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"El problema es que vivimos en el parque temático del amor"

La psicóloga Susana Méndez Gago enseña en su libro cómo aprender a gestionar los malos sentimientos en tiempos de crisis

01.02.13 - 18:34 -
'El problema es que vivimos en el parque temático del amor'
Susana Méndez Gago, autora del libro 'La bondad de los malos sentimientos'. Foto: Óscar Chamorro

Susana Méndez Gago, psicóloga clínica y experta en Intervención Social y en Educación para la Salud, pone en tela de juicio la «cultura de la felicidad» que se ha promovido en las dos últimas décadas en su libro ‘La bondad de los malos sentimientos’.

–¿Qué nos está pasando?

– En la sociedad del bienestar en la que estábamos instalados magnificamos el éxito, la felicidad, el bienestar, la alegría y el optimismo. Al dar importancia a esos sentimientos negamos otros, los desagradables, porque eran incompatibles. Y ahora, que estamos entrando en un cambio de ciclo, nos hemos quedado desarmados porque no sabemos gestionar aquellos sentimientos que habíamos desterrado y que ahora emergen con fuerza.

–¿Y cómo nos afecta a la salud no saber gestionar esos ‘malos’ sentimientos?

–Depende de cada sentimiento. Por ejemplo, como el siglo XX ha sido tan belicoso nos hemos ido al otro extremo queriendo ser pacíficos y hemos estigmatizado cualquier gesto agresivo. Eso nos ha incapacitado tanto para expresar el natural impulso de la agresividad como para defendernos de los impulsos de los otros. Cuando una emoción no puede salir se vuelve en contra o busca una salida alternativa, ejemplo de ello es que en muchos casos de depresión, las personas que la sufren vuelcan su agresividad hacia dentro porque tienen dificultades para exteriorizarla.

–Tampoco hemos sabido trabajar bien la autoestima.

–Hemos construido nuestra identidad a base de tener, y no me refiero solo a tener un coche o una casa, sino a una nariz determinada. Hemos creído colectivamente que trabajando lo externo construíamos nuestra identidad y nos hemos olvidado de la espiritualidad, porque esa palabra la asociamos a las religiones que hemos denostado.

–En ese proceso de hacernos bonitos nos ha apetecido exhibirnos más y nos hemos liberado de la vergüenza, ¿otro error?

– Claro, porque la vergüenza es útil. Hemos hecho un ejercicio de autoafirmación y de liberación (yo soy así y así me tenéis que aceptar). Y en este ejercicio, que en principio es positivo, se nos ha ido la mano y hemos llegado a confundir lo íntimo, lo privado y lo público y ahora estamos sufriendo las consecuencias. Guardar aspectos de uno y convivir con nuestra intimidad nos hace más nosotros y hay cosas que se comparten y otras que no. Nos hemos despojado de la vergüenza pero no para ser mejores, sino para vaciarnos, y eso nos ha dejado huecos.

–Las redes sociales han contribuido a esa pérdida, ¿a qué nos enfrentamos?

–La tecnología está modificando nuestras costumbres y nos traerá cosas muy buenas, pero como todos los avances tendrá sus sombras. El que nos permita que sea más rápido darnos a conocer puede ser estupendo, pero siempre y cuando estemos preparados para ese juego de exposición social. Creo que habría que tener un buen manual, ver qué cuento y que no y cómo juego dentro de las redes sociales. Porque cuando uno expone su intimidad necesita hacerlo en espacios donde hay lazos afectivos, de confianza, porque si lo hace en espacios donde no hay una vinculación emocional podrá ser juzgado sin piedad y eso puede causar daño emocional.

–Tecnológicamente estamos hiperconectados, pero hay un mal que crece, el sentimiento de soledad...

–Estamos en una contradicción o al menos lo hemos estado. A medida que hemos ido entrando en el progreso, en ese estado de bienestar, se ha ido debilitando el tejido social. Antes los vecinos eran importantes, cercanos, y ahora en muchos casos no queremos conocerles, somos poco participativos en nuestro entorno próximo. El Estado de Bienestar ha dado respuesta a muchas necesidades sociales pero es muy llamativo que también en este contexto haya disminuido la participación de los ciudadanos en lo colectivo. El proteccionismo y el consumismo nos han tornado más individualistas y embebidos en nuestra autorrealización.

–¿Con el desamor nos sucede un poco lo mismo que con la soledad, que nos falta una buena educación?

–Bueno, es que vivimos en el parque temático del amor. No hay más que ver que en el cine los finales felices son lo más taquilleros, es así como nos quedamos en la primera parte del cuento. En la sociedad del disfrute y de la felicidad no tiene cabida el desamor y eso nos dificulta hacer el duelo cuando se acaba una relación. Amor y desamor están juntos desde el principio, pero desde el convencimiento de que el amor es “para siempre” hemos negado la fragilidad de los afectos, no hemos querido reconocer que se gastan y hasta se rompen. Por eso no hay una conciencia del desamor, de ese punto de inflexión en el que ya no amamos pero no somos conscientes de ello. Si no se está preparado para el desamor es fácil caer en el autoengaño. Carecer de una pedagogía del desamor nos lleva a sostener relaciones ya marchitas, a no poder elaborar el duelo cuando se terminan y a reponer al amado constantemente y a meternos en círculos de repetición que nos pueden llegar a hacer muy desgraciados.

–Otra asignatura pendiente es la gestión del dolor...

– Las religiones nos hicieron creer que la vida es sufrimiento, así que cuando nos liberamos nos fuimos, como hemos hecho con casi todo, al otro extremo: había que evitar el sufrimiento y el dolor. En ese contexto, la mercadotecnia del consumo entró con fuerza a vendernos productos que nos alejaran de cualquier malestar y nos procuraran una vida fácil, cómoda y feliz. Reforzaron nuestra tendencia de evitar el dolor, pero eso solo nos ha servido para parchear. El dolor es importante, es el modo en que el cuerpo nos avisa de que algo no va bien. Es un piloto que no debemos apagar porque quien no siente dolor corre más riesgos. Una dosis de sufrimiento nos hace más fuertes y bien asimilado nos hace crecer. Tenemos un límite para tolerarlo, pero si no aprendemos a tolerar cierto sufrimiento no podremos enfrentar aquello que nos cause dolor y, por tanto, no podremos fortalecernos ante las vicisitudes de la vida.

–Para acabar, cómo conseguir el equilibrio emocional?

– Contemplar todos los sentimientos nos hace tener un mapa emocional mejor, más completo, que nos fortalece y nos ayuda a atravesar un túnel como el que ahora mismo estamos pasando.

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