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La fábrica de La Ibense, una oportunidad de inversión un año después de su cierre

economía

Las instalaciones, de primer nivel, se encuentran cerradas a expensas de los movimientos empresariales

Las instalaciones de La Ibense, en el Parque Tecnológico de Jerez. L. v.
Álvaro Mogollo

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Hace ya un año que La Ibense, la que fuera la empresa heladera más antigua de España, anunció su cierre definitivo tras el ERE extintivo que presentó el fondo de inversión Sainberg. Dicha firma se había hecho cargo del negocio en 2015 tras adquirir la propiedad a la familia Bornay.

Una serie de erráticas decisiones de unos gestores poco familiarizados con el particular mundo del helado acabó por terminar con el proyecto iniciado en 1892 por un joven alicantino de la localidad de Ibi que comenzó sencillamente vendiendo helados en las playas de Sanlúcar.

En la segunda mitad del siglo pasado, la heladería alcanzó grandes cotas de prestigio, lo que le permitió expandir el negocio por diferentes puntos de la geografía y vender su producto incluso fuera de nuestras fronteras. El trato cuidado y la apuesta por la calidad y la innovación, como las famosas frutas rellenas de helado, llamaron la atención. Tanto es así que recibieron el encargo de abastecer una cita aún recordada como fue la Expo 92 de Sevilla. Tal y como contó en un reportaje en este periódico la empresaria María Pérez, viuda de Carlos Bornay, el contrato suscrito establecía que los sanluqueños tendrían la exclusiva en materia de helados, cosa que no se cumplió, provocando una crisis económica importante debido a que tuvieron que invertir una fuerte cantidad de dinero para unas provisiones a las que no pudieron dar salida.

Tras superar ese momento crítico, la empresa volvió a estabilizarse y recuperar su brillantez, abriéndose ante ellos vías de crecimiento. Fue en esas cuando la empresa decidió trasladarse a Jerez en 2006, tras un ofrecimiento atractivo de la administración local, vendiendo su fábrica en Sanlúcar.

El traslado suponía un cambio en el paradigma de la empresa, puesto que las instalaciones, de primer nivel, estaban preparadas para elaborar el producto con una maquinaria moderna con la que poder aumentar el rendimiento, lo que implicó también una permuta en la gestión del propio negocio.

El varapalo para los Bornay llegó con la venta de su anterior centro de producción en Sanlúcar, ya que aseguran que la constructora compradora les adeudó más de siete millones de euros, lo que empezó a tambalear la estabilidad económica de La Ibense desde que la nueva factoría, situada en el Parque Científico Tecnológico Agroindustrial de Jerez (PTA), abriese en 2009.

El hecho de no contar con el dinero de la venta para inyectarlo en el desarrollo del día a día en su nuevo 'hogar' y hacer frente a las deudas, les obligó a tener que buscar una alternativa que dotase de liquidez a la empresa, momento en el que aparece Sainberg en 2015. Es ahí donde arranca Sainberg La Ibense, que adquiría el nombre comercial de La Ibense 1892 para poner en valor la importante tradición de la empresa en el sector.

Sin embargo, la pérdida del apellido Bornay de la nomenclatura iba a convertirse también en un síntoma de lo que estaba por venir. Los nuevos inversores pensaban a lo grande, pero descuidaron el factor que diferenció a la firma heladera durante años, lo que supuso una pérdida paulatina del nivel que había atraído a consumidores y hosteleros de toda España. En lugar de aunar fuerzas con una familia que contaba con varias generaciones de experiencia en el helado y los pasteles, con el paso de los meses los responsables del fondo de inversión fueron defenestrando a los antiguos propietarios de La Ibense, quedándose al frente de las decisiones empleados de Sainberg sin conocimientos específicos de un negocio muy específico como el heladero.

Despidos nulos

Y aunque el desarrollo de los acontecimientos ya anunciaba que la empresa iba cuesta abajo, la caída llegó hace un año, momento en el que la dirección empresarial anunció un expediente de regulación de empleo extintivo que afectaba a los 52 empleados que había en plantilla y con los que no llegaron a un acuerdo de indemnización. Ese hecho les hizo a los trabajadores ir a los juzgados para defender sus derechos, a través de un recurso elevado por la Fundación Sociolaboral de UGT.

Y hace un mes, los antiguos empleados consiguieron una primera victoria judicial cuando el Tribunal Superior de Justicia de Madrid declaró nulos los despidos, siendo ahora el Juzgado de lo Mercantil el encargado de dictar un nuevo auto.

Unas instalaciones envidiables

Desde el cierre, el centro de producción se encuentra sin actividad, únicamente con vigilancia privada que garantiza la seguridad de unas instalaciones casi soñadas por cualquier empresa. Hasta la fecha, no consta que ningún inversor haya hecho grandes esfuerzos por comprar en el último año.

Sin embargo, al encontrarse en un proceso mercantil, cabe esperar que los administradores concursales saquen al mercado las instalaciones para intentar obtener fondos con los que pagar a los acreedores de una deuda que desde UGT estiman en 12 millones.

Precisamente por eso, es posible que el precio de esta fábrica sea sensiblemente inferior al que podría marcar el mercado en una transacción sin cortapisas judiciales, circunstancia que tal vez atraiga el interés de alguna empresa que quiera producir en una factoría aún joven, con poco uso y equipada para empezar a funcionar a corto plazo. Además, se encuentra en un entorno bien conectado y situado geográficamente en un lugar estratégico entre dos provincias con mucho peso como Cádiz y Sevilla.

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