Crisis del coronavirus en Sevilla

Trigésimo sexto día de encierro: la melancolía de otra semana entera de abril robada

Las cifras de mejoría y las medidas de apertura que se atisban en el horizonte alivian el panorama del sexto fin de semana de confinamiento

Prado de San Sebastián desierto a mediodía de este domingo Rocío Ruz

S. L.

La semana se ha marchitado en Sevilla entre anuncios de nuevos y más amplios plazos de confinamiento a causa de la pandemia de coronavirus Covid-19 , ciertos mensajes de alivio como la próxima salida de los más pequeños a que les dé el aire de la calle o las cifras de contagios y curaciones y, además, esa melancolía de la primavera que no se puede disfrutar, los debates estériles sobre una feria antes o después cuando no habrá ninguna este año y una previsión de un verano cuanto menos extraño y sin la multitud agolpada junto a la barra de la cerveza y la tapa o lo más cerca de la orilla para poner los pies en remojo. Definitivamente, los domingos tienen un punto triste y un mes de abril encerrado es una losa mental que cuesta un mundo levantar. Hay que agarrarse a los números que indican que poco a poco se está doblegando al virus.

María José Lora. Domingo de confinamiento de algún día de abril. ¿Quién dijo que no nos lo habían robado? Aquí la prueba. Las agendas no sirven para apuntar citas, datos, cumpleaños o quizás números de teléfonos; las videollamadas no consuelan cuando se trata de echar de menos; los mensajes de WhatsApp se volatilizan un día tras otro; incluso los memes hacen menos gracia. ¿Cómo pudo sucedernos a nosotros? Esa pregunta aún se la hacen algunos. Pero ya instalados en la rutina, tras más de un mes de encierro, vienen a la mente todo tipo de posibles circunstancias en este nuevo abril improvisado: el desabastecimiento de mascarillas, la nueva cola fuera del supermercado o las veces que nos hemos lavado las manos... Y acertamos a mirar por la ventana al amparo de alguna mirada entre vecinos, quizás buscando alguna mínima conversación que nos alegre el día. Hoy en mi caso la mañana ha estado amenizada por sones cubanos procedentes del vecino del tercero. El del segundo aún no había sacado la guitarra a mediodía y la del bajo estaba dando de comer a las palomas desde su ventana. Por la tarde, volverán las palmas y el ya recurrente «Resistiré». ¿Dónde guardamos ahora este inusual abril? Quizás en las entrañas, donde aguarda callada la misma ansiedad por poner un pie en la calle; tal vez en la mente, que contempla con el mismo desasosiego con el que vemos los datos de fallecidos; a lo mejor en el corazón, fiel reflejo de nuestro ser y punto de partida de las emociones. En mi caso, lo guardo en el cajón, como decía Sabina.

Candela Vázquez. Tras superar el mes de confinamiento, los ánimos, las videollamadas y la paciencia comienzan a flaquear. Este sentimiento se agrava cuando, por maldita casualidad, la primavera empieza a mostrar su mejor versión en una ciudad como Sevilla. Hoy el sol entra a raudales por las ventanas, y nosotros sentimos su atracción fatal. Los sevillanos no estamos renunciando sólo a estar en la calle, estamos renunciando al mes que esperamos durante todo un año. Parece frívolo pensarlo, pero es de lógica reconocer que nuestra cultura está íntimamente ligada a los días que, como hoy, nos dan la vida para el resto del año. La Semana Santa pasó, y dignamente se mostró que, hasta una ciudad como Sevilla, es capaz de combatir adversidades sin caer en el catetismo. Ahora toca otra prueba de fuego, las redes sociales ya se llenan de farolillos, volantes y alegría. No podremos repetir esas estampas este año, pero en nuestra mano está volver a demostrar que estamos a la altura que requiere la situación. Personalmente, me siento orgullosa de ver cómo el debate de la Feria 2020 se encuentra más en las discusiones institucionales que en el seno de los hogares, porque lo primero es lo primero, y ya habrá tiempo de brindar bajo nuestro magnífico cielo esté o no lleno de farolillos.

Romualdo Maestre . Será porque no había camiones transportando bienes esenciales o furgonetas con los caprichos que compramos a través del ordenador para no hacernos a la idea de que el futuro del «low touch» está ya aquí. Será que es domingo y lo único que está activo -aparte de los niños que no entienden la siesta como una bendición-, es el inicio de esta primavera robada por el confinamiento. Será lo que fuere que hoy, por primera vez, a las cuatro y media de la tarde, he pensado que no vivía en abril del 20 sino en alguna película de ciencia ficción. De Alcalá de los Panaderos a La Cartuja, la sede de esta su Casa también querido lector que nos lee digitalmente todos los días, me he cruzado con un sólo coche en los casi veinte kilómetros de trayecto. Y sabe lo que ocurre cuando tiene cuatro carriles para usted solo y nadie que le estorbe en media hora de viaje. Lo mismo que cuando va a estacionar el coche y ve un hueco de siete metros. Aparcará mal a la primera seguro. Estaba tan contento y abstraído por ser un privilegiado que podía ir a trabajar junto con mis compañeros, que dos veces las bandas sonoras de la carretera me avisaron que estaba saliéndome del camino. Entonces, me acordé de las curvas artificiales que ponían en la Aquitania francesa para que en los tramos largos y rectos de sus carreteras los conductores no se quedaran dormidos al volante. Los datos contra el «bicho» del coronavirus son positivos. Pero no podemos aún bajar la guardia.

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