Toros en El Puerto

El Juli y Talavante triunfan con los Santacolomas de la Quinta

El madrileño y el extremeño abren la puerta grande del coso portuense

Manzanares no tuvo suerte y recibió ovación en su primero y palmas en su segundo tras un aviso

La puerta grande de la plaza portuense se abrió este domingo por segunda vez PACO MARTÍN

PEPE REYES

EL PUERTO

Uno de los grandes alicientes de este ciclo portuense recaía en el anuncio de esta corrida de La Quinta, puro encaste Santa Coloma, para cuya lidia sorprendía una terna inusual, compuesta por tres figuras de la torería. Refrescante oasis en este cansino desierto de orígenes Domecq en que se ha convertido el monótono devenir de las temporadas, en cuanto al toro se refiere. Por eso, siempre constituye un novedoso reclamo para el aficionado la presencia de estas reses que poseen sello distintivo tanto en sus formas, de menor esqueleto que el resto, como en su pelaje, donde abnda la capa cárdena, y sobre todo por su bravo y a veces complicado comportamiento, anunciado éste por una mirada viva y encendida.

Pero la corrida de este domingo adoleció de falta de emoción y sólo desarrolló nobleza, aveces casi rayana en la sosería.

Abrió plaza un precioso ejemplar cárdeno, careto y bragado, musculado y agresivo bajo la capa de El Juli, quien se luciría en un quite al delantal abrochado con despaciosa media, tras haber recibido el burel una única vara trasera. Cumplimentado el tercio de banderillas, el toro arribó a la franela de el madrileño con una embestida suave, noblona y pronta pero no exenta de la sosería que provoca la salida con la cara a media altura de los muletazos. Bajó la mano El Juli y otorgó profundidad y donaire a su toreo al natural y vistosidad arrebatada a los remates. Faena compacta aunque sin alcanzar la altura emotiva que la nobleza anodina del toro no pudo propiciar. Con un pinchazo y una estocada puso fin el Juli a este primer capítulo del festejo. Cárdeno claro el cuarto, acudió con prestancia al capote que El Juli meció en un bello recibo a la verónica.

También realizó una buena pelea en el caballo este santacoloma, a cuya salida, el diestro madrileño esculpió un luminoso quite por chicuelinas, rematados con armoniosa media. Agustín de Espartinas y El Pilo protagonizaron un extraordinario tercio rehiletero y fueron obligados a desmonterarse. Con los ánimos recobrados, el público jaleo el inicio de faena de El Juli, quien aprovechó la boyantía de su oponente y ese punto más de vivacidad en la embestida que la mostrada por toros anteriores para plasmar una faena compuesta de tandas ligadas y macizas, tanto en redondo como al natural. Los pases de pecho, los molinetes o las trincherillas en los broches de las series ponían rotunda rúbrica a las series. Para terminar, una perfecta ejecución del volapié le abrió al torero madrileño la puerta grande del centenario coso.

Cárdeno oscuro, lucero y calcetero, el segundo de la tarde acudió con corto viaje pero con embestida humilladora al capote de Manzanares, quien aprovechó la circunstancia para esparcir un ramillete de verónicas con extrema cadencia, gusto y suavidad. Tomó el toro un duro puyazo, en cuyo encuentro con la cabalgadura apretó de bravo bajo el peto, para llegar al último tercio sin excesivo celo en las acometidas. Reservón aveces y con la cabeza a media altura casi siempre. Los pases que le suministraba Manzanares no llegaron a conectar con los tendidos, pues el animal cad vez se quedaba más corto y mantenía un cabeceo incómodo a la salida de los mismos. Tras un denodado esfuerzo vano por armar faena, el alicantino empuñó la tizona para pasaportar a su enemigo de una fulminante estocada desprendida. También se lució Manzanares con las verónicas con las que recibió al quinto, animal que mantuvo la aburrida tónica de sosería que caracterizó al encierro lidiado. Dosificado en espaciosas series, hubo momentos en que quería repitir las embestidas aunque nunca fue metido de verdad en el engaño.

A pesar de ello, el alicantino le encontró tanto la distancia como el cite adecuado para esbozar, al menos, evidentes conatos de series ligadas. Tres pinchazos y una media estocada fueron necesarios para que Manzanares se desprendiera de este segundo y último oponente.

El tercero, otro cárdeno de bellísima lámina, se quedó muy debajo de la capa de Alejandro Talavante, quien sólo pudo esbozar el toreo a la verónica. Apretó con fuerza al caballo, tras cuyo episodio quitó el pacense en los medios con unas verónicas que el astado tomó con repetición y claridad. Muleta en mano, Talavante se ayudó por alto y planteó un trasteo de sucesivos pases en redondo que el de La Quinta tomaba con desesperante sosería y extrema nobleza. Trocado al cite al natural, lascircunstancias no cambiaron, más bien aumentaron en su enojoso capítulo de vacuidad. Visto o cual, el diestro asió el arma toricida para despachar a su enemigo de pinchazo y estocada caída.

Cerró plaza un bellísimo animal cárdeno, caribello, girón y calcetero que, como el resto de la corrida, careció de celo para que el matador pudiera escribir páginas ilustres de toreo estético o épicas de emoción. Pero algo cambió, poque Talavante se gustó en un ajustado quite por chicuelinas con su consabido broche de arrebatada media de compás abierto. Con la franela, los pases en redondo iniciales poseyeron temple, mando y plasticidad, cualidades que fueron en aumento en el transcurso del trasteo. Aprovechó al máximo la entega y repetición del cárdeno para esculpir una faena cadenciosa y sentida, alternado derechazos y naturales, pases de pecho, pases del desprecio, trincherazos. Delicada obra que remató con certera estocada.

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