lo normal es que cuando nos metamos en la semana final del Tour, los recuerdos de las primeras etapas se queden en anécdotas, al igual que los triunfos de Peter Sagan, un eslovaco de 22 años que da la impresión de que ha venido de otro planeta, no solo por las victorias que consigue sino por la forma en que los logra.
Decimos que sería lo normal puesto que vamos a tener Sagan para rato. Hay unas cuantas etapas que parecen diseñadas para él.
Con un tren inferior que llaman la atención, se permite mirar a sus rivales en las llegadas en ligera subida, en una demostración de poderío que le convierte en un corredor que parece que tiene una velocidad más que sus compañeros de grupo.
Cuando logró su primer triunfo, en Seraing, le dijeron que se parecía a Lance Armstrong por la forma en la que venció. El año pasado las comparaciones, un poco osadas, conducían a Eddy Merckx. Para saber donde puede estar su futuro habrá que dejar pasar el tiempo. De momento lo que vemos es un ciclista que como le definió Fabián Cancellara «es imposible de ganar. No hay nada que hacer frente a él en este tipo de llegadas».
Sagan vencía en una de esas etapas en las que la chispa del incendio deportivo salta en cualquier momento. Una escapada, un pelotón que les deja hacer, –siempre con una diferencia de tiempo prudencial para poder controlarlo–, una forma de correr que le viene estupendamente al Radio Shack hasta que la tensión comienza a subir según se va acercando la meta. En los últimos veinte kilómetros de la etapa pasaron muchas cosas.
El pelotón se mueve como un acordeón que emite unas notas musicales muy especiales: gritos, juramentos, maldiciones, inseguridad. Equipos como el BMC se posicionan para llevar protegido a Cadel Evans. Otros como el Liquigas, Movistar o Katusha aceleran la marcha. Menchov se esconde con maestría, siempre bien situado.
Mientras la carrera vivía mecida por la incertidumbre delante, Samuel Sánchez maldecía al coche de Mavic, –los que aseguran la asistencia técnica en carrera–, que no le entendían lo que quería decirles el líder de Euskaltel.
Se quedó prácticamente todo el equipo con él. Samuel hizo gestos de lo que le pasaba y finalmente consiguió que se diesen cuenta que tenía el cambio torcido y quería que se lo centrasen.
Había estado en una caída anterior en la que José Joaquín Rojas se había roto la clavícula izquierda. Tyler Farrar, Caruso y Sivtsov, uno de los corredores que Sky tenía para trabajar también acabaron en el suelo. El corredor del equipo inglés se tuvo que retirar. Han perdido un corredor demasiado pronto.
En la llegada, acabaría octavo, se limitó a no correr riesgos. Su momento está todavía por llegar. Lo que quiere es ir salvando un inicio de carrera que siempre aporta sorpresas, algunas desagradables.
La media horaria se fue a los 41, 772 kilómetros por hora y a todo lo que hemos citado se añadio la velocidad. El pelotón se cortó, Philippe Gilbert se quedó detrás, junto a Cavendish, Voeckler y otros ciclistas. El ataque de Sylvain Chavannel revolucionó todavía más lo que quedaba de grupo principal.
Valverde, descolocado
Chavannel, un francés que parece reconvertido en un ciclista belga, se salió en una curva muy complicada. No se cayó, pero sus aspiraciones quedaron cercenadas, perdidas muy cerca de la costa.
En la misma curva se saldría Alejandro Valverde. En Seraing el que se le cruzó por delante al líder de Movistar fue Robert Gesink. Ayer se salió él por la inercia que llevaba. Se le han ido dos buenas ocasiones de intentar disputar la victoria. Dice que tiene piernas para poder pelear un triunfo. Lo que le está faltando es suerte.
Sagan había cogido la rueda de Valverde cuando faltaban siete kilómetros. En el ciclismo todo parece resultar efímero. Las posibilidades de vencer, las ambiciones, incluso las victorias. Sólo cuenta el momento, lo que vive el ciclista, que también termina por perderse en el baúl de la vida.
Mientras Valverde mascullaba su mala fortuna, lo mismo que Movistar, Peter Sagan nueve años más joven que él seguía cogiendo espacio en el escaparate mundial en el que se convierte el Tour.
Sus compañeros le preguntaron durante la cena del lunes que gesto iba a hacer si vencía: «Les dije que no sabía y ellos me dijeron que hiciese de Forrest Gun, que le decían que corriese, y corría. A mi me dijeron que ganase, y he ganado». Sagan va día a día, no quiere pensar mucho en el futuro. Lo primero que hizo fue santiguarse.
Va a disputar el maillot verde. Cavendish tiene un rival peligroso. Que Liquigas tiene una joya no admite dudas: Basso, sobre todo, y Nibali intentaron mantener unido un grupo que se desvanecía por la carretera, que mantenía altibajos.
Fabián Cancellara sigue de amarillo. RadioShack lo defiende a tope. Quieren exprimir ese liderato por lo que pueda llegar en el futuro. No lo tendrán fácil para contar con otro líder que no sea Cancellara. Cada equipo intenta salvar su Tour, allí donde puede o le dejan hacerlo.
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