Sanidad

Médicos de familia en Sevilla con 65 pacientes al día: «A partir del enfermo 40 podemos meter la pata»

La saturación de los Centros de Atención Primaria indigna a los usuarios y preocupa a sus profesionales por la merma de la calidad de la asistencia, afectada por la mayor presión asistencial y la falta de cobertura de las bajas

Colas en la entrada del Centro de Salud de Sevilla Este ABC

Jesús Álvarez

Carlos tiene 45 años y es médico de Atención Primaria en un centro del Distrito Norte de Sevilla. A finales de marzo y mediados de abril, en las peores semanas de la pandemia , se pasaba horas sin ver un solo paciente, una experiencia que no había vivido nunca en la sanidad pública. «Aquello era casi un desierto, parecía una película de miedo», recuerda Carlos. Las enfermedades no habían desaparecido (seguían los cánceres, las cardiopatías, la hipertensión, los ictus o las diabetes) pero muy pocos, casi nadie, se atrevía a ir allí por miedo a contagiarse de un virus desconocido que se cobraba la vida de muchas personas mayores. Había que estar muy malo para ir a Urgencias.

La primera oleada del Covid-19 se frenó en junio y desde entonces la película ha cambiado mucho, aunque sigue dando miedo. Carlos tiene que atender a a unos 55 pacientes al día, por teléfono, en su consulta o en visitas a domicilio. En los centros de salud se ha ido acumulando de todo y a todos hay que darle salida: enfermos crónicos, diabéticos, enfermos cardiacos o renales. «Ninguna de esas enfermedades se ha ido, igual que el coronavirus. Y el exceso de mortalidad no atribuible a este virus que se registra mes a mes viene seguramente de ahí, de todas esas enfermedades que no se atendieron . A pesar del esfuerzo que se hizo por telefóno, se tuvieron que aplazar analíticas y revisiones y esta demora se está notando mucho ahora, cuando el crecimiento de los infectados por Covid está bloqueando la atención a otras patologías», cuenta este médico.

Los medios son los mismos pero los pacientes son más. Unos 1.500 médicos de Atención Primaria trabajan en los centros de salud de Sevilla, donde prestan servicio un número parecido de enfermeros. El Sindicato Médico de Sevilla estima que faltan unos 200 facultativos para completar las plantillas con los estándares sanitarios recomendados. Carlos, como muchos de sus compañeros, lleva muchos meses estresado y explica a ABC por qué, aunque pide que no aparezca su apellido ni el nombre de su centro de salud por miedo a represalias de los responsables sanitarios de su distrito. «Cada día tenemos una agenda telefónica que va desde las 8 en punto hasta las 11,45 . Y se cita un paciente cada cinco minutos. A partir de esa hora atendemos a los presenciales a demanda. Y a partir de las 13,30 tenemos las visitas a domicilio. Desde que entro a las 8 de la mañana hasta las 15 horas, que acaba teóricamente mi jornada laboral es una angustia permanente», dice.

La angustia de Carlos, que es extensible a la de los profesionales sanitarios y no sanitarios de otros centros de salud de la provincia de Sevilla («a la inmensa mayoría», según asegura Rafael Gómez , secretario de Atención Primaria del Sindicato Médico de Sevilla), no sólo se debe a que apenas pueda parar para ir al servicio durante su jornada laboral sino al resultado de su trabajo. «La presión asistencial es tan grande que lo que se espera de nosotros es que veamos a los pacientes como si hiciéramos churros y lo único que no puede ser este trabajo es hacer churros», cuenta.

«No se puede ver a los pacientes como si hiciéramos churros. Pero la presión asistencial es tan grande que es lo que se espera de los médicos»

Carlos está casado con Rocío, también médico que presta sus servicios en un centro de la periferia de Sevilla capital. Su angustia es muy parecida a la de su marido y hay veces que rompe a llorar cuando llega a casa. «Llego completamente agotada pero no puedo dejar de pensar en que puedo haber cometido algún error de prescripción, porque no tengo tiempo para ver con calma las analíticas. Nuestro trabajo es muy deductivo y tengo miedo a meter la pata a partir de cierto momento», confiesa con amargura. ¿A partir de qué momento puede un médico cometer un error de importancia? «Cuando ya has visto en un día a cuarenta pacientes, el cansancio es muy grande y la prisa por ir dando salida a todos los que aún esperan que los veas puede provocar precipitaciones o errores de prescripción, por ejemplo, en recetas. A veces no tenemos tiempo para comprobar s i hay duplicidades o contradicciones en la medicación», cuenta.

A eso se une que Rocío no conoce a todos los pacientes crónicos que está tratando porque una parte de los que tiene que ver a diario (entre el 10 y el 15 por ciento normalmente, aunque en vacaciones alcanza el 40-45 por ciento) pertenece al cupo de un colega que está de baja por una operación, a los que se añade una parte del cupo de otro que está de vacaciones. Ninguno de ellos es paciente suyo (lo son de manera provisional) y eso no favorece su trabajo en esos cinco minutos mal contados que puede concederle a cada uno.

Cada médico de Atención Primaria en Sevilla tiene entre 1.000 y 1.500 pacientes asignados, según la densidad de población donde se ubique su centro de salud. Las bajas no se suelen cubrir porque no hay médicos ni pediatras en las bolsas de empleo , según se asegura desde el Servicio Andaluz de Salud. ¿Faltan médicos en España? El presidente del Sindicato Médico de Sevilla, Rafael Ojeda , recuerda que se convocan muchas menos plazas de especialidad (MIR) que de

Rafael Ojeda ABC

licenciados en Medicina salen de las facultades, y pide que se haga más atractiva la especialidad de médico de familia en Andalucía. «No faltan estos especialistas en Castilla y León y otras regiones españoles y eso tiene una explicación: las condiciones laborales en unos lugares y otros». El presidente del Colegio de Médicos de Sevilla, Alfonso Carmona , pide que se puedan ampliar las plazas MIR incluyendo en la formación de estos profesionales a los hospitales privados. Los dos piden también que se reactive la homologación de los médicos extranjeros, preferentemente de habla española, mejorando su formación. Lo mismo opina Luis González Sanz, médico y sindicalista de CC.OO. Los tres advierten que en los próximos diez años se jubilarán unos 70.000 médicos en España y que la situación podría empeorar mucho si no se toman antes medidas.

Carlos tiene a veces 10 «bises» en un mismo día, pacientes que son citados exactamente a la misma hora, además de los 55 que tiene en su agenda habitual y los que le puedan surgir sin cita previa

Si hay una cosa que angustia a los médicos de Atención Primaria son los «bises», como denominan entre ellos a la cita de varios pacientes al mismo tiempo. Carlos tiene a veces 10 «bises» en un día , que se añaden a los cincuenta y cinco pacientes que suele tener su agenda diaria, lo que sumaría unos 65 pacientes durante la jornada laboral (sin contar con los que puedan surgir) , que serían 80 ó 90 si el sanitario acepta prolongar su jornada laboral por la tarde, oferta que el SAS realizó hace algunas semanas para aliviar la saturación asistencial de estos centros. «Nos vendría bien el dinero pero muchos no somos capaces de trabajar más en estas condiciones. No es que no queramos, es que no podemos», confiesa.

El Sindicato Médico de Sevilla dice haber detectado hasta 36 bises al día en las consultas de varios centros de salud de la provincia. La cosa se complica cuando surge una emergencia. Hace pocos días llegó al centro de salud de Carlos un señor con un dolor muy fuerte en el pecho que resultó ser un infarto. « Tuve que aparcar toda mi agenda y consultas para estabilizarlo, realizar las maniobras pertinentes y solicitar un helicóptero para recoger al hombre -cuenta este médico-. Cuando se lo llevaron a las 10,30, el retraso que tenía en mi agenda era tremendo. Salí de allí a las cuatro y pico medio atontado».

Carlos le ha pedido a su director que se cubran las bajas (hay una pediatra en su casa con Covid) y le comenta que no sabe cuánto más podrá aguantar con este estrés. « Todo tiene un límite», le dice . Si tuviera que darse de baja porque alcanzara el suyo, sus compañeros tendrán que repartirse su cupo. Eso podría significar más de 80 pacientes al día para un solo profesional. «A veces llegas a casa dándole vueltas a alguna de las consultas que he tenido porque cuando ya has tratado a treinta o cuarenta, puedes empezar a equivocarte», cuenta. Él y Rocío tienen dos hijos y reconocen que todo esto les está afectando a su vida familiar.

Carmen detectó un posible cáncer de pulmón por teléfono y citó al paciente para verlo y hacerle pruebas. «Si le hubiera mandado un jarabe para la tos, el tumor podría haber avanzado mucho antes de recibir tratamiento», cuenta

Carmen, de 40 años, es médico de Atención Primaria en un centro de salud no muy lejano del Hospital Virgen Macarena de Sevilla, al que está adscrito. No tiene tantos pacientes como Carlos y Rocío pero los cincuenta diarios no se los quita nadie. Ella lamenta que los médicos, con una agenda diaria de enfermos tan apretada, tengan que hacerse cargo de «tantos papeleos administrativos que nos quitan tiempo para ver nuestros pacientes». Actualmente es de cinco minutos ( los planes de la Consejería de Salud son ampliarlos a diez ), un tiempo insuficiente en muchos casos para detectar una dolencia que podría ser grave. «Los teléfonos se saturan mucho y las administrativas no pueden cogerlo porque están atendiendo mil cosas y mil papeles por tanta burocracia», cuenta.

El SAS asegura haber contratado a 33 administrativos este verano para paliar la situación y que las esperas para conseguir una cita con el médico en los centros de salud está en torno a los 5 días, «aunque hay algunos centros en los que la demora es superior». En los centros de Carmen, Carlos y Rocío supera los 14 días. « La gente se desespera. Acabo de atender a un paciente que lleva llamando cuatro días con la tensión alta y que se ha presentado en Urgencias -cuenta Carmen-. Otros me dicen que llevan 15 días intentando ver a un médico y no le cogen el teléfono en el centro ni en Salud Responde».

A veces la sobrecarga proviene del hospital de referencia porque el especialista pide una analítica y el volante se lo tiene que dar su médico de cabecera. «Todo nos llega a nosotros», lamenta Carmen, que dice estar «hasta las pestañas» de tanta burocracia. Pone un ejemplo: « Nos obligan a acreditar todos los años que todos los docentes de Sevilla pueden seguir dando clases. ¿Qué sentido tiene ese papel? Nos hace perder mucho tiempo, que es justo lo que no tenemos», dice.

La tramitación de bajas laborales también agobia a los médicos. «Nos vemos obligadas a tramitarlas como si fuéramos administrativos y y yo no puedo estar dando bajas mes tras mes sin saber cómo está esa persona, si ha ido al rehabilitador o necesita algún medicamento adicional para mejorar su estado. Se está olvidando que detrás de cada renovación de una baja hay un acto médico», dice Carmen. Tampoco es raro que el médico tenga que renovar una baja laboral por teléfono de un paciente que no es suyo y al que ni siquiera conoce. « El sistema favorece quitarse las bajas laborales casi sin mirar porque no hay tiempo . Si quieres ver a todos los pacientes, hay que sacrificar algo y hay compañeros que no pueden más y que tienen que dar las bajas así», cuenta.

Carmen no ve mal la atención telefónica en algunos casos (el plan del SAS es que el 70 por ciento de los pacientes de los centros de Atención Primaria sean atendidos a distancia mientras dure la pandemia) pero advierte de los peligros de generalizarla. Ella pudo detectar un posible cáncer de pulmón por teléfono pero admite que también pudo escapársele. «El paciente era fumador y me dijo que tenía tos desde hacía semanas y le di una cita para verlo y hacerle un análisis . Era un tumor y ya está recibiendo la quimioterapia. Si le hubiera dado un jarabe para la tos en vez de citarlo para los análisis, como me dijo mi intuición, el tumor seguramente lo habríamos detectado mucho más avanzado y, tal vez, se habría extendido a otros órganos».

Julián ha participado en campañas sanitarias en África y dice que en su centro de salud, situado entre dos barrios pobres de Sevilla, ha sentido lo mismo: «que no podemos atender a todos»

Julián, 35 años, ha tenido un mal día en su centro de salud, situado entre dos barrios de Sevilla con una renta per capita muy baja. « Esta mañana llegó una persona contagiada de Covid que debía de estar en su casa en cuarentena y que fue allí a que le sacaran una muela. Hubo que descontaminar todo el centro. Hay pacientes irresponsables y hay otros que no pueden dejar de trabajar porque tienen que comer todos los días», cuenta este médico de Atención Primaria. Él ha participado en campañas sanitarias humanitarias en África y ha estado frente a filas enteras, casi interminables, de niños y jóvenes esperando una vacuna, una revisión de la vista o una operación de cualquier tipo, y dice que hay veces que se siente igual que allí. «En África no podíamos atender a todos y en mi centro de salud tengo la misma sensación, la de que no tenemos tiempo para poder llegar a todo», dice.

En su centro hace pocos días una madre insultó y amenazó a una pediatra porque tardó en atender a su hija . «Como si fuera culpa de ella -cuenta Julián-. Mi compañera llegó con un dolor precordial a su casa aquella tarde, un dolor provocado por el estrés y angustia. La gente nos culpa a nosotros y no podemos hacer más. Nos llevamos los palos, las amenazas, y algunos nos dicen que nos van a matar. Estamos quemados y ya no queremos continuar el trabajo por la tarde, aunque nos paguen. No podemos más», dice.

Los que sí puedan (y quieran) deberán atender a más de 80 pacientes al día, «incluso 90», comenta. El 90 por ciento de las consultas médicas se hacen en Atención Primaria y sus profesionales lamentan que del plan de inversiones en infraestructuras aprobados por la Consejería de Salud ( 112 millones de euros en toda Andalucía, de los que 31 irán a Sevilla ) no se destine apenas nada a los centros de salud. «Esto no es algo nuevo sino que se arrastra de muchos años. Somos los grandes olvidados de la sanidad pública», dice Rafael Gómez , que advierte que cuando llegue el frío se incrementará la patología respiratoria: «Esto es como una bola de nieve que baja por una ladera y se va haciendo cada vez más grande».

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