500 aniversario

Primera vuelta al mundo: Avistan el océano Pacífico

Primera vuelta al mundo es una serie de artículos en la que el marino Ignacio Fernández Vial recrea cada sábado el viaje de Magallanes y Elcano

Mapa de la parte final del Estrecho, antes de salir al Pacífico

Ignacio Fernández Vial

La armada de la Especiería se encuentra aún en el laberinto del Estrecho. Desconocían que muy pronto verían el soñado océano Pacífico. Una vez doblado el cabo Froward , comienzan a navegar por la zona occidental del Estrecho, cuyas particularidades son en buena parte muy distintas a la oriental. Sus costas son abruptas, rocosas e inhóspitas, predomina el mal tiempo con vientos del NO, que pueden llegar a alcanzar los 50 nudos al entrar encajonados por las altas montañas que ciñen su cauce. La amplitud de la marea varía entre 1,20 a 3 metros, es una de las regiones con mayores precipitaciones del mundo, y sus temperaturas medias oscilan entre los 4º de invierno y los 12º de verano.

A medida que navegan, el Estrecho se les va haciendo cada más angosto, por lo que los pilotos de las dos naos se ven obligados a reducir trapo, dejando únicamente al viento las vela mayor, trinqueta y mesana, el resto de ellas, la cebadera, el velacho y la de gavia, las llevaban bien aferradas a sus vergas. Este era el recurso al que recurrían los mandos de las naves aparejadas con velas cuadras cuando se veían obligados a pilotar por aguas peligrosas, bien por estar sembradas de bajos o como en este caso, por canales tan angostos. El motivo no era otro que darle menos andar a su barco, por si en algún momento necesitaran cambiar bruscamente de rumbo para evitar caer sobre una restinga o un bajo de arena, o si la colisión o la varada fuera inevitable, al menos que las consecuencias de este accidente fueran las mínimas.

De esta manera, cruzan los pasos Froward e Inglés. Pronto alcanzan a ver por proa la isla Carlos III , que por su litoral norte, les ofrece un paso, el Paso Tortuoso , llamado así por las complicadas maniobras que necesitan hacer para superarlo. Desde el Paso Tortuoso siguen avante claro, les espera el Paso Largo , que vencen esta vez sin demasiadas dificultades. Pero Magallanes , que estaba deseoso de continuar hacia adelante para comprobar de una vez por todas que el Mar Sur lo tenían a su alcance, se ve obligado a internarse en un retrecho que tiene por estribor, bien porque el viento les ha rolado o porque la marea se les ha vuelto en contra. Nada más iniciar su entrada en este de nuevo estrecho canal, ve que cómo éste se va abriendo hasta llegar a una bahía, el golfo Xaltegua , en donde decide fondear. «Habíamos entrado en el canal Sur-oeste con los otros dos navíos, y continuando nuestra navegación, llegamos a un río que llamamos de las Sardinas, a causa de la inmensa cantidad que vimos de estos peces. Anclamos para esperar a los otros dos navíos y pasamos cuatro días», días de espera que los españoles dedican a rellenar sus pipas de agua dulce, a recolectar apio y a la pesca.

Aprovecha además Magallanes estas cuatro jornadas en el río de las Sardinas para armar una chalupa y enviarla con unos cuantos de sus hombres a que reconocieran las aguas que se les abrían hacia el NO, «anclamos allí para esperar a los otros dos navíos, pero durante este tiempo se envió una chalupa muy bien equipada para que reconociesen el cabo de este canal que desembocaría en otro mar». Proveída la chalupa de víveres y agua dulce para cuatro días, sus tripulantes se alejan de las dos naos. Por ambas bandas ven cumbres nevadas. Entre todas ellas eligen aquella que consideran que les ofrece mejor horizonte, al monte Wydham , con su pico a 1.189 metros. Dejan su pequeña embarcación en la playa más cercana a su ladera, y deciden que dos de los hombres que iban a bordo inicien su escalada. Muchos metros tuvieron que ascender estas personas en condiciones extremas: mal alimentados, ateridos de frío y cansados de un duro remar, y desde luego, sin calzados ni ropa apropiada para hacer una larga caminata por tierras heladas. Todas estas condiciones sumadas a las dificultades propias del ascenso de un monte de estas características, reflejan hasta qué grado los hombres que tripulaban estas naves, decididos y arrojados en extremo, eran capaces de superar cualquiera dificultad física por dura que fuera. Cuando lo coronan, se les ofrece una espectacular vista, al NO ven un amplio canal, el Paso del Mar, que a medida que se aleja de ellos va siendo cada vez más ancho.

En un día claro, un observador situado a algo más de 1.000 metros, tiene a la vista unas 70 millas. Más aún, si por la causa que fuera no vieran el cabo Pilar , sí alcanzarían a ver sin dificultad el tramo más ancho del Paso del Mar, que llega a tener 12 millas de una orilla a otra, y lo tenían a 50 millas. Por ello, este tramo bien pudo hacer creer a los observadores que por fin estaban viendo el gran mar que andaban buscando.

Tan extrema es la meteorología en el Estrecho, que otros marinos que lo cruzan escriben sobre esta tremenda travesía que «a consecuencia de los efectos de este tiempo húmedo y afligente, y de lo muy expuesta que había estado la tripulación, su salud había quedado muy seriamente afectada, principalmente de dolencias pulmonares, catarrales y reumáticas», y puede leerse en otro de ellos que para proteger a la gente de la intemperie se mandó «que se entolde el barco con velas». Poco más podían hacer estas expuestas naves para defender a sus hombres de estas condiciones tan tremendamente crudas.

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