«No sé si mi casa seguirá ahí el martes»

Ciudadanos de la costa oeste de Florida se preparan para afrontar el próximo golpe del huracán Irma

La fuerza del huracán Irma, en los Cayos de Florida AFP

JAVIER ANSORENA

April Collins está encaramada junto a su familia en el sexto piso de un hospital en Sarasota, una ciudad en la costa oeste de Florida, donde ayer se esperaba que Irma desembarcara con toda su furia. «No sé si el martes nuestra casa seguirá ahí», se lamenta. Vive en una residencia unifamiliar en Siesta Key , un islote alargado paralelo a la costa, una de esas zonas donde las autoridades esperaban ayer inundaciones de entre tres y cuatro metros y medio y que estaban sometidas a evacuación obligatoria desde el viernes. Junto a su marido, compraron la casa el mes pasado. Todavía estaban acabando la mudanza cuando recibieron las primeras noticias de la llegada de Irma.

La situación era ayer para ella de espera tensa, mientras el viento aumentaba su intensidad fuera, en las calles desiertas por un toque de queda obligado por las autoridades. «Tenemos mucha ansiedad» reconoce, no solo por el futuro de su casa. También por familiares: el hermano de su esposo vive al Sur, en Fort Myers, y está parapetado en una casa con riesgo de inundación. Cuando fue a buscar sitio en los refugios, todo estaba ocupado.

Desprevenidos

Mucha gente en esta parte de Florida no tuvo tiempo a reaccionar . En un principio, se esperaba que la costa Este del estado, donde se asienta Miami, la ciudad más poblada de Florida. Sin embargo, desde el viernes 8 por la noche empezó a oscilar hacia el Oeste y las previsiones el sábado por la mañana era que ese sería su destino más seguro. «Quisimos salir de aquí», reconoce Shahla Escobar desde Tampa. «Tenemos dos hijas pequeñas, de uno y tres años, y era complicado. Apenas había abastecimiento de gasolina, los embotellamientos eran muy peligrosos, los aeropuertos estaban cerrados… Decidimos quedarnos. Estamos rezando para que no pase nada».

Lo paradójico es que varios familiares de Miami estuvieron a punto de cruzar el estado para encontrar refugio en su casa . Ahora es su familia la que ha pasado lo peor del huracán.

Cerca de allí, en Englewood, otra localidad costera, Ramón Alba trataba de prepararse para la violencia del huracán con el mejor ánimo posible. «Somos ocho personas aquí. Cociné mucha comida, tenemos tragos… Es más fácil compartir la situación con gente que estar solo», dice este neoyorquino, que como muchos jubilados estadounidenses tiene su residencia en Florida.

Sin luz

Ramón pasó la llegada de Irma en casa de una amiga -«ella tenía pánico», explica- en una zona algo elevada donde cree que estará seguro. Era ayer al mediodía, y la luz iba y venía, el viento comenzaba a coger mucha fuerza y a tirar palmeras en la calle .

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