XX ANIVERSARIO DEL DOBLE CRIMEN DE ETA

Sevilla recuerda a Alberto y Ascen: 20 voces contra el olvido

Personalidades, compañeros y amigos de Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz reivindican su memoria a los veinte años del doble asesinato de ETA

Chaves, Jiménez-Becerril, Rojas-Marcos, Amigo Vallejo y Becerril ABC

EDUARDO BARBA

Este 30 de enero vuelve a recordarse en Sevilla a Alberto Jiménez-Becerril y a su esposa, Ascensión García Ortiz. Pero la efeméride tiene algo más de simbolismo y relevancia que las de años precedentes. Porque hace justo veinte años del vil asesinato del que fuera concejal y su mujer en la calle Don Remondo por parte de dos pistoleros de ETA. La redonda cifra temporal sirve para ilustrar que ha pasado ya un buen trecho y que muchas cosas han cambiado. Tanto es así que hasta la banda criminal carece ya de actividad, descabezada y rendida a la evidencia. Pero a pesar de los dos decenios, ni la ciudad ni quienes fueron y son sus principales representantes toleran que aquella cruel historia quede atenuada o postergada a los márgenes de las páginas. Muchas son las voces que hoy, veinte años después, gritan de nuevo contra el olvido.

Becerril / Chaves / Amigo Vallejo / Pizarro / Rojas Marcos / Chamizo / Rodríguez de la Borbolla / Arenas / Monteseirín / Torres Hurtado / Villar / Jiménez-Becerril / Romero / Zoido / Soriano / Martín Rubio / Diz / Villena / Iwasaki / Bretón /

Soledad Becerril, alcaldesa de Sevilla en 1998

Soledad Becerril E. A.

«Hace veinte años mi compañero y teniente de alcalde, Alberto, y su querida mujer, Ascen, fueron asesinados por ETA a las mismas puertas de su casa. Eran servidores públicos que vivían y trabajaban en una democracia, y acabar con esa democracia era el objetivo de los terroristas. El arrepentimiento de los autores por el atentado no ha existido. Yo puedo dar testimonio de ello porque he presenciado su relato en la Audiencia Nacional hace no mucho tiempo, y pude percibir su maldad; fue el fiscal quien calificó los hechos como “de la máxima crueldad para causar el mayor daño posible”, algo a no olvidar en la ciudad a la que Alberto y Ascen sirvieron. Las víctimas mortales del terrorismo de ETA han sido 864. Sí es cierto que la banda ha dejado de matar, pero no por su propia voluntad sino por haber sido derrotada por la sociedad y el Estado. Han dejado de asesinar y han manifestado en 2017 que entregaban su arsenal de armas, pero esto último no ha podido ser comprobado, pues lo entregado no lo parece».

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Manuel Chaves, presidente de la Junta en 1998

«Aunque afortunadamente hace años que pasó a la historia, el dolor que provocó la violencia de ETA sigue muy presente, es una gran cicatriz pues el terrorismo destrozó centenares de familias. La sociedad andaluza fue especialmente sensible a cada atentado, seguramente porque muchas de las víctimas, policías y guardias civiles sobre todo, eran de nuestra tierra. El asesinato de Alberto y Ascen supuso una conmoción extraordinaria por su crueldad, por que fueran dos personas jóvenes y por que dejaran tres huérfanos, lo que representaba la sinrazón de la barbarie etarra. Mirado con la perspectiva del tiempo, que, insisto, no puede borrar el dolor, eso es todo lo que consiguió ETA: sembrar un dolor inútil. Creo que el mejor homenaje que podemos rendir a todas las víctimas del terrorismo es apostar siempre por una sociedad en convivencia democrática y en paz».

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Carlos Amigo Vallejo, arzobispo de Sevilla en 1998

«Han transcurrido veinte años, pero todo está presente. El pasado se queda en la memoria y el recuerdo, en el corazón. Aquel día no podíamos creer la noticia. Tan cruel, tan inexplicable, tan injusta, tan dolorosa. Después de tanto tiempo, seguimos pensando igual y repitiendo aquellas palabras: podemos perdonar, pero buscaremos por todos los medios legítimos el reconocimiento y defensa de los derechos que asisten a la persona. Entre los primeros, el de vivir y el de hacerlo en paz. En medio de tanto dolor e injusticia, ese día se aprendieron lecciones inolvidables sobre el respeto a la vida y sobre que no hay ideal que justifique ese tipo de muertes. Nos reafirmamos en el valor de la familia y del precio tan alto que puede pagarse en el ejercicio de la vida pública y del compromiso político en favor del bien común».

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Luis Pizarro, concejal de IU en 1998

«Yo era muy amigo de ambos y la noticia de aquella madrugada me causó una conmoción tremenda, tanta que tenía la sensación de estar viviendo una especie de irrealidad en los pasillos del Ayuntamiento, a donde fuimos todos tras avisarnos la alcaldesa y donde vivimos una noche terrible. No podía uno creerse que la tragedia iba a golpearle tan cerca. Pero todo nos dejó no sólo una enorme rabia, sobre todo cuando luego hemos visto que ETA había dejado de matar y que si lo hubiera hecho antes..., sino también la certeza de que aquella reacción que tuvo Sevilla empujó decisivamente a que la sociedad en general se levantara contra los terroristas y acabara venciéndoles. La respuesta popular ayudó mucho en todo lo que pasó después».

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Alejandro Rojas-Marcos, presidente del PA y exalcalde de Sevilla en 1998

«Han pasado veinte años, pero me remito a las mismas palabras que entonces pronuncié. Unos matan, matan y matan. Pero otros votan y apoyan a los que matan. Frente a los primeros nos queda la Policía y la Justicia implacable, pero, ¿y frente a los otros? ¿Cómo se responde frente a los que votan? Parece que no hay salida, pero la humanidad ha vivido enormes tragedias desde sus orígenes y no perdió nunca la esperanza. Hubo gentes que creyeron en la belleza de la vida, que tuvieron fe en la bondad del género humano, que no perdieron la esperanza y que no se rindieron, encontraron el camino y vencieron. Sevilla se negó a dejar de ser la ciudad de la alegría y de la tolerancia. Aquella demostración popular sirvió para decirles a los terroristas que no lograrían sus objetivos, y es ahora cuando podemos comprobar que así ha sido. Pedí que nos mantuviéramos de pie, sin miedo, y eso hicimos».

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José Chamizo ABC

José Chamizo, Defensor del Pueblo en 1998

«Recuerdo aquel asesinato como el hecho más dramático de todos cuantos me tocaron vivir en mi etapa al frente de la Oficina del Defensor del Pueblo de Andalucía. Yfue así porque se mezcló el dolor por el hecho en sí y por la dureza de los crímenes terroristas con mi cercanía a la familia, ya que era muy amigo de la madre de Alberto. Fue un golpe tremendo que nos recordó y nos recuerda la fragilidad de la vida humana. De hecho, no lo vivo como algo lejano sino muy presente. Ahora ya no mata ETA, sí, pero tenemos también terrorismo yihadista que sigue haciéndonos sentir eso, que la vida es algo muy frágil. Por eso siguen siendo muy necesarias todas las medidas contra esta lacra».

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José Rodríguez de la Borbolla, portavoz del PSOE y expresidente de la Junta en 1998

«Mucha gente de ahora no puede valorar lo que realmente fue aquello y lo que era la España de hace veinte años. Sencillamente porque no lo vivieron y todo ha cambiado mucho desde entonces. Ese asesinato fue una de las mayores brutalidades de la última etapa de ETA, en la que los asesinos tiraban a todo lo que se movía buscando el mayor impacto social posible, lo que más se hiciera notar. Pero la sociedad resistió durante muchos años, primero agazapada y luego, a raíz de crímenes como éste o el de Miguel Ángel Blanco, de pie. Es verdad que el Estado se mantuvo firme y venció a ETA, pero el impulso social final fue algo definitivo para vencer a los criminales».

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Javier Arenas, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales en 1998

«Son ya veinte años pero en este tiempo todos los amigos de la familia hemos hecho un esfuerzo por mantener viva la memoria de Alberto y Ascen. No podríamos mirarmos al espejo si no lo hubiéramos hecho, sería indigno. Cada año los hemos recordado y eso los ha mantenido vivos de alguna manera. Y también todo lo que pasó, que supuso un hito en la conciencia social contra el terrorismo junto con los crímenes de Gregorio Ordóñez y de Miguel Ángel Blanco por la reacción popular que se produjo. Aunque es verdad que éste, si cabe, fue un asesinato incluso más cruel porque dejó a tres niños esperando que tanto su padre como su madre volvieran a casa. Fue un punto de inflexión en unos momentos muy duros en los que en cada viaje tenía que llevar en la maleta una corbata negra por si debía ir a un funeral».

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Alfredo Sánchez Monteseirín, presidente de la Diputación de Sevilla en 1998

Alfredo Sánchez Monteseirín ABC

«Conocí a Alberto siendo yo presidente de la Diputación y nos tratamos más personalmente con motivo del reflotamiento que hicimos de Fibes, que estaba a punto de ser convertida en estación de autobuses. Nos entendimos bastante bien, quizás por pertenecer ambos a una generación de refresco de la política local, que andaba pidiendo paso para ponerse en primera línea. Hablábamos con discreta complicidad de eso. Y de que, más tarde o temprano, terminaríamos frente a frente contendiendo. Si los asesinos no hubieran truncado vilmente su vida, seguramente hubiéramos sido contrincantes directos años después. Siendo alcalde le di mucho cariño a su madre. Por eso me dolió enormemente cuando algunos dudaron de mi sentida entrega a la Fundación Jiménez-Becerril».

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José Torres Hurtado, delegado del Gobierno en Andalucía en 1998

«Fue la peor noche de mi vida, ya que, además, la tragedia me cogió en Madrid y era algo que estaba ocurriendo en zona de mi responsabilidad. Tuve que esperarme al primer tren matinal y no olvido aquella angustia de toda la noche tras comunicar la noticia a los ministros Jaime Mayor Oreja y Javier Arenas, que se quedaron mudos al conocerlo. Tardaron en articular palabra al otro lado del teléfono. Fue un verdadero drama para todos, máxime cuando supimos que la otra persona que cayó junto a Alberto era su mujer. Pese a que estábamos muy alertados ya antes, el golpe fue fortísimo. Afortunadamente nos queda algo de satisfacción por haber detenido poco después al comando, que pretendía hacer mucho más daño en Andalucía y tenía gran cantidad de información sobre numerosas personas. Golpearon fuerte, pero pudieron haber golpeado aún más fuerte en nuestra tierra».

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José Luis Villar, concejal del PA en 1998

José Luis Villar SPÍNOLA

«La historia de estos 7.300 días es la de una permanente acumulación del dolor de la pérdida que ha ido creciendo hasta hacerse infinita. La pérdida de unas vidas jóvenes a las que robaron mil historias por vivir. La pérdida para unos hijos que han crecido sin sus padres. La pérdida de familiares y amigos que se han quedado sin tantos momentos que compartir. La pérdida de una ciudad que se quedó para siempre sin dos vecinos ejemplares y, posiblemente, con quien pudo haber sido uno de sus mejores alcaldes. Pérdida sobre pérdida. Dolor sobre dolor. Y lo único que nos queda es, como dijo el poeta, el consuelo de sus memorias, guardadas por los sevillanos como un tesoro».

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Teresa Jiménez-Becerril, hermana de Alberto

«Hace veinte años que sonó ese maldito teléfono que nunca debió sonar y que cambió la vida de mi familia para siempre. Yo mido el tiempo con un antes y un después del asesinato de mi hermano y de su mujer. Nos rompieron el alma pero supimos levantarnos y defender la memoria, la dignidad y la justicia que merecen todas las víctimas del terrorismo. No podemos abandonarnos al cómodo olvido porque ello solo beneficia a ETA. Sevilla no olvida a sus héroes y este 30 de enero de nuevo honrará a Alberto y a Ascen, quienes dieron su vida por nuestra libertad».

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José María Romero, concejal del PSOE en 1998

«Aquel doble asesinato fue la experiencia personal más dura que he vivido, un auténtico mazazo. Porque uno era consciente de qué estaba haciendo el terrorismo, pero al final no esperas que te toque tan cerca. Nos tocó y durante esa primera noche ni siquiera nos lo creíamos. Conocía mucho a Alberto, teníamos muy buena relación pese a las diferencias políticas y por eso mis palabras en la junta extraordinaria de portavoces de aquella mañana fueron desde el corazón, recordando a ETA que enfrente no tenían a los concejales del PPsino a todos los concejales, a todos los políticos. Todos fuimos entonces concejales del PP».

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Juan Ignacio Zoido, director de Justicia en 1998

Juan Ignacio Zoido ABC

«Por más años que pasen, jamás podré olvidar aquella llamada de madrugada que me informó de su asesinato, ni tampoco el silencio de aquel largo viaje a Sevilla y la rabia y la impotencia de preguntarte por qué sin respuesta posible. Veinte años después seguimos recordando cada día a Alberto y Ascen, y así demostramos que siguen presentes entre nosotros y que los terroristas no ganaron, porque no pueden hacerlo. Porque recordar y homenajear a Alberto y Ascen, y a todas las víctimas del terrorismo, es la mejor manera de seguir luchando por su memoria, dignidad, justicia y verdad. Porque sólo hay un relato posible que no se puede cambiar: hay unas víctimas y hay unos verdugos, y no se pueden confundir ni igualar a unos con otros».

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Esther Soriano, secretaria de Alberto en 1998

«El recuerdo es horroroso e imborrable. Alberto no sólo era mi jefe sino amigo íntimo desde hacía años, como Ascen. El mismo día 29 estuvimos almorzando los tres juntos después del trabajo y quedamos para tomar una copa esa noche en la que los mataron. Yo finalmente no pude ir por diversas cuestiones. Cuando me enteré sobre las dos de la mañana de lo ocurrido, no podía creeérmelo. De hecho, todos tardamos tres o cuatro días en volver a la realidad, nos quedamos atrapados en una especie de irrealidad desde aquella noche trágica. No nos percatábamos del todo de lo que había pasado, que entonces como ahora resultaba absurdo, una barbarie sin sentido alguno. Fue algo enormemente traumático».

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Luis Miguel Martín Rubio VALERIO MERINO

Luis Miguel Martín Rubio, concejal de Seguridad en Sevilla en 1998

«Tenía mucha relación con Alberto desde el 93, cuando fui director de área de Hacienda, y acabamos siendo como hermanos. Por eso tengo grabado en la memoria cada momento de aquellos días. El mismo jueves 29, por la tarde, y después de una discusión por temas de nuestras delegaciones que habíamos tenido Alberto y yo por la mañana, precisamente, me llamó a casa Ascen para que saliéramos los dos matrimonios esa noche a tomar algo, pero nosotros no podíamos y nos emplazamos, como tantas veces, al mediodía del viernes en Trifón. “Nos vemos en Trifón” fue lo último que le escuché a Ascen. Por eso, cada 30 de enero, después de todos los actos, siempre me paso por Trifón y, con Rogelio, nos tomamos dos cervezas y brindamos por ellos señalando al cielo y diciendo lo mismo: “Aquí estamos, en Trifón”. Un día espero publicar todo eso, todos los detalles de lo que nos unía, en un librito que se llame así, “Nos vemos en Trifón”, en honor a ellos y a sus tres hijos, que deben saber siempre que sus padres los amaban y eran dos personas felices, generosas y divertidas».

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Carmen Diz, concejal del PP en 1998

«No exagero si digo que tengo el mismo dolor que el primer día por la pérdida de mi compañero y mi amigo, al que sustituí como concejal de Hacienda después de su asesinato. Lo siento como si hubiera sucedido ayer mismo. Jamás podremos olvidar aquello, pero es que jamás debemos olvidarlo. La ciudad está obligada a recordar siempre algo tan importante como aquello, debemos tenerlo siempre en la mente, que esté bien presente en la historia de la ciudad. Y hacerlo aunque pase el tiempo, que provoca, eso sí, que se vea todo incluso más injusto y más surrealista. ¿Para qué tanto dolor? ¿Para qué les sirvió aquello más que para dejar tres huérfanos? Qué barbaridad hicieron...».

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Ricardo Villena, concejal del PP en 1998

«Tenemos la obligación de contar todo lo que sucedió entonces de la manera más fiel posible para no repetir la historia. Y la realidad fue que, como ellos, murieron muchas personas por defender la democracia y la libertad en nuestro país. Pero sin olvidar el pasado tenemos que mirar al futuro, a las nuevas generaciones que, afortunadamente, viven sin los sobresaltos sociales que provocaba ETA. Ese es el objetivo que perseguimos desde la Fundación contra el Terrorismo y la Violencia Alberto Jiménez-Becerril, seguir construyendo juntos un espacio de tolerancia. Y mirar adelante».

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Fernando Iwasaki, escritor y amigo de Alberto

Fernando Iwasaki ABC

«Nunca olvidaré aquella lluvia de lágrimas de la madrugada, porque Ascen y Alberto se habían convertido en mis hermanos, mis cuñados, mis primos. Nos unían los niños, las ideas, el humor y esos sueños que atesoran todas las parejas que se aproximan con esplendor a los cuarenta. La vida les sonreía. Tenían juventud, tres hijos maravillosos, salud, empleo y un futuro prometedor. Todo quedó abolido. Recuerdo que entonces escribí con rabia “que alguien explique por qué lo perdieron todo cuando los otros no ganaron nada”. Sin embargo, veinte años después constato desolado que los otros son concejales, gobiernan comunidades autónomas, tienen diputados en el Congreso, no admiten la autoría de varios crímenes, no piensan entregar sus armas y son homenajeados cada vez que son excarcelados sin cumplir íntegramente condena. Los otros no habrán ganado, pero tampoco han perdido. Juré la Constitución en 1993, pero aquella madrugada de 1998, ante los cuerpos sin vida de mis amigos, comprendí que España es mi país. Por ellos y por la memoria de otras víctimas, siento la necesidad de combatir al terrorismo».

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Jaime Bretón, adjunto al Defensor del Pueblo y exconcejal del del PP en 1998

«Fui compañero suyo en el Ayuntamiento hasta el año 96, cuando me sustituyó como portavoz del grupo al irme yo al Defensor del Pueblo, donde ahora he vuelto, curiosamente. Mi marcha, de hecho, hizo que él tuviera que aplazar de alguna manera el salto a Madrid que quería dar. En ese momento ya aspiraba a ello y levaba una carerra política ascendente. Lo que es el destino... Se quedó en Sevilla y aquí lo mataron. Fue un auténtico shock para todos, algo que no esperábamos porque en nuestra ciudad jamás había atentado ETA. Esa fue la primera vez. Todo aquello se ve aún con la tristeza de constatar el sinsentido que supone matar así a alguien. Ha pasado el tiempo, pero sigue pareciendo igual de absurdo acabar con la vida de alguien de esa manera».

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