ABC
Obituario

En brazos de Zoco

Alto y delgado, baluarte en el centro del campo. Tenía una zancada poderosa y una gran elegancia en el juego aéreo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Año 1968, vuelo procedente de Manchester, Ignacio Zoco salió por la terminal de Barajas de regreso de una semifinal de la Copa de Europa. Mi padre, redactor de Marca, salía junto a él. Mi madre nos había llevado a buscar a papá y, entonces, Zoco nos subió, a mi hermano y a mí, en brazos. Un fotógrafo inmortalizó la escena: «Zoco, con los niños».

Zoco fue una leyenda en el Real Madrid. Después de tres temporadas en Osasuna, el navarro llegó a Chamartín en 1962, a la vez que Amancio y Lucien Muller. En su primera temporada ganó la Liga. En las seis siguientes, el Real Madrid se proclamó campeón en otras cinco. En 1966, ganó la Copa de Europa

. Aquel era el Real Madrid yeyé, un equipo compuesto por once jugadores españoles, del que quedaba Paco Gento de los cinco títulos. Zoco fue uno de esos bravos jugadores jóvenes que dio un nuevo impulso al Real Madrid en la década de los sesenta, cuando los mitos como Di Stéfano o Puskas tocaban a su fin.

Nacido en Garde (Navarra) en 1939, Zoco jugó 12 temporadas en el Santiago Bernabéu, con 434 partidos oficiales y con 17 goles. Con la selección española disputó 25 encuentros y se proclamó campeón de Europa en 1964, en la final contra la Unión Soviética en Chamartín. Se ganó la admiración del público por su lealtad, honradez y entrega.

Un futbolista alto y delgado, baluarte en el centro del campo. Tenía una zancada poderosa y una gran elegancia en el juego aéreo. Formó un tándem inolvidable con Pirri en el medio campo y las incorporaciones al ataque de ambos eran temibles en el juego directo. Su estreno, como goleador, fue en su primer mes, en un 3-3 en el Bernabéu contra el Anderlecht. Abrió el marcador de un excelente cabezazo en un córner. Uno de sus inolvidables goles fue el de la final de la Recopa, en Atenas ante el Chelsea. Aquel tanto, en el último minuto, quedó en la historia dentro de sus amargos recuerdos deportivos. Los ingleses vencieron dos días después; entonces no había tandas de penaltis. Yo tenía seis años y le dije a mi madre: «papá se tiene que quedar allí, al desempate». Mi madre me miró con cara tristona y yo no entendía nada: ¡acabábamos de empatar en el último minuto. Una final!

Su despedida del fútbol en activo fue especialmente emotiva. Molowny había diseñado un cuadro sin extranjeros para jugar la Copa, en el que prescindió de Zoco entre los titulares. Aquel equipo del mes de junio de 1974 fue un vendaval. Eliminó, marcando siete goles a cada uno, al Betis y al Granada. Y cinco a Las Palmas. En la final, goleó por 4-0 al Barcelona, en el Vicente Calderón. En los últimos minutos de aquella final, Molowny sustituyó Grosso y dio entrada a Zoco. Fue un homenaje que sintió todo el equipo y los aficionados. Con el brazalete, subió al palco a recoger la Copa como campéon de España.

Hará unos seis años me encontré con Zoco por la calle. Fui a saludarlo, consciente de que mi presentación sería inútil. Le enseñé la foto y replicó al instante: ¡andá, eso fue cuando regresamos de Manchester, en 1968! Me dejó impactado por su memoria. Como impactados hemos quedado con la noticia de su muerte los que, siendo niños, vimos jugar a Zoco, con sus zancadas, en aquel medio campo del Real Madrid.

Ver los comentarios