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Cristiano falló ocasiones muy claras, aunque hizo el único tanto del Madrid - efe
real Madrid-Villareal

El Madrid le da aire al Barça

Grave pinchazo de los blancos que ven recortada su distancia con los azulgranas a dos puntos. Buen Villarreal, que mereció el empate (1-1). Marcaron Cristiano, de penalti, y Gerard

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Real Madrid1901Villarreal

Mucho antes del partido, un aspersor regaba con su chorrillo una zona del campo. No era un aspersor cualquiera, era el de Isco. Estaba situado justo en su lugar y humedecía la circunferencia que iba a pisar el malagueño. Era como rocío que cayera de pétalos de rosa estrangulados. ¡Así estábamos con Isco!

Narración y estadísticas del Real Madrid-Villarreal

El Madrid empezó con ritmo. Campo lleno, buen ambiente. Isco hizo de primeras un control orientado que era un pase de espaldas. Ovación. Cristiano estaría celoso e intentó, poco después, unos requiebros que parecían el comienzo de un ataque de epilepsia.

El churrigueresco de Isco sume al estadio en un clima de autocomplacencia. Empiezan las ovaciones con empate a cero.

El Villarreal tuvo una ocasión clarísima en el minuto 11.

Mal despeje de Varane, el balón le llegó a Gerard, solo, y Casillas tuvo que lucirse. Marcelino coloca bien los equipos: gustaba Marcos en el medio y Campbell y Mario se iban fácilmente por la derecha.

El Madrid consistía fundamentalmente en Isco con sus controles y las buenas jugadas de Bale por banda. Las ovaciones hinchan como la levadura, expanden, retuercen; los silbidos afilan, definen. Con ellos dos ocupando las alas y Benzema arriba, el que parecía sin sitio era Cristiano.

Cuando el Madrid ataca, pero está falto de espacios o de claridad, lo que suena es Marcelo. Es un recurso que parece natural y ya no se valora. En el Madrid hay alguna cosa curiosa: ¿Cuántos taconazos llega a dar al cabo de un partido? Isco, por ejemplo, que es la mecha de muchas jugadas, va a los sitios como los planetas, dando vueltas sobre sí mismo. Faltaba velocidad.

Durante esa primera parte, Moi, Gerard y Campos se replegaban juntos y desvelaban las dificultades de Lucas Silva con pasillos obstruidos. Hubo un par de llegadas por banda derecha del Villarreal y un asedio parcial del Madrid, que volvió a aprovechar los córneres de Kroos con remates de Bale y Benzema. Hubo un palo del galés forzando sus posibilidades por la banda derecha. En Bale se observa una aplicación casi excesiva. Lo ha domado el Bernabéu. Al poco de iniciarse la segunda parte, por ejemplo, le quitó una contra estupenda al Villarreal apareciendo como Clark Kent desde no se sabe dónde. Esa exuberancia aplicada al bien es lo que gusta, pero... ¿no será demasiado?

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Cristiano salió a resolver el partido. Primero un chut que paró Asenjo, luego un penalti que le forzó a Bailly. El gol llenó de aullidos de tranquilidad la grada. Se aullaban unos a otros, padres a hijos, como lobos en los Montes de Toledo. Aún tuvo otra ocasión a los pocos minutos y luego le dio un pase clarísimo a Bale, que la mandó a la grada. ¿De qué le servía tanta buena obra? Marcelo hizo un slalom por toda su banda que pareció que partiría en dos la seriedad del Villarreal, y que sería la primera corneta de los contragolpes. Pero el Villarreal siguió subiendo con paciencia. Sacó a Vietto y Trigueros y encontró su gol. Aprovechó la existencia de una holgura entre la media y la defensa madridista, un espacio en el que ya debe de haber polvillo cósmico; también que Gerard volvió a superar a Varane, al tocar de primeras y al recibir para chutar. La reacción del Madrid era Cristiano. Un chut y luego un remate de cabeza tras pase de Bale. Pero faltaba agresividad en el centro del campo y Vietto se tropezó solo ante Casillas. Ancelotti decidió quitar a Isco para meter a Illarramendi y ese ataque de entrenador (¡deseadísimo!) provocó pitos e incomprensión en el público. Pero el centro del campo estaba siendo superado y podía acabar como una muñeca hinchable en una despedida. La mayor coherencia con la pelota (si es que es posible tal cosa) empezaba a tenerla el Villarreal. En el Madrid todo debía nacer de Marcelo, el piloto automático que se activa cuando se desmayan los pilotos.

Asenjo cantó tras un pase suyo y falló Jesé. Después, Casillas paró un remate de Vietto de malísimas intenciones. El Madrid era la urgencia del trote de Jesé y dirigido por Marcelo y su épica de maracas se volcó sin suerte sobre Asenjo. Una de esas noches en las que el portero sale del Bernabéu convertido en héroe. Chicharito remataba al aire y el Madrid vertical, osado, quizás pensó entonces a qué tantos requiebros y taconazos al inicio, ese juego que es como jugar con un palo de hacerse «selfies» en la mano.

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