500 Aniversario

Primera vuelta al mundo: Queman la Nao Concepción

Primera vuelta al mundo es una serie de artículos en la que el marino Ignacio Fernández Vial recrea cada sábado el viaje de Magallanes y Elcano

Desde Cebú se dirigen, rumbo suroeste, hacia Mindanao y la isla de Palawán

Ignacio Fernández Vial

Después de la cruel encerrona del rey de Cebú del 1 de mayo de 1521, que se salda con la pérdida de 25 tripulantes de la Armada española, las naos Trinidad, Concepción y Victoria , salen a escape de esta isla filipina, poniendo sus proas al suroeste del archipélago. Bajan por el estrecho Bohol y acaban fondeando a unas 4 millas del cercano pueblo Cortes , al sur de la isla de Bohol, donde una amplia bahía les ofrece un reparo seguro. Ya firmes las anclas, los tripulantes supervivientes reunidos en cónclave deciden, ya que de nuevo se encontraban sin capitanes, entregar el mando de la armada a Juan López Caraballo , del que nos dice Pigafetta que era compadre del desgraciado Serrano . Así mismo, nombran como nuevo capitán de la nao Victoria al hasta entonces alguacil Gonzalo Gómez de Espinosa.

«Hecho esto, diéronse a la vela… y contáronse y halláronse por todos ciento dieciocho hombres… y muchos de ellos heridos y enfermos… Resolvieron quemar a una de ellas, la que estuviese en peor estado, y que se recogiesen en las otras dos los que quedaban, Lo que verificaron en alta mar». «Y surgimos en la isla de Bohol , y allí hicimos de tres naos dos, y la otra quemamos por no haber gente, y esta isla está en nueve grados y medio»

La nao que decidieron quemar fue la Concepción , y para ello la fondean «en el centro del canal que separa a Cebú de y Punta Cruz en Bohol» El hecho de fondear alejados de la costa, en vez caer sobre la playa, se debe a que pretenden mantenerse a una distancia prudencial de tierra, para así tener tiempo de reaccionar en el supuesto de que se les acercaran canoas con hombres armados. Pero esta vez tuvieron suerte, ya si bien cuentan «que mientras procedían a vaciar la Concepción fueron visitados por muchos praos», fue sin otro objetivo que el de acercarse a estos negros barcos que nunca habían visto antes.

Puede resultar difícil de creer que estando fondeados en la mar pudieran desarbolar la nao, trasladar los cañones, los víveres, las velas, la cabullería, los aparejos, e incluso las anclas, a las otras dos naves. Pero sin embargo, los que hemos navegado por esas aguas filipinas y hemos mantenido largas charlas con historiadores y marinos locales, estamos convencidos que todo este trasiego, en algunos casos de pesadas cargas, se pudo haber hecho sin buscar refugio. Durante todo el año, salvo raras excepciones, las aguas que separan las islas de Cebú y de Bohol , se mantienen especialmente calmas y raro es el día en que los vientos puedan levantar olas mayores de un metro. Hay otro argumento muy válido que puede justificar el por qué de mantenerse alejados de la costa de Cebú y Bohol, y es que les podría preocupar que si le metían fuego a la Concepción varada en la playa, los isleños les atacaran. Era lógico que pensaran que Humabón y Lapulapu pusieran en aviso al reyezuelo de Bohol, del peligro que podría significar para ellos establecer alianza con los españoles.

Salen de Bohol la Trinidad y la Victoria , las dos únicas naves supervivientes de la hermosa y bien equipada armada que había abandonado el río Guadalquivir veinte meses antes. Navegan hacia el suroeste hasta alcanzar el puerto Quipit de la isla de Mindanao , donde entablan relaciones con el reyezuelo del lugar, el cual después de visitarles les enseña unas muestras de pepitas de oro recogidas en lugares cercanos a su pueblo y presume de tener jengibre y canela, pero todo ello no anima a los españoles a permanecer algún tiempo en este lugar, ya que su objetivo era conseguir alimento.

El piloto anónimo genovés nos dice en su crónica que el nuevo capitán general de la Armada, Caraballo , le regala al cacique de Quipit el batel de la Concepción. Nos preguntamos a cambio de qué le donó esta lancha al rey de Quipit, cuando él no recibió nada más que buenas palabras de los isleños. Una chalupa castellana en estas aguas pasaría a ser, sin lugar a dudas, un bien muy preciado por los naturales: sus características, su recia construcción y su capacidad de carga mejoraba en mucho a sus batangas. Pero este batel o bote, también podía seguir siendo ser muy útil a los tripulantes de las naos en cualquier momento, por lo que desprenderse de una embarcación tan valiosa sin recibir nada a cambio no tuvo sentido. La única explicación que encontramos es que como indica uno de los cronistas, Caraballo recibiera a cambio una buena cantidad de piezas de oro.

«Con agua fresca a bordo, pero con las despensas tan vacías como a la llegada, abandonan la península de Zamboanga, de Mindanao , para navegar con rumbos comprendidos entre el oeste y el suroeste, llegando a la costa norte de Cagallán Sulu ».

«Aquí desembarcan unos hombres para preguntar a sus habitantes si les pueden indicar el camino a seguir para llegar hasta la isla de Poluán, Palawán , pues les habían informado que en esas tierras hay grandes plantaciones de arroz y que a ella acuden barcos de otras latitudes para llenar sus bodegas de este grano tan apreciado en Oriente. Les contestan que, poniendo sus proas mirando al oeste-noroeste, pronto alcanzarán este puerto». Ante tan buenas noticias, se hacen de nuevo a la mar y ponen sus proas hacia esta nueva isla.

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