Lo que no termina

Ha sido éste un año en el que El Greco ha venido siendo presencia constante en las calles y en el alma de Toledo. Los toledanos y todos aquellos que han llegado a la ciudad desde distintos, incluso lejanos, lugares a sentirse cerca del pintor han tenido el privilegio de mirar a Doménico cara a cara, pues, poniéndose delante de sus obras, la mirada de El Greco ha respondido a los ávidos ojos de los amantes de su pintura y también de los recién nacidos al contacto primero con ella.

Conocedores y no conocedores de la obra del cretense, conocedores parciales, es decir, todos nosotros, porque el conocimiento de lo verdaderamente trascendente nunca es total, hemos sentido a este griego toledano como un hermano que nos abre los ojos a la vida y a sus inagotables misterios.

Un hermano mayor que, de la mano, nos adentra generosamente en su mundo. Un mundo de Poesía hecha figura humana, hecha figura sagrada, hecha paisaje, hecha color, hecha vida. Sí, ha sido este año, 2014, llamado «Año Greco», el que nos ha acercado al artista de manera más íntima, generando un nuevo o renovado entusiasmo por la belleza de sus cuadros, por la belleza de su mundo. Generando un nuevo entusiasmo por la verdad que en ese mundo suyo habita. Y este año termina.

Los fríos y las luces navideñas de Diciembre nos anuncian un año nuevo. Sin embargo, la mirada de El Greco, ésa que él mismo se encarga de cruzar con la nuestra a cada paso, a cada cuadro, a cada color y pincelada, no habrá de terminar.

La mirada de todo artista grande se queda clavada para siempre en nosotros, ilumina las calles que transitamos, ilumina las vidas que transitamos.

El Greco. Toledo. El arte. Nosotros: todo ello una realidad y, por ello mismo, un misterio que perdura.

Eco en el alma

son las cosas hermosas

nunca olvidadas.