Ochocientos años después

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El 6 de octubre de 1214, fallecía en Gutierre Muñoz (Avila), Alfonso VIII, rey de Castilla y de Toledo, llamado «el Noble» o el de «Las Navas». Es una efemérides que en Toledo no debería haber pasado tan desapercibida a pesar de existir un grupo de ciudadanos empeñados en su recuerdo.

El caso es que Alfonso VIII fue un gran monarca, tan relevante para la Historia de España como otros muchos personajes implicados en una Reconquista que algunos niegan y otros silencian interesadamente por aquello de la «alianza de las civilizaciones». La recuperación por los reinos cristianos de los territorios invadidos en el siglo VIII, no debe constituir motivo para acomplejarnos de nada o renunciar a nuestra propia historia ya sea Alarcos o las Navas de Tolosa.

Nuestra Edad Media es la historia de todos los que aquí vivían como españoles, unos empujando hacia arriba y otros hacia abajo. Toledo en este reinado fue protagonista de algunos de sus conflictos y aciertos. Aquí dicen las crónicas, legendarias o no, fue reconocida la mayoría de edad de Alfonso junto a otras ciudades castellanas y proclamada desde la torre de San Román.

En Toledo fue común su presencia en días aciagos y gozosos, y en Toledo reunió el ejército que partió a las Navas de Tolosa, cuya batalla (1212) fue uno de los grandes hitos épicos que marcaron la historia de Castilla abriendo las puertas a la reconquista de Andalucía, cuya conmemoración nunca será suficiente en España y en Europa, ya que puso freno definitivo a las intenciones de los almohades, que iban más allá de recuperar la Península.

No podemos olvidar que los palacios de Galiana en la Huerta del Rey fueron el marco en los que vivió un bello romance durante varios años, olvidándose de su esposa inglesa, con la judía toledana Raquel, así bautizada por Lope de Vega en «Las paces de los reyes y la judía de Toledo» (1617). Joven sobre la que recayeron todo tipo de injurias y conjuras, muy en línea con el antisemitismo del Siglo de Oro, que acabó siendo degollada para liberar al rey de su embrujo. Leyenda que posiblemente algo tuvo de verdad y de continuidad en las dinastías posteriores.

Toledo, Alfonso y Raquel se mantuvieron juntos en la literatura posterior al siglo XVII, desde «La desgraciada Raquel» (1625), de Amescua , hasta «La judía de Toledo» (1851), de Grillprazer y la más reciente «Historia de la fermosa amante de Alfonso VIII» (2009), de Abraham S. Marrache, conservando viva la cara amable y humana del monarca castellano, con su trágica carga de violencia final; esquema legendario muy dado a la literatura o al teatro, donde también se perpetúa su nombre.

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