San fernando

Pitos y palmas en el preestreno de la plaza del Rey

inauguración de la plaza del rey

La inconclusa inauguración para carnavales del céntrico ágora de San Fernando ha abierto un debate en torno a su aspecto y funcionalidad en los vecinos isleños

Vecinos de La Isla contemplan los últimos trabajos para poner la plaza a punto para carnavales MLS

Manuel López Sampalo

San Fernando

Ante la inminente apertura de la plaza del Rey de San Fernando, y la consiguiente retirada de las vallas de obra, pocos son los vecinos isleños que no se paran aunque sean unos segundos a contemplar el resultado de la intervención.

Incluso se forman corrillos de jubilados en torno a la casi finalizada obra, como si fueran pequeños foros de debate, para discutir sobre cómo luce la flamante plaza a la vez prematura y tardía. Un espacio decorado con motivos carnavalescos: carteles, casetas, luces… que velan parcialmente el aspecto real o final de la misma.

Siendo la plaza del consistorio el ágora de La Isla de León, es decir, el espacio más importante del pueblo, es raro ver a algún cañaílla que se inhiba del debate ‒me gusta o no me gusta‒ y no diga esta boca es mía.

Lo más sorprendente, y quizás lo más llamativo de este asunto, es la disparidad de opiniones al respecto. En un sondeo saldría un 50/50 a favor y en contra. De consenso, nada. En un mismo grupito de tres vecinos hay tres opiniones distintas.

Cabe recordar que la nueva plaza del Rey de San Fernando se ha (pre)estrenado por fin este sábado para los carnavales, pero sin estar acabada. Unas obras que se prevén finalizar para antes de Semana Santa, con lo que el tiempo total de esta intervención urbanística se iría a los 15 meses, cuando su estimación inicial fue de medio año.

El debate está servido

José Luis ‒que asegura hasta tres veces que él no es socialista‒ está de pie, en la esquina de la plaza donde se tiene mejor perspectiva de las obras, contemplando el trabajo a destajo de obreros y operarios para tener listo aquello para el sábado ‒estamos a mediodía del jueves‒.

Este pensionista comenta, sin dejar de mirar el trajín frente al Ayuntamiento como si estuviese juzgando el resultado sobre la marcha, que le parece «bien», que le «gusta el resultado». Señala la calle que sube hacia la churrería el 44, haciendo ver que han retirado los obstáculos que impedían pasear por la misma, y afirma, alegre, que «ahora voy a poder pasar con el coche por aquí».

A José Luis, que asegura que «los isleños somos muy críticos con lo nuestro», se le arrima José, a secas, que, sin medias tintas, califica el resultado de «desastre». Apunta a las postes-farolas de terminación oxidada, al césped artificial, a los bancos y a los contenedores minimalistas y pregunta retóricamente: «¿¡Pero esto qué es!?», y él mismo se responde: «¡Esto es una mierda!».

«A mí me parece bien, aunque no soy socialista», replica tímidamente José Luis. Y se quedan ambos paisanos debatiendo en ese rincón del cuadrilátero isleño.

Pilar y Vanesa son dos jóvenes del lugar que en un respiro del trabajo se fuman un cigarrito contemplando la nueva plaza del Rey: «Eso le estaba diciendo yo», comenta una de ellas en relación a su compañera, «que el estilo de la plaza no pega nada con el del edificio del Ayuntamiento».

Concluyen ambas que les gustaba más «como estaba antes». Vanesa, no tan tajante en su condena a la remodelación, concede que «habrá que ver cómo queda cuando esté terminada completamente».

Andrés y Charo, un matrimonio residente en La Isla, son de la opinión de que la plaza estaba mejor antes «y que para hacer esta plaza tan fea no se hubiesen metido en tanto lío y la hubiesen dejado como estaba».

Se acuerda Andrés, militar retirado, de la estatua ecuestre del general Varela, retirada al comienzo de la intervención urbanística en el ágora isleña. «Ya no es sólo que se le quite el reconocimiento a un héroe del pueblo, a un personaje muy querido y representativo de San Fernando; es ya por motivos estéticos: la estatua quedaba muy bonita ahí y era un símbolo del pueblo».

Una plaza diáfana y minimalista

A Mariano, por el contrario, le gusta cómo ha quedado ese espacio público. «Me resulta bonita, funcional y diáfana», opina sacando a relucir uno de los calificativos que mejor describen el proyecto resultante: diáfano. Una plaza diáfana y minimalista. «O abierta», como apunta este antiguo hostelero.

El propio Mariano pide paciencia porque asegura que cuando esté terminada «con la fuente, los toldos y tal: va a quedar muy redondita». Además, observa que «se ha ganado espacio para las terrazas de los bares». Y también considera que es un proyecto «moderno, que va con los tiempos de mis hijos, mis nietos».

«Esta no es mi plaza», apunta Joaquín. «Esto es una porquería», dispara. Y enumera este vecino de-aquí-de-toda-la-vida lo que le disgusta de la misma ‒«el óxido, el césped artificial, la falta de sombras, la pérdida de monumentalidad…», aunque terminaríamos antes escribiendo lo que le gusta: nada.

«Esto es como el salón o recibidor de un hogar; la plaza del Rey es la carta de presentación de La Isla», sostiene Joaquín, «y tal como ha quedado está bien para un barrio, que es el cuarto trasero, pero esto ha perdido toda su elegancia y señorío y da hasta vergüenza».

Caso contrario es el de Manolo, Antonio y Pedro ‒un trío de pensionistas‒ que califican de «fachas» a unos vecinos críticos con la intervención. No tienen un solo pero para con la obra; por más que se les provoque para que expresen alguna crítica, no sueltan ni un matiz contrario. En resumen: «Es una maravilla».

Estos vecinos tienen justificación para todo: El césped artificial, «hay cables debajo y uno natural no aguantaría»; la tardanza en las obras, «es algo que pasa en todos los municipios, y en todo caso es culpa de la concesionaria»; la retirada de los árboles, «así no habrá ratas, como se quejaban»…

Es el momento en que uno sospecha que hay vecinos que juzgan más, a favor o en contra, el resultado de la nueva plaza por el color que ocupa el consistorio que por otros motivos reales. Y lo triste de esto ‒disculpen la reflexión‒ es que ellos ven la realidad con esas gafas: o sea, no les gusta algo pero lo critican, sino que automáticamente se convencen de que no les gusta o de que les gusta según el artífice, y en función de eso argumentan.

En definitiva, división de opiniones en la vecindad de San Fernando; muchos blancos o negros y pocos grises, que, con el tiempo y la costumbre podrán ir matizándose y encontrándose. Y, evidentemente, aunque el proyecto esté al 85-90% de su ejecución se está juzgando una obra inconclusa. Un preestreno.

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