La tragedia de Pedrógao Grande, un año después

Portugal mira con preocupación a Grecia, mientras recuerda a las 66 víctimas de aquel devastador incendio del año pasado

El fuego azotó Portugal el año pasado

FRANCISCO CHACÓN

La tragedia griega se vive con preocupación y solidaridad en Portugal, un país azotado por los incendios en los últimos años, aunque este verano está más tranquilo en ese sentido. Las cifras que llegan desde Atenas recuerdan a los ciudadanos lusos los 66 fallecidos del año pasado en Pedrógao Grande .

Aquel fuego voraz marcó un antes y un después al otro lado de la frontera. Tanto que las consecuencias siguen padeciéndose en todos los frentes, pues en el primer aniversario de aquel 17 de junio fatal continúan calibrándose las responsabilidades.

Y el Gobierno socialista de António Costa no ha dejado de ser lastrado por la gestión de aquellas circunstancias excepcionales. Hoy sucede en Grecia, mientras el verano luso, más suave en este 2018, parece dar una tregua a las autoridades.

El penúltimo fleco que ha salido a la luz son las irregularidades en el proceso de reconstrucción de las casas , mientras que las cadenas de televisión llevan semanas mostrando las huellas palpables de la desolación que aún pervive en esa región de Leiria.

El nuevo álbum del músico escocés de sonido «ambient» Richard Luke , titulado «Voz», resume aquella resignación y aquel dolor. Él se encontraba disfrutando de una residencia artística en los alrededores cuando, de repente, miró al cielo y vio el apocalipsis que ahora ha trasladado a un disco de una gran belleza.

Nada extraño. Imposible olvidar el horror vivido a causa del incendio más devastador de la historia de Portugal . Un rayo, generado por las tormentas secas, se alió con las altas temperaturas y la incomprensible falta de medios para dibujar un panorama dantesco. Los bomberos apenas tenían cómo responder a la violencia de las llamas cuando se desataron en el área forestal de Figueiró do Vinho.

De ahí saltaron a las casas habitadas y todos los vecinos de Pedrógao Grande se echaron a la calle para huir de la amenaza. Al menos 30 ciudadanos perecieron en el interior de sus automóviles , como si de un atasco sobrenatural se tratase. Quedaron atrapados sin remisión por la inusitada virulencia cuya mecha encendió el peligroso fenómeno de las tormentas secas.

El número de víctimas fue ascendiendo conforme pasaban las horas, desde los 19 iniciales hasta las desproporcionadas dimensiones alcanzadas.

El presidente de la República portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa , se desplazó al epicentro del horror en la misma noche de aquel sábado para acompañar a las víctimas, a sus familiares y al personal de los servicios de seguridad y salvamento. No pudo evitar emocionarse y llorar ante la gravedad de los acontecimientos.

La confusión reinaba en medio de la impotencia por el avance inexorable de cuatro frentes activos del fuego, que estuvieron horas y horas fuera de control.

La declaración del Estado de Contingencia sobrevino sin solución de continuidad y los tres días de luto decretados retrataron el grado de consternación que se extendió de norte a sur del país.

Numerosas instituciones activaron la solidaridad de forma inmediata y se apresuraron a abrir líneas de crédito para recaudar dinero y arropar a los afectados.

Las contribuciones se propagaron aún con más rapidez debido a que la población era consciente de que el incendio (a diferencia de otras ocasiones) no tenía un origen criminal. Así creció la sensación de fragilidad ante la embestida de las llamas.

La misma que se manifestó en octubre, con el triste récord de 443 incendios en una sola jornada. La mayor incidencia se registró entonces cerca de Aveiro, donde las autoridades no tardaron en hablar de manos criminales para azuzar el aluvión de catástrofes, en vista de que la mayoría de ellas presentaba diversos focos al mismo tiempo.

«Situaciones como estas se van a repetir»

El primer ministro, António Costa, dejó fríos a los portugueses cuando dijo: «Situaciones como estas se van a repetir». Y la entonces ministra de Administración Interna, Constança Urbano de Sousa, se vio obligada a dimitir por su insatisfactoria gestión.

El caso es que fue necesario movilizar hasta 5.400 operarios para intentar frenar la embestida , entre bomberos, militares e integrantes de la Autoridad Nacional de Protección Civil.

Con todo, los fantasmas del sufrimiento regresaron a Portugal, cuyos habitantes asistieron de nuevo a declaraciones oficiales que no hicieron sino sumirlos en el desánimo.

Hoy se mira a Grecia, justo cuando el Fondo Mundial para la Naturaleza acaba de hacer público un informe donde alerta de que Portugal es el país europeo más afectado por los incendios en las tres últimas décadas . Y, para colmo, adolece de una «estructura profesional especializada» para la previsión y extinción.

El documento certifica que es el enclave del continente con mayor tasa de incidencias de este tipo y donde los incendios fueron de mayor dimensión. Ahí quedan claras las deficiencias del Estado portugués para combatir este gravísimo problema.

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