Sanlúcar

La Ibense, una remontada que el grupo inversor Sainberg no supo lograr

la ibense

La familia Bornay cree que esta situación se podría haber evitado si hubiesen continuado al frente de la gestión técnica

Esta semana se ha conocido la presentación de un ERE extintivo con el que la empresa echará el cierre

La Cremería, en la plaza de Los Cisnes, heladería que en el pasado estuvo vinculada con La Ibense. L.V.

Álvaro Mogollo

Sanlúcar

«¿Pero la heladería de la plaza Cabildo ha cerrado? ¿Y la de la plaza de Los Cisnes?», esa es una pregunta que muchos sanluqueños y asiduos a Sanlúcar se han hecho esta semana después de que se conociese que La Ibense, la empresa heladera pionera en España, cerrará su actividad de forma inminente. «Es importante que quede claro que lo que ha cerrado es la fábrica, no las cafeterías», cuenta Francisco Pizarro tras la barra de uno de los dos locales vinculados históricamente a la famosa empresa.

El mismo empleado, con 47 años de experiencia de cara al público en este establecimiento, explica que la noticia conocida el miércoles ha generado una oleada de reacciones: «No para de llamarme gente para preguntar si habíamos cerrado, pero, aunque aquí se le sigue conociendo como La Ibense, no tenemos relación con la compañía desde hace varios años».

Las dos cafeterías se encuentran en enclaves estratégicos de la ciudad, por lo que muchísima gente pasa a diario y desayuna en ellas. Algunos de los clientes han preguntado estos días por la situación a los camareros, que han aclarado la confusión para tranquilidad de la clientela fija, que considera estos establecimientos como un patrimonio de la ciudad por sus años de servicio.

Es jueves y a pocos metros de la Cremería La Ibense, como se denominan actualmente los locales, hay un kiosco benéfico de la Asociación de Mujeres Solidarias de Sanlúcar que vende clásicos de la literatura por un módico precio. El hombre que atiende el puesto tiene un ejemplar de La Voz en sus manos y lee la noticia de marras: «Mucha gente está hablando de esto», afirma.

La Ibense Bornay era el nombre de la empresa heladera más antigua de España, que echó a andar en 1892 cuando Carlos Bornay, procedente de la alicantina localidad de Ibi, empezó a vender helados bajo el gentilicio de su tierra en la que hoy es la Capital Española de la Gastronomía. La compañía, que logró un crecimiento y una fama importante durante décadas, estuvo en manos de la familia hasta 2015, cuando el fondo de inversión Sainberg se hizo con el control de la misma.

María Pérez, esposa del fallecido Carlos Bornay, nieto del fundador, explica las motivaciones que llevaron al cambio de manos, que se produjo tiempo después de que la fábrica se trasladara de Sanlúcar a Jerez en 2009: «Empezamos a trabajar en Jerez y nos iba muy bien. El problema es que vendimos la fábrica de Sanlúcar a una constructora, COPRASA, que adelantó 500.000 euros y ya no pagó nada más». La deuda con los Bornay, que perdieron su casa familiar tras hipotecarla para afrontar pagos, asciende a siete millones de euros, asegura quien fuese parte indispensable de la empresa junto a su marido.

La familia, explican, iba a asumir el montaje de la fábrica de Jerez con el dinero de la venta de la de Sanlúcar: «Tuvimos que pedir un crédito puente para pagar a los constructores de la nueva fábrica. Eso nos hizo que tuviéramos que pagar 50.000 mensuales que no podíamos afrontar, fuimos a concurso de acreedores para ir pagando poco a poco y ahí apareció el fondo de inversión Sainberg».

«Ellos nos dijeron que ponían el dinero y que con nuestro asesoramiento se podía sacar la situación adelante y así pagar las deudas. Y la familia siguió trabajando allí, al igual que los mismos empleados que trabajaban en Sanlúcar». Pero los inversiones se fueron alejando del núcleo de los Bornay y el modelo de negocio que durante mucho tiempo fue exitoso, cambió: «Nos vieron como enemigos y empezaron a meter directores que no tenían ni idea del negocio». Hasta el punto de que todos los familiares acabaron siendo despedidos, desnaturalizándose lo que había sido La Ibense Bornay.

María Pérez califica de desastre la gestión de los nuevos inversores, que se quedaron con la propiedad del centro de producción asumiendo la deuda y firmando el compromiso de que mantendrían el empleo a los trabajadores de la fábrica. Desde entonces, la empresa perdería el apellido Bornay para denominarse Sainberg La Ibense, que acabaría adquiriendo el nombre comercial La Ibense 1892. «La familia es la que sabía cómo hay que hacer las cosas y entendía el negocio, así que la cosa fue de mal en peor».

«La situación se da por la mala gestión de estos señores, porque si hubiesen sido nobles, creo que se podría haber sacado adelante. Pero nosotros no hemos gestionado nada». La nula experiencia en la materia ha sido determinante, expone Pérez: «Yo les decía que tenían mucho dinero, pero que no conocían el mundo del helado».

Las dos icónicas cafeterías las siguen gestionando los Bornay, aunque no son los propietarios, ya que fueron adquiridas por otra empresa al poco tiempo de que salieran de la fábrica. María José Bornay Pérez trabaja en estos locales y, al igual que su madre, asesora en un negocio que aseveran que funciona muy bien y que pone la calidad en el centro de todo como base para lograr la prosperidad.

«El cierre me produce pena porque era una fábrica que estaba muy bien montada», explica María Pérez. Cuenta además que se ofreció más de una vez para aportar desinteresadamente su conocimiento en el negocio en aras de la pervivencia de La Ibense, pero siempre se negaron. Algunas informaciones transmitidas por trabajadores fijos de la fábrica, que ahora se verán abocados al paro, le hacían sospechar ese final: «Vendían los productos, que bajaron de calidad, por debajo del precio de coste. ¿Qué sentido tiene eso?»

Reconocimientos a la innovación

La Ibense trabajó siempre activamente en la innovación de los productos, como fueron las piezas de fruta rellenas de helado, que causaron auténtico furor en el extranjero: «No se pueden imaginar todo lo que hemos vendido fuera de España. Sacábamos tres camiones a la semana de 33 palés de fruta rellena. Vendíamos a América, a Francia, Malta, Alemania o a las Islas Mauricio».

Cuentan fuentes cercanas a varios trabajadores que esos limones, naranjas o cocos helados son la punta del iceberg de un propietario que estaba constantemente probando nuevas materias primas para lograr mayor variedad y calidad en sus helados. Algo que les hizo acreedores de ser galardonados en los Premios La Voz o recibir la Medalla de la Provincia de Cádiz.

Crisis con la Expo 92

El matrimonio compuesto por Carlos y María vio una oportunidad de negocio en la Exposición Universal de Sevilla de 1992, y previo pago de un importante aval, se convirtieron en proveedores oficiales, con el famoso helado de Currito a la cabeza, de una gran cita en la que podrían explotar dos cafeterías, 40 carros de helados y 25 kioscos. Tenían la exclusiva para vender helados y granizadas.

Eso les hizo producir a destajo ante la potencial demanda que tendrían que cubrir en un evento de ese calibre. Sin embargo, desde el primer día empezaron a aflorar sospechas: «El primer día ya vi una furgoneta que venía a surtir de granizada».

Posteriormente pudieron comprobar que en todos los establecimientos se vendían helados que no eran de La Ibense, en lo que sugieren que fue un caso de corrupción. Cuentan que un catedrático de Derecho de la Universidad de Sevilla les ayudó a presentar un recurso y lograron recuperar el aval.

«Sin embargo, no recibimos indemnización y la inversión que habíamos tenido que hacer en material fue enorme y lo pasamos muy mal. Pero logramos salir adelante como creo que lo hubiésemos conseguido estos últimos años si nos hubiesen dejado utilizar nuestro modelo en la fábrica de Jerez».

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