«La Iglesia quiere una justicia de abusos y que la Fiscalía actúe»

El proyecto Repara en la diócesis de Madrid ha atendido a casi 200 víctimas de agresiones en los últimos dos años

La mitad de las denuncias en 2021 procedían del ámbito familiar; seguido del ámbito deportivo y el eclesial

Lidia Troya escucha a una víctima en Repara, en Madrid FOTOS: BELÉN DÍAZ
Érika Montañés

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«Nadie entiende hasta qué punto se queda el abuso en las tripas …». El testimonio es de una de las 147 víctimas directas o de primer orden que en los últimos dos años se han acercado voluntariamente a las dependencias del proyecto Repara del Arzobispado de Madrid. En este piso de Cáritas no se ven alzacuellos ni purpurados, de modo que la persona se siente libre para relatar su vivencia o recuerdo y apuntar, si quiere, a un trabajador seglar, un clérigo o un familiar. «Muchos no quieren dar el nombre del abusador (se les llama victimario), no buscan venganza. Solo el regalo de la credibilidad, la herramienta principal para su sanación», comenta Lidia Troya, responsable de la acogida inicial y coordinadora de la atención en este centro.

Repara nació con 70 de estas oficinas –tienen nombres distintos en cada diócesis– poco después de que el Papa publicase ‘Vos estis lux mundi (Vosotros sois la luz del mundo)’ el 9 de mayo de 2019, donde insta a «adoptar procedimientos dirigidos a prevenir y combatir estos crímenes que traicionan la confianza de los fieles» y pide que se haga a través de la escucha recíproca. Por eso, el objetivo culmen de Repara sería promover la «justicia restaurativa, el encuentro entre uno y otro lado del delito», explica Miguel García-Baró, coordinador general de Repara en Madrid. En enero de 2020 se pusieron en marcha estas unidades de auxilio que son más bien salas íntimas de conversación, donde las víctimas se abren y entregan al escuchante, que ofrece respeto y comprensión. Y donde no se hacen juicios. Luego, si ellas lo desean, pueden iniciar un proceso canónico o civil contra el responsable de su dolor. «No nos hemos encontrado con una sola denuncia falsa», acepta García-Baró.

Lidia y Miguel son empleados laicos, desligados de una confesión, que no buscan «lavar la imagen de ninguna institución –incide el profesor–; no miramos a izquierdas o derechas, solo atender a las personas». Lo hacen con la palabra.

«No trabajamos aquí para lavar la imagen de ninguna institución, no miramos a izquierdas ni a derechas, solo atendemos a las personas»

Del lado del abusador, estas son las cifras. Entre 2020 y 2021, en Repara se encontró a doce sacerdotes acusados de abuso sexual tanto de Madrid como de otras diócesis; en otros 16 casos la víctima apuntó a una persona de la vida consagrada (como en colegios). De las víctimas, 13 eran menores en el momento de los hechos, aunque denunciaron siendo adultas: dos de ellas apuntaron a sacerdotes diocesanos –uno de Madrid y otro de otra diócesis–, mientras que los once restantes denunciaron haberlo padecido en relación a la vida consagrada. Asimismo, en 34 casos se implicó a personas religiosas o sacerdotes por abusos de autoridad y conciencia. De los hechos comunicados a Repara en Madrid, en otras 69 acusaciones de abuso sexual, el responsable pertenecía al ámbito intrafamiliar de la víctima y 18 eran personas sin relación de parentesco con la víctima.

«Confieso que al principio cogía el teléfono a un victimario y tenía que ir al baño. Sentía la necesidad de darme una ducha para quitarme la porquería de lo que narraban –admite Troya–, pero escuchar te cambia el paradigma; te redime. Y ves la esperanza en personas que han vivido un infierno y cómo se rehacen», añade. Contra ello, Repara ofreció también en los últimos dos años 600 sesiones gratuitas en seminarios, parroquias y cursos de la agenda pastoral para formar a los sacerdotes en la cultura del cuidado y el buen trato.

Del lado de las víctimas, junto a las de primer orden que relataron sus abusos se asistió a 41 familiares o de segundo orden entre 2020 y 2021 en la oficina de Madrid. En los primeros doce meses de andadura se acercaron 75 víctimas, 57 mujeres y 18 hombres. En 2021, 11 hombres y 61 mujeres.

En las unidades de atención de las diócesis, lo habitual es que los casos lleguen judicializados, pero si hay base para remitir el caso a la Fiscalía y que actúe de oficio, se cursa el procedimiento. Las diócesis no tienen potestad para sancionar a miembros de las congregaciones religiosas, que deben emprender los procesos oportunos. El proyecto Repara está en comunicación con colegios diocesanos y concertados, además de con las parroquias. Los procesos canónicos se elevan al Tribunal de la Rota, o se envían al Vaticano si no se toman medidas. «Algunas órdenes van por delante para que no se repitan situaciones pasadas», dice García-Baró. Pero derribar el muro de la opacidad con que la Iglesia ha tratado durante décadas estos casos empieza por este ejercicio de dar luz a la realidad lacerante, y poner en el centro a la víctima, indica.

Miguel García-Baró, coordinador general de Repara en Madrid BELÉN DÍAZ

«Encapsulan el dolor»

«Lo que hace daño a la Iglesia no es la denuncia, sino que los malos ganan cuando los buenos no hacen nada», escribe otra víctima anonimizada. Apunten a quien apunten, los abusados comparten sentimientos de culpa, miedo, vergüenza y confusión. La mayoría denuncian situaciones de hace 30 o 40 años; en la generalidad son adultos que han «encapsulado el dolor y el secreto porque si no, no pueden sobrevivir con ello» y de repente, «un olor u otro estímulo les despierta y anima a contarlo» , afirma Troya, quien completa: «Las heridas son profundísimas. Porque no hay solo una huella emocional y física, muchas veces es también espiritual».

En Repara se asiste igualmente el abuso de conciencia y autoridad, que se produce por parte de un superior. Le sucedió a una joven de 24 años que tras recibir abuso intrafamiliar, entró en un convento y sufrió el de autoridad por parte de la madre de novicias y al mismo tiempo sexuales por una tercera persona. «El abuso físico se produce al final de una situación de abuso de poder, manipulas a alguien hasta que llegas a eso; como dice el Papa, es una triada: poder, conciencia y sexo», enfatiza la también teóloga y profesora Troya. «Entiendo que lleguen enfadados. Pero se deshacen cuando les crees, no les pides pruebas », afirma antes de recordar cómo alguien llevó 30 firmas de aval contra un profesor de un colegio religioso.

De todos, la atención terapéutica es el servicio más demandado en este lugar. Se acompaña también a aquellos que pierden la fe . En el último año el proyecto en Madrid acompañó espiritualmente a cinco agresores. Efectuó más de 80 intervenciones puntuales. «Ven que se ha tocado lo más nuclear de su persona. Un agresor condenado y apartado del ejercicio sacerdotal llamó buscando reparación, perdonarse y ser perdonado por Dios», dice Troya.

Los abusos, ratifican al alimón ella y García-Baró, catedrático de Filosofía de la Universidad de Comillas, suponen una degradación moral contraria a la ética más elemental y a los valores del Evangelio. Por eso, no están en contra de abrir las ventanas de todas las instituciones. «Estaríamos encantados, porque cuando nos hemos puesto en contacto con la Fiscalía para remitirles casos, apenas han hecho nada». Fuentes de la oficina de protección del menor en la diócesis de Valencia defienden en conversación con este diario que todos los miembros de bien de la Iglesia quieren una «justicia de abusos y que ya es hora» de que la Fiscalía General del Estado haya cursado instrucciones esta semana para perseguir estos delitos.

El Ministerio Público se va a limitar, no obstante, a la Iglesia –objetan– cuando en estos centros la mayoría de las denuncias se producen contra miembros de la propia familia, seguida por instituciones deportivas y clubes, y en torno al 10% corresponden al ámbito eclesial. Según los datos ofrecidos por la CEE en abril de 2021, en los últimos veinte años se han remitido a la Congregación para la Doctrina de la Fe 220 denuncias contra sacerdotes españoles por abusos a menores. El diario ‘El País’ entregó en diciembre a Francisco y a la CEEun informe con 251 casos de abusos cometidos por sacerdotes, religiosos y trabajadores seglares desde los años cuarenta. En su investigación, el rotativo eleva la magnitud del problema a 600 sacerdotes, religiosos y laicos ligados a la Iglesia que abusaron de más de 1.300 víctimas.

«El Papa ha sido beligerante contra que haya un solo abusador en la Iglesia. Venimos de años de silenciamiento y encubrimiento. Queremos que se crea a la víctima, a las que ayudaremos por email (atencionrepara@archimadrid.es) o wasap (618 30 46 66). No somos hipócritas; no hay impunidad, pero no todos los casos se resuelven como nos gustaría. Y en la mayoría de las ocasiones el acusado está muerto o prescribió su delito hace tiempo», añade García-Baró, que es a su vez miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. «Espero que la comisión de investigación en el Congreso, que saludamos también en órganos diocesanos como este, no use los abusos como un campo de batalla política . Aquí llegan almas rotas. Se busca su reparación. Es lo único que debería importar», remacha.

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