Enfoque

ABC, con la democracia sin fronteras

El respaldo a la democracia, como el mejor modo experimentado de gobierno, contrarresta el cinismo de los medios de izquierda que legitiman muchas excepciones

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Fue Winston Churchill el primero en hablar del Telón de Acero que había caído entre la Europa del Este y la Occidental tras la Segunda Guerra Mundial; y quien no dudó en calificar la democracia como «la peor forma de gobierno, excepto todas las demás que fueron intentadas».

La libertad es indivisible y la libertad en el ámbito de la política también. Desde su nacimiento ese ha sido uno de los principios editoriales de ABC, tanto en política informativa como de opinión: primar los argumentos en favor del libre juego partidista y las elecciones libres, y denunciar los abusos allá donde se producen. Tanto en España como en el resto del mundo. La apuesta por preservar, junto a las grandes agencias de noticias, una red de corresponsales propios, pese a los sacrificios financieros que comporta, es prueba del compromiso del diario decano de la prensa española con la democracia sin fronteras.

ABC denunció durante la Guerra Fría tanto las dictaduras comunistas como los regímenes autoritarios de derechas. La dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile fue uno de los casos más emblemáticos. Y la hemeroteca de nuestro diario da fe de ello.

La realidad hoy, sin embargo, es tozuda. Salvando casos de autoritarismo populista y matón, como el filipino de Duterte, la inmensa mayoría de las tiranías más radioactivas presumen de su carácter de izquierdas y de sus raíces neocomunistas. Son los casos de Venezuela, Cuba, China o Corea del Norte. La Rusia de Putin presenta un caso peculiar de nacionalismo que también apela al sentimiento religioso del pueblo, sin renunciar a algunas de las mañas del régimen de terror creado por Stalin. El zorro pierde el rabo pero no las costumbres.

Una de las falacias denunciadas de modo periódico por ABC ha sido asimismo la indulgencia o el abierto halago de los medios «progresistas» occidentales (progresista en el sentido del «que busca su progreso») hacia los totalitarismos de izquierdas, una actitud que esconde un racismo de fondo. La democracia, vienen a decir con sus titulares, es un lujo de las sociedades desarrolladas y no de las atrapadas por la pobreza material. A ellas solo les cabe el pensamiento único ofertado por los diversos «ismos» en América Latina: el castrismo, el sandinismo, el chavismo, o el indigenismo boliviano precocinado por el equipo español de Podemos.

El esfuerzo informativo para desenmascarar las estrategias de las tiranías -hereditarias o de partido- ha sido hasta ahora privilegio del soporte en papel. A partir de ahora el lector de ABC que se suscriba a la edición Premium podrá compartir esa aventura informativa que prosigue también en la versión digital. Formar parte de esa comunidad de lectores le permitirá no solo respaldar el proyecto de futuro de ABC sino también tener acceso a una información internacional que no aparece -o lo hace solo en términos sensacionalistas y sin contexto- en los digitales gratuitos. Por citar ejemplos recientes de primicias, la revelación de las conversaciones de la vicepresidenta chavista, Delcy Rodríguez, con Ábalos y Pedro Sánchez para pedirles que presionaran en favor del aislamiento internacional de Juan Guaidó, presidente electo de Venezuela al que la dictadura negó la victoria. O los documentos que prueban el envío de dinero por valija diplomática desde Caracas al partido radical italiano del cómico Beppe Grillo, el Movimiento 5 Estrellas.

En ocasiones, el trabajo de investigación y de denuncia de los corresponsales de ABC en países con regímenes autoritarios les ha valido las amenazas e incluso la cárcel. Es el caso del representante de nuestro diario en La Habana, el periodista Jorge Enrique Rodríguez, que ha pasado ya dos veces por prisión por artículos críticos sobre violación de derechos humanos en la isla gobernada por los comunistas y la dinastía de los Castro.

Participar en el nuevo proyecto Premium del ABC digital ayudará a consolidar esta línea y a preservar el acceso directo a las fuentes. Y a decir «no» a un periodismo deteriorado por un magma de canales y redes sociales, muchas veces manipulados por los poderes políticos y saturados de noticias falsas. Los gobiernos antidemocráticos del planeta son conscientes del poder de la prensa y de sus profesionales. Y no cesan en sus intentos por silenciarles, como acaba de poner de relieve el régimen chino con la censura a los corresponsales de varios medios norteamericanos, y la salida de los representantes de la prensa australiana.

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