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PSG-Real Madrid

Convincente Real Madrid en el Parque de los Príncipes

Los de Benítez pudieron marcar en la primera parte, que dominaron con un gran Marcelo. En la segunda, el PSG equilibró el partido

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PSG90Real Madrid

El Madrid se fue del Parque de los Príncipes serio, pero otra vez modoso, con la duda de no haber pegado aún un puñetazo en mesa ajena, y acariciando con cariño otro cero, como quien acaricia un gatito mojado encontrado en la calle.

[Narración y estadísticas del PSG-Real Madrid]

Comenzaba con bajas suficientes para que no estuviera claro, ante el opulento PSG, cuál de los dos equipos tenía mejor once. Blanc, el míster local, había hablado en vísperas de estilo y defensa. No sé cómo se dice escoba en francés, pero Blanc las vende un poco. El Madrid mermado fue claramente mejor en la primera parte y no sufrió después. Queda el convencimiento de que no le sacan de ningún campo y la duda de que paraliza al rival, pero ahí se queda. Es como un equipo experto en técnicas de inmovilización.

Ayer pudo sentenciar, pero tampoco lo hizo. O sí, dicta sentencia, pero no la ejecuta. Se queda encantado, como satisfecho de su superioridad, de su logro táctico.

Cristiano atacaba en soledad rodeado de españoles que le subordinaban su pequeña velocidad canterana, y frente a él estaba Ibrahimovic, el sueco-serbo-bosnio, el primer futbolista de entre los futbolistas humanos, que siempre tuvo en su genio algo de francés insoportable, de Cantona o Depardieu, y que parece haber encontrado su clima en París. Zlatan arregló medio partido saliéndose de su zona de peligro hacia una versión absurda y postrera de sí mismo en la que juega a ser Riquelme o algo así.

Como siempre que le falta un crack, Benítez optó por el 4-4-2 auxiliar. Durante los dos primero minutos estuvo moviendo las manos frenéticamente, como si se las calentara. Cuando vio que el equipo ya estaba colocado, se sentó.

El peligro ofensivo del PSG en la primera parte se concentró en el inicio: cuatro córneres seguidos que daban la sensación de que el partido se había quedado pillado en ese trance.

El Madrid hacía una presión arriba conmovedora, efectiva, moderna. Presentarse en todo un París de la Francia con esa presión hizo que algunos se levantaran dando vivas a España. Estas cosas no se sabe si aburren o no aburren, pero es lo que se le ha pedido siempre al Madrid. Benítez le está cambiando el modelo productivo al Madrid.

Blanc, bajo una lluvia delicadísima, movía su chicle caprichosamente, como la camarera de un bar vacío; rompía así el encanto remotamente aznavouriano de su estampa. Hay un tipo de europeo que parece culminar en un modelo de gafas. Grecia dio apolos, Egipto perfiles, el renacimiento musculaturas y la socialdemocracia modelos de gafas.

Di María no podía emprender esas diagonales que acaban en flato de los rivales, y Verratti, ese jugador con ojos de venus de Botticelli, no meneaba al Madrid con sus toques. Ibrahimovic se retrasaba por propia decisión, pero también por efecto de la pareja Ramos-Varane, que hizo lo suyo por incomodar llevándolo del bracete como a Don Hilarión.

Presionaba el Madrid primero, y de segundas se replegaba, bien entonces Kroos y Casemiro, que cortó un par de acciones de forma personal, sin necesidad de más aparato táctico que su propia envergadura. La sensación era de acomodamiento progresivo, muy parecida a la del Calderón. Teletipos internacionales: Madrid bajito toma París de modo inteligente.

En el 28’ fue Danilo en una contra; en el 34, Cristiano, picando un remate al suelo con geometría de haber jugado mucho al billar; repetía al minuto siguiente con otro remate que sacaba Trapp, sin la familia. Thiago Silva miraba ya con esa mirada inconfundible de general desarbolado que busca en el campo de batalla soldados que no aparecen. En el 39’ Marcelo le daba medio gol a Varane, luego chutó Casemiro. En el palco, Florentino vibraba con Sarkozy a su lado. Nuestro cerebro, acostumbrado ya a encontrar ahí a Carla Bruni, sufrió un inevitable cortocircuito. Pero entre el jeque y Sarko, el que más empaque le da a un palco es Floren. ¡Con anteojos de ópera y un lunar sería un personaje de Las Amistades Peligrosas!

Marcelo descoyuntaba la elegancia francesa, le rasgaba el refajo a belle de jour, y el Madrid se iba del campo con una pregunta que no era nueva en la historia: ¿Tan fácil se toma París?

Faltaba el gol, claro, y repetir lo mismo en la segunda parte. Pero la discusión general y el pensamiento retornaban al Calderón: este equipo, con bajos o sin bajas, que a veces no se sabe qué es mejor, se coloca en el campo como corresponde.

Isco aún la toca un segundo más de lo recomendable, pero no jugó mal. Su adormecimiento de la jugada era el necesario. El Madrid comenzaba la segunda parte con un contragolpe que Lucas Vázquez no podía concluir, y el partido se agitaba con argumentos alternos. El PSG espabilaba y en el Madrid debía aparecer el individuo, Cristiano, a poder ser. Casi todos los espectáculos humanos los completa al final el solista, el protagonista. Eso le falta al Madrid, o la rabia personal tras haber cumplido los deberes, o el surgimiento del individuo, lo que convierte un montón de órdenes en una historia. El sentimiento al final está en el gol.

En el 65 entró Pastore. Con él, Ibra podría subir al área. Entre los dos se abría un compás de auténtico peligro.

Pastore asustó llegando a línea de fondo y el Madrid contragolpeó con una ocasión clara de Cristiano.

Cristiano se ha acercado al área e Ibrahimovic se alejado de ella, por fortuna para el Madrid. El partido se iba igualando a la vez que se apagaba, como si quisiera alcanzar un 0-0 convincente. El PSG hizo un esfuerzo torero por reponerse y no hubo más.

Se acabó el partido y la gente salió de él como de una peli de los sesenta: para unos no había pasado nada; para otros, tanto tacticismo soterrado les había dado dolor de cabeza.

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