ENTREVISTA

«La justicia y la paz se besan y a través de la aplicación de las leyes debemos hacer que esa paz se mantenga»

El cardenal sevillano Miguel Ángel Ayuso Guixot, ganador del VI premio Jiménez Becerril contra el Terrorismo y la Violencia, recomienda «combinar perdón y arrepentimiento respetando la memoria de las víctimas y sus familiares»

El cardenal sevillano Miguel Ángel Ayuso Guixot Maya Balanya

Jesús Álvarez

El profesor, escritor, teólogo, arabista e islamólogo Miguel Ángel Ayuso Guixot (Sevilla, 1952) pertenece a la congregación de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús y con ella estuvo veinte años en Egipto y Sudán , donde dirigió un centro de acogida para refugiados.

Designado por el papa Benedicto XVI como secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, ha presidido diversas reuniones de diálogo interreligioso en E gipto, Sudán, Kenia, Etiopía y Mozambique. El 1 de septiembre de 2019, el Papa Francisco anunció su nombramiento como cardenal, lo que hizo de él el primer purpurado sevillano en ciento ochenta años. El pasado 1 de febrero vino a Sevilla a recoger el VI Premio contra el Terrorismo y la Violencia Alberto Jiménez Becerril, que reconoció su dilatada experiencia en zonas de conflicto y su labor incansable a favor del diálogo interreligioso. Aunque habla árabe, inglés, francés e italiano, además de español, y ha vivido fuera de España los últimos cuarenta años, aún conserva cierto acento andaluz que se esfuerza en conservar. Los recuerdos de su infancia son los del patio y las aulas del Claret de Sevilla.

¿Qué significa para usted el premio?

Es, sin duda, un acicate para continuar en esta labor de mejorar la convivencia en un mundo que, por desgracia, cada vez se divide más.

¿Recuerda el día del asesinato de Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García?

El 30 de enero de 1998 yo ejercía mi labor como misionero en Sudán, un país que entonces estaba en guerra. Dirigía un centro de acogida para refugiados y recibíamos a muchas mujeres y niños que huían de la zona de conflicto. Procuré ayudarlas a instalarse lo mejor posible, alimentarles, protegerles e interceder ante las autoridades para que acabara una guerra que estaba causando tanto dolor. Cuando supe de ese acto vil y brutal ocurrido en Sevilla en una noche fresca y lluviosa, sentí que todo ese sufrimiento diario de Sudán trasladado a mi ciudad natal. Me impresionó muchísimo la noticia, aunque tardó varias en llegar al sitio donde me encontraba porque no había medios de comunicación instantáneos como ahora.

Por fortuna, el terrorismo ha desaparecido en España, no así en Sudán.

Aun así hay que estar siempre en guardia porque la paz es un don que recibimos y que hay que saber mimar, mantener y cultivarlo . La paz no es una cosa que se nos dé por generación espontánea sino que debemos crearla en las relaciones humanas y sociales. Hay camino por recorrer . Creo que ese 30 de enero de 1998 se revivió la conciencia de esos ciudadanos de toda España de buscar caminos de reconciliación pero sin ingenuidad. La justicia y la paz se besan y a través de la aplicación de las leyes y de los principios de nuestra convivencia, debemos hacer que esa paz se mantenga. Creo que por medio de la educación se puede hacer crecer esa paz que nos hace a todos más libres. Debemos aspirar una sociedad en la que, a pesar de las diferencias, viva el respeto y la seguridad de todos sus ciudadanos.

¿Para que haya perdón tiene que haber arrepentimiento y justicia?

Sí. Hay que saber combinar perdón y arrepentimiento y también se tiene que respetar la memoria de las víctimas y sus familiares.

En el Congreso tiene grupo parlamentario un partido que se considera heredero de la banda terrorista y que no ha hecho ese ejercicio de arrepentimiento.

Yo no conozco mucho la situación política del Parlamento porque llevo mucho tiempo viviendo fuera de España y mi misión en la Iglesia como secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso es que se produzca un diálogo interreligioso que permita la convivencia en el mundo. Pero sí debo decir que me parece imprescindible el respeto a las víctimas. Cometer un error es humano pero un acto tan grave como quitar la vida a una persona inocente por cuestiones ideológicas es algo que ofende la humanidad. Me parece que se trata de una verdadera lacra de nuestra sociedad. Creo que las leyes, tanto nacionales como internacionales, deben contribuir a que esta lacra del odio y el terror que nos hace tanto daño no crezca. Los seres humanos debemos saber que ese perdón y arrepentimiento debe surgir espontáneamente más allá de cuestiones políticas, ideológicas o sociales. Hay que saber reconocer el error que se ha cometido mediante un acercamiento respetuoso a las víctimas.

«Es preocupante que ahora que está desapareciendo la última generación que sobrevivió al Holocausto se esté acentuando de forma tan alarmante al antisemitismo»

Dice el Papa Francisco que vivimos «una tercera guerra mundial a pedazos». ¿Esto tiene que ver con los conflictos entre religiones?

Es a nivel religioso pero también a nivel de los focos civiles que hay en el mundo y que construyen muros para separarse de los demás. Mi antecesor en el cargo dijo que la causa de los problemas que hay en el mundo no son las religiones sino, bien al contrario, parte de su solución. Hay que saber combinar el respeto cultural e interreligioso y ayudar a superar los conflictos por medio del perdón y del arrepentimiento. La aceptación del otro es fundamental para conseguir una paz duradera, se sea creyente o no.

Usted estuvo de misionero en Egipto y el Valle del Nilo, donde los cristianos coptos son atacados y asesinados. ¿La religión católica es hoy la más perseguida en el mundo?

Sí, los católicos son los más perseguidos y en esa zona están sufriendo persecución muchos cristianos. Creo que la libertad religiosa es algo fundamental y debemos conseguir entre todos que se respete en todo el mundo. Cualquier persona debe ejercer su propia fe sin que sea asesinada. Todos los creyentes piensan que partir de la religión pueden mejorar su vida personal y social y ayudar a construir un mundo mejor. Es preocupante que ahora que está desapareciendo la última generación que sobrevivió al Holocausto se esté acentuando en todo el mundo de forma tan alarmante el antisemitismo. Y observo que también está aumentando mucho la islamofobia, lo cual me preocupa igualmente.

El Papa Francisco no se cansa de decir que hay que construir puentes en vez de levantar muros.

Es que hay que ser inclusivos y tender puentes, a pesar de nuestras diferencias culturales o religiosas. Todos debemos trabajar juntos por el bien común. Decía el pensador francés André Malraux que «el siglo XXI será religioso o no será» y creo que el mundo de la política necesita servirse del diálogo y de la consulta con los diferentes líderes religiosos para ayudar a integrar las diferencias y crear una sinfonía armónica de paz en el mundo.

En España y en buena parte de Europa está retrocediendo desde hace años la religiosidad y el peso e influencia de las religión en la vida diaria. ¿A qué lo atribuye?

Lo atribuyo a que vivimos en un mundo muy acelerado, una sociedad líquida que nos crea mucha inseguridad y que nos acucia a buscar soluciones inmediatas a los problemas. Estamos incomunicados y, a mi modo de ver, esa vida tan acelerada nos conduce a una sociedad menos integrada. Seamos creyentes o no, creo que son importantes esos valores que la sociedad genera por medio de organizaciones de caridad y de solidaridad y que reflejan ese sentimiento humano e integrador que nos invita a vivir no solo pensando en nosotros mismos sino en los demás. Desde el punto de vista religioso, esta aceleración de la vida social ha llevado a este alejamiento de la religión, pero yo creo que en el fondo del corazón de cada ser humano hay un poso de bondad y una conciencia de respeto y de ayuda a los demás.

¿Esta triunfando una cultura de la superficialidad que lleva a un cierto vacio existencial?

Estamos un poco distraídos, probablemente por las redes sociales que nos han absorbido. Son instrumentos muy buenos pero tenemos que saber utilizarlos con equililbrio y mesura. Pienso también en las noticias falsas o los discursos de odio que hacen un daño enorme a la sociedad. Cuando era misionero en Sudán, no tenía ningún medio de comunicación y para organizar un curso de catequista tenía que llamar a alguien con un camión para que avisara por el desierto a los catequistas del curso. Recuerdo que tardaba una semana en hacerlo. Hoy todo es instantáneo y por eso digo que la tecnología es maravillosa. Pero hay que saber utilizarla para que sean fuente de bien y no de odio, como a menudo está ocurriendo.

«Ayer éramos nosotros, hoy son otros y mañana no sabemos quiénes serán los inmigrantes. El miedo es el peor enemigo del diálogo. Como dice el Papa Francisco, debemos tender puentes en vez de levantar muros»

Hay sacerdotes y personas situadas en la base de la Iglesia que censuran que se se esté más pendiente de bodas y comuniones que de propagar el Evangelio. Dicen que la Iglesia se está «sacramentalizando demasiado». ¿Cuál es su opinión?

Yo creo que la Iglesia debe prestarle atención a todo. Quien es creyente debe interesarse por todo y nuestra obligación como pastores es alimentarlos por medio del Evangelio, de la meditación y también de los sacramentos. También tenemos que buscar el compromiso que nos lleve a rendir un servicio humano en donde veamos reflejado el rostro de Cristo. Necesitamos buenos samaritanos que sepan curar las heridas del mundo.

Usted viaja por todo el mundo y tiene contacto con ditintas religiones de países de los cinco continentes. ¿Comprende que haya gente en España, Italia y otros países europeos que tenga miedo a la inmigración desordenada?

Ayer éramos nosotros, hoy son otros y mañana no sabemos quiénes serán esos inmigrantes. Hace tres días estuve haciendo una hora de oración en Sevilla con un grupo de jóvenes ante la cruz de Lampedusa. El tema de la inmigración es un gran desafío para la humanidad y no es un problema de un país sino algo global. Las migraciones son muy numerosas por causas muy dispares, guerras, pobreza y otras. En esta aldea global hiperconectada que es el mundo no debemos tener miedo porque el miedo es el peor enemigo del diálogo. Como dice el Papa, tenemos que tender la mano al que está necesitado y superar el miedo que nos tienta a construir muros. Durante mi misión en Sudán recuerdo que llegó un camión cargado de gente harapienta, niños, mujeres y ancianos. Nos habíamos quedado in comida, sin grano, sin arroz, sin azúcar, sin té y no teníamos nada que ofrecerles debido a la escasez que causó la guerra y al bloqueo de las materias primas que esperábamos de la ayuda internacional. Le dije al anciano del grupo que no les podíamos acoger porque no teníamos nada que ofrecerles y el hombre me dijo: «No se preocupe, padre, aunque no haya nada de comer, en esta iglesia nos sentiremos como si estuviéramos en nuestra casa». El sentimiento de la acogida requiere un acto de coraje que interroga a nuestras sociedades y responsables civiles para buscar soluciones que alivien el sufrimiento de estas personas.

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