GEAS de Sevilla: los ojos de la Guardia Civil que miran bajo el agua

Los diez buceadores de este grupo, con 38 años de vida, vigilan donde pocos miran para garantizar la seguridad de eventos como el Día de las Fuerzas Armadas

Una pareja de buzos rastrean la zona de un yacimiento subacuático ABC

Silvia Tubio

El 14 de noviembre de 2004, los buzos de la Guardia Civil se lanzaban al río Guadalquivir para enfrentarse a la ingrata tarea de rescatar un cadáver. Sin la adrenalina que genera la posibilidad de salvar una vida, los efectivos del GEAS se tiraron al agua para sacar el cuerpo del ocupante de un helicóptero que se había estrellado sobre la lámina de agua. La operación para extraer los restos ha sido una de las más complejas a la que ha tenido que enfrentarse este equipo especializado de la Benemérita por las condiciones del río y porque la aeronave estaba boca abajo y muy deformada. En parejas, como siempre actúan, descendieron a siete metros y tras localizar el aparato lograron colarse por un hueco, romper una maraña de cables y aparataje que bloqueaba el interior y llegar al cadáver. Y todo esa operación, a ciegas, por la nula visibilidad que ofrece el fondo del Guadalquivir.

Quince años después de aquello, el responsable de la unidad, el cabo primero Javier Casillas Parra , sigue acordándose de esa intervención. «Este río que tenemos es muy complejo por las corrientes que tiene. En realidad es un brazo de mar y tenemos que estar pendientes de la pleamar y la bajamar. Un objeto que cae en un punto, puede ser arrastrado a kilómetros de distancia. Es difícil trabajar en él».

Diez buceadores componen el grupo especializado de actividades subacuáticas de la Guardia Civil, con base en el acuartelamiento sevillano de Eritaña. En Andalucía hay desplegados otros tres equipos en Almería, Málaga y Algeciras. En total 34 buzos. Desde Sevilla se controla no sólo la demarcación territorial más próxima. También tiene asignadas las provincias de Jaén, Córdoba, Huelva y parte de Extremadura.

El naufragio del pesquero «Nuevo Pepita Aurora», el accidente mortal de un helicóptero en el Guadalquivir o la búsqueda de Marta del Castillo son algunas de sus intervenciones más conocidas

Son un reducido equipo que a pesar de sus dimensiones suelen ser noticia cada vez que actúan. Sus misiones comprenden un alto nivel de riesgo en las que deben vencer situaciones límite, donde el adiestramiento bajo el agua resulta fundamental. El naufragio del pesquero «Nuevo Pepita Aurora» frente a las costas de Cádiz en 2007, la búsqueda de Marta del Castillo , el rastreo de pozos para localizar a desaparecidos o esa prueba que resuelva un crimen . Entre sus logros, que fue portada de los periódicos locales, la recuperación del cuchillo que usó un delincuente común para matar a la dependienta de una colchonería de Chiclana (Cádiz) en 2008. Lo arrojó al río Iro y los buzos lo localizaron hundido en el fango. «Eso fue como la famosa aguja del pajar», señala el cabo primero, mostrando la foto del momento de la extracción del arma.

Un buzo se introduce en un pozo de 60 centímetros de diametro para buscar a una niña ABC

Sobre los rastreos de pozos, admiten que ha habido un antes y un después del caso Julen , el niño que murió en el interior de uno de ellos en Totalán (Málaga). Los dispositivos de búsqueda no pasan ya por alto ninguno de esas aperturas en la tierra. «Aunque estén fuera del radio de búsqueda, es lo primero que te piden que mires».

Las intervenciones en pozos es de las tareas más duras porque el especialista a veces tiene que introducirse en espacios claustrofóbicos sin apenas hueco para el equipo. El cabo primero Casillas recuerda aquella ocasión en la que descendió por un hueco de 60 centímetros de diámetro, colgado de los pies para que no removiera el fondo. «Sí claro, esto es muy vocacional si no, es imposible que te metas a trabajar aquí».

Los guardias civiles que aspiran a entrar en esta especialidad deben superar una selección previa antes de acceder al curso de seis meses que realizan en Valdemoro , en la unidad de actividades subacuáticas. Ese primer corte para poder entrar en el curso «es muy duro. Hay que superar prebas como buceo en apnea a más de 25 metros o nadar 200 metros en menos de cuatro minutos». El buzo de la Guardia Civil, explica el responsable del equipo sevillano, «no tiene por qué ser un gran deportista, pero sí reunir unas determinadas condiciones como la capacidad de control cuando te encuentras bajo el agua, a ciegas y te entra un ataque de pánico».

Miembros del GEAS de las primeras promociones en los años 80, en Sevilla ABC

Por regla general, quien opta a convertirse en miembros del GEAS es un buzo aficionado que quiere convertir esa pasión en trabajo. Ése fue el germen de la especialidad. Antes de que se creara mediante orden ministerial, cuando se declaraba una emergencia y la Guardia Civil necesitaba de un experto en el medio acuático, tiraba de aquellos miembros del Cuerpo que en su tiempo libre buceaban. De esa voluntariedad se pasó a una profesionalidad y el reconocimiento dentro de la estructura de la Benemérita.

Vigilancia en el puerto de Sevilla

Además de auxilios humanitarios, rastreo de desaparecidos y búsqueda de evidencias, este equipo de buceadores debe acudir con cierta frecuencia a la zona de Isla Mayor y Coria a lanzarse al agua para sacar los fardos de hachís que tiran los traficantes en su huida. En otras ocasiones han sido activados en operaciones contra los que expolian los tesoros que el pasado dejó en el fondo del mar.

Para cubrir este abanico de servicios, la unidad se ha organizado en torno a los guardias localizadas para poder activarse en cualquier momento en caso de emergencia. Cuatro miembros están localizados cada día. El resto de la jornada se dedica al mantenimiento de equipos, instrucciones de buceo y «burocracia», la parte menos apasionante.

El trabajo ordinario se ha incrementado en los últimos meses con el aumento de las escalas de cruceros en el puerto de Sevilla. Los buzos de la Guardia Civil deben reconocer por seguridad los puntos de atraque y más en una situación de alerta antiterrorista nivel 4 (riesgo alto) como la que mantiene España desde 2015.

Este equipo tiene encomendada la seguridad bajo la lámina de agua del Guadalquivir durante los ejercicios que hay previstos en las jornadas previas del Día de las Fuerzas Armadas y en el acto central del 1 de junio. Ellos serán los ojos que miren en el fondo del río, uno de los cinco escenarios elegidos por el Ministerio de Defensa para el gran despliegue militar que conmemorará el 30 aniversario de la primera misión en el extranjero.

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