Entrevista

«La enseñanza militar me inculcó el pensamiento crítico»

Hugo Santos Aso. Militar y escritor

'Democracia, geopolítica y subversión' es el título del primer libro de este teniente coronel de Infantería de Marina

El teniente coronel Hugo Santos Aso con su libro. Antonio Vázquez
Verónica Sánchez

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Pandemia, invasión rusa de Ucrania, el auge de China, los valores de la democracia occidental tambaleándose... Con todos estos factores, Hugo Santos Aso revisa la génesis de estos valores, así como los factores que contribuyen tanto a la cohesión de los modelos sociales como a su fractura. Este teniente coronel de Infantería de Marina destinado en el Cuartel General de la Flota en la Base Naval de Rota, doctor en Derecho y que ha desplegado en misiones internacionales en Bosnia Herzegovina, Líbano y Afganistán, analiza en su libro 'Democracia, geopolítica y subversión', también el punto de vista de los adversarios tradicionales de Occidente y trata de extraer patrones que sirvan para determinar si el contexto geopolítico actual es casual o forma parte de un todo más complejo. Una ardua investigación, fruto de años de trabajo y de completa actualidad.

- Asegura que su libro, que realmente es su tesis doctoral, arrancó hace años, ¿cómo fue?

La inquietud surge allá por 2014. Tras enlazar la crisis de las hipotecas subprime con la de la deuda europea, los ánimos en la calle estaban alterados. Eso se trasladaba a algo tan cotidiano como las conversaciones familiares o de grupos de amigos en las que, a diferencia de unos años antes, ahora cualquier opinión (especialmente política) podía convertir una agradable velada en un campo de batalla. Era como si hubiéramos perdido la capacidad o la voluntad de entendernos y llegar a acuerdos. Eran los comienzos de eso que ahora llamamos 'polarización'.

En los medios de comunicación y en la actualidad política y social aparecían conceptos aparentemente nuevos, pero que me dejaban la sensación de 'creo que eso lo he leído antes en alguna parte'. Ante esa situación, tiré del hilo leyendo mucho y muy variado para tratar de entender lo que estábamos viviendo. Mao, Gramsci, Kilkullen, Marighella, Orwell, Ortega y Gasset, Clara Campoamor, Castelao y tantos otros. Muchos préstamos de la Biblioteca Municipal de El Puerto de Santa María y muchas horas de lectura en el tren que, sin buscarlo, se convirtieron en una tesis doctoral. Esa historia daría para otro libro.

- ¿De qué forma ha influido su trabajo y los despliegues internacionales en los que ha participado en esta tesis?

Mi profesión ha influido muy positivamente en esta investigación. En primer lugar, porque fue en la enseñanza militar donde se me inculcó el pensamiento crítico, que implica leer mucho y ampliar los puntos de vista para que el producto del estudio sea lo más riguroso y completo posible. En mi caso fueron capitales para mi formación tanto la Escuela de Infantería de Marina, en Cartagena, como el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN), en Madrid. En segundo lugar, soy un militar en activo y como tal estoy sujeto al deber de neutralidad política.

Esto, al redactar una tesis doctoral donde analizas explícitamente ideologías, te obliga a ser todavía más cuidadoso y deshacerte de tus propios sesgos, lo cual debería ser un valor añadido.

Respecto a mis despliegues internacionales, han sido fundamentales para entender que los valores en que se asienta cada sociedad pueden ser muy distintos unos de otros, y que cada sistema sociopolítico puede tener una 'fórmula de éxito' diferente. Pero también me han servido para comprobar hasta qué punto se repiten los mismos elementos cuando una sociedad quiebra: etnia, lengua, cultura, religión, necesidades básicas no cubiertas… De una u otra forma siempre están ahí, en las narrativas del desastre.

- ¿Qué es la subversión y cuál es su importancia en el panorama geoestratégico actual?

Hay muchas definiciones de subversión, es un término controvertido. La clásica, recogida por la RAE, se refiere a alterar el orden establecido. Pero mi favorita es otra, mucho más completa y de inquietante actualidad a pesar de formularse en 1983: «actividad agresora y destructiva encaminada a destruir el país, la nación o el área geográfica de tu enemigo, mediante la desmoralización de los valores culturales y el cambio de percepción de la realidad de la población». Su autor, Yuri Bezmenov, algo debía saber de esto, pues fue agente de propaganda del KGB soviético hasta que desertó a Canadá.

La clave de la subversión está precisamente en que su actuación busca minar los valores de la sociedad y se basa en gran medida en el empleo de la acción psicológica sobre la población para alcanzar sus objetivos. Se trata de debilitar a la sociedad adversaria para hacerla vulnerable cuando deja de creer, por efecto de esa acción subversiva, en los pilares de su propia sociedad. Esto sigue de total vigencia; términos como desinformación, posverdad o fake news son parte de ese juego.

- Asegura que es anacrónico seguir hablando en el siglo XXI de lucha de clases, ¿por qué?

Es una pregunta muy interesante. Hoy en día quizás se asocian las clases sociales a la posición o posibilidades económicas de cada uno de nosotros, pero no es solo eso. La pertenencia a una clase u otra venía determinada por razón de nacimiento y sin apenas posibilidad de pasar de una a otra. Lo normal es que si nacías noble, burgués, campesino o proletario morías siéndolo. Hoy ya no es así: nacer rico o pobre no implica seguirlo siendo durante toda tu vida, ni que lo hagan tus hijos. En los últimos años, ¿cuántos empresarios de éxito, adinerados, que podrían identificarse como 'clase alta' se han visto en la ruina? Y al contrario, hay quien ha dado con la tecla del éxito en el momento y lugar adecuado, cambiando su vida a mejor.

Particularmente, he vivido en mi familia este proceso. Mis abuelos maternos eran agricultores en el Pirineo y los paternos emigraron del medio rural gallego a la ciudad, donde vivieron de la carpintería. Gente humilde que con esfuerzo mejoraron su vida y facilitaron así la de sus hijos y nietos. En ese sentido, mi mujer y yo les tratamos de inculcar a nuestros hijos, todavía pequeños, que la educación y bienestar que les damos no servirá para nada si ellos mismos no estudian, se esfuerzan y labran su propio porvenir. Con estos antecedentes… ¿Cómo vamos a defender las clases sociales como compartimentos estancos que deben luchar entre sí hasta que una triunfe y elimine a las demás, si nosotros mismos podemos pasar por más de una a lo largo de nuestra vida? Somos parte de una misma sociedad, no somos ni debemos ser 'enemigos de clase'.

- ¿Quién es el adversario?

Esa fue una de las preguntas claves que me tuve que hacer al comienzo de la investigación. Si quería averiguar si la democracia occidental en la que vivimos estaba amenazada, la pregunta evidente era ¿por quién?

Para responderla, hice un ejercicio de diálogo de fuentes. Le pregunté a nuestra democracia, ¿quién ha sido tu enemigo? O también, ¿quién se autoproclama enemigo de la democracia occidental? Y busqué la respuesta en la Historia. De los candidatos, descarté al Antiguo Régimen, su antiguo rival, porque técnicamente ha desaparecido. Fascismo y nacionalsocialismo también eran candidatos serios, pero aunque mantienen cierta presencia hoy en día, no gobiernan ningún Estado relevante como para ser una amenaza global. No se puede decir lo mismo del marxismo, pues en China sigue gobernando el mismo partido comunista desde hace décadas. Y ahí llegó la sorpresa; los mismos que lucharon por la hegemonía global contra Occidente la última vez son, con matices, los mismos de ahora. China y Rusia, como heredera geopolítica de la URSS. Así que estudié cómo lo hicieron entonces para identificar patrones y diferencias con la actualidad.

- ¿Están las democracias occidentales en peligro?

Siempre que hay una pugna por imponer un modelo de sociedad sobre otro, ambos modelos peligran, de algún modo. Cuando hablamos de 'hegemonía' nos referimos a la capacidad por dictar las normas por las que otros deben regirse. Hoy en día la lucha por la hegemonía global es, entre otras cosas, una pugna entre un modelo de sociedad más colectivista y nuestra democracia, donde el individuo es uno de los elementos centrales.

Cada uno de nosotros somos responsables de conocer los pilares de la sociedad en que vivimos, con sus derechos y obligaciones. Es una responsabilidad individual, intransferible e ineludible. Sólo así podremos comparar críticamente nuestro modelo de sociedad con otros y elegir el que consideremos más adecuado. Si eludimos esa responsabilidad individual, nuestra democracia será más débil.

- ¿Y qué puede decirnos de China? ¿Es una amenaza?

Si nos ceñimos a lo expresado en el Concepto estratégico de la OTAN de 2022, se la define más bien como 'desafío', y se dejan las puertas abiertas a trabajar en una relación constructiva con ella. Desde mi punto de vista, la relación entre Occidente y China es un caso claro de interdependencia: China es el gran fabricante mundial y Occidente es el gran comprador. Mientras esa dependencia mutua se mantenga, ninguno de los dos debería tener especial interés en romper el equilibrio, aun cuando sigan siendo competidores por la hegemonía global o por acceso a recursos o mercados.

- La 'seguridad percibida', ¿qué es? ¿La gente es consciente de ello y de la importancia de invertir en Defensa?

La 'trampa de la seguridad percibida' está detallada en este libro. Si se diese, produciría la degradación de las capacidades de las Fuerzas Armadas (FAS) hasta impedirles proteger eficazmente a la sociedad frente a potenciales adversarios exteriores.

Imaginemos que tenemos unas Fuerzas Armadas bien dotadas, de forma que si alguien estudia atacarnos y ve que saldrá derrotado, probablemente no llegue a hacerlo. A eso se le llama 'disuasión'. El problema aparece si la población confunde una disuasión efectiva con que el enemigo no existe. Alguien podría pensar ¿para qué quiero Fuerzas Armadas si no nos tenemos que defender de nadie? La pregunta es una falacia, porque precisamente no nos tenemos que pelear con nadie porque somos fuertes y no les es rentable hacerlo.

Sin embargo, si el razonamiento 'no hay enemigo, luego no necesito Fuerzas Armadas' se impone, podríamos reducir su financiación hasta tal punto que no puedan mantener sus capacidades. Así, esos posibles enemigos que antes no se atrevían sí pueden hacerlo ahora. Por eso, una vez más, la población tiene que saber para qué sirve cada herramienta en la sociedad y la llamada 'Cultura de Defensa' es clave para que se entienda el papel de las Fuerzas Armadas.

- ¿Cómo puede ser que no se previese la invasión rusa de Ucrania?

La respuesta a esta pregunta está relacionada con la anterior. Hacía tanto tiempo que no se veía una invasión militar de un Estado sobre otro en Europa que quizás la sociedad interiorizamos aquello de 'esto aquí no puede pasar'. Y entonces sucede. Por otra parte, para un ojo atento sí era hasta cierto punto predecible una acción militar rusa, aunque quizás no de la magnitud que ha llevado a cabo en Ucrania en 2022. No en vano, Rusia ya invadió Georgia en 2008 y Ucrania en 2014, donde ocupó Crimea, Lugansk y Donest en un abrir y cerrar de ojos. En ambos casos coincidió el deseo de esos Estados de entrar a formar parte de 'Occidente' (ingreso en OTAN y/o UE) con graves crisis económicas que podrían dificultar la intervención en su apoyo. La invasión de Ucrania en 2022 ha cumplido ambas premisas: intención de acercamiento a Occidente de los invadidos y crisis global. Ha cambiado la conciencia mediática de la población y la escala de la invasión, mucho mayores, lo cual, probablemente ha cambiado el resultado.

- ¿Cuál será el futuro de ese conflicto?

El futuro es siempre incierto, es muy aventurado hacer una predicción. No obstante, parece que el apoyo de Occidente a Ucrania puede convertir esta guerra en una fuente de desgaste enorme, tanto económico como en bajas. Si esto se prolonga demasiado tiempo, puede acabar pasando factura a Rusia como Estado.

Para que la guerra se generalice fuera de Ucrania y se haga global tendrían que darse una serie de condiciones muy especiales, como por ejemplo que Rusia sienta que su supervivencia como Estado está en peligro, de forma que no tenga nada que perder. No parece que esto pueda llegar a interesar a nadie, pues del estudio de la historia también sabemos que cuando se genera un vacío de poder, lo efectos son incontrolables. Si los vacíos de poder dejados por Gaddafi en Libia o Saddam Hussein en Iraq facilitaron el nacimiento y expansión del Daesh, no me quiero imaginar qué consecuencias podría generar el vacío dejado por Rusia si quebrase como Estado.

- Todo parecía estable hasta que llegó la pandemia. Desde 2020 un mundo muy inestable. ¿Qué viene por delante? ¿Cómo será el mundo que le dejamos a nuestros hijos?

Una vez más, es difícil aventurarse, pero daré las dos opciones que considero más probables. Si Occidente y sus adversarios, se siguen necesitando mutuamente como socios comerciales, entonces podrá haber más o menos tensión entre ellos, pero será difícil que desemboque en un conflicto abierto y directo. Por el contrario, si esa relación de interdependencia se rompe (por ejemplo, porque Rusia y China sustituyan a Occidente como comprador por otros clientes, y Occidente encuentre unos productores distintos a China y Rusia), entonces podríamos irnos hacia un mundo dividido en bloques más o menos aislados, adversarios entre sí pero más interesados en controlar su zona de influencia que en el enfrentamiento directo. Para entendernos, algo similar a la Guerra Fría.

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