Vecinos de El Puerto denuncian el turismo de borrachera que domina en la ciudad

Desde la noche del miércoles circula por WhatsApp un vídeo de una macro pelea de jóvenes, apenas veinteañeros, en la calle Larga del centro de El Puerto. Daniel, el vecino que lo comparte se pregunta si «este es el turismo de calidad que propone el alcalde» para rematar rebautizando a la ciudad como «El Puerto de Santa Magaluf» en alusión al municipio mallorquín, epítome del turismo de garrafón.

Además del cementerio de cristales, fruto de los botellones diarios, con los que amanece cada jornada El Puerto en diferentes puntos como la vereda del río o el paseo de La Puntilla, otra de las quejas principales se enfoca en el carril bici a la altura de la playa de La Calita. Allí, junto a los pinares y frente a los beach clubs de Puerto Sherry, se concentran desde media tarde grupos de jóvenes para beber alcohol antes de entrar a los mismos.

Se trata de una zona con poca visibilidad a causa de las curvas y que puede terminar con una bicicleta o patinete atropellando sin querer a uno de estos fiesteros; si antes no provocan un conflicto con alguno de los usuarios del carril a los que, desde su ebriedad, es común que los increpen.

Al hilo, Juan Carlos Vázquez, ciudadano portuense relata lo siguiente: «Esta mañana de camino a mi trabajo iba en patinete por el carril bici en la Avenida de Fuentebravía, habían tirado un gran macetero partido a trozos, tropecé con uno y caí para la carretera, si llega a venir un coche no lo estaría contando. Y estas gamberradas no son nuevas en esta zona, siempre que paso por ahí tengo que discutir con los que van borrachos porque más de una vez han intentado pararme.»

La guerra de las aceras

Relacionado con este ocio etílico, Unión Portuense ha difundido un escrito del exconcejal Ángel Quintana en el que denuncia la aparición «sin control» de bicicletas, motos y patinetes de alquiler. Flotas de vehículos que, por cierto, algunas llevan apenas un mes en funcionamiento y parecieran seis años, dado los estropicios fruto de un uso temerario y gamberro, y de un mantenimiento inexistente.

«Ya es una estampa tradicional de El Puerto, aparatos gestionados por estas sociedades abandonados en la calzada, arrumbados a montones en la vía pública, aparcados en grupo en las aceras o paseos marítimos e, incluso, arrojados al mar en nuestras playas y al río Guadalete.», comenta Quintana.

«El Puerto adolece de una normativa de circulación vial actualizada que contemple y gestione el uso de patinetes, motocicletas y bicicletas de alquiler en nuestra ciudad, que diga lo que los usuarios pueden y no pueden hacer con dichos medios de locomoción pero, por encima de todo, que proteja al ciudadano de a pie y en especial a los más vulnerables», continúa.

Y remata: «El alcalde también tiene la competencia de dar instrucciones a la policía local para que estén especialmente atentos y sancionen las conductas de las personas que usan estos inventos a dos ruedas como juguetes ofensivos al peatón.»

Mas parece que la policía local no va a dar abasto para controlar el uso de estos vehículos, máxime cuando la última noticia que se ha conocido al respecto, por boca del portavoz del grupo socialista municipal, Ángel M. González, es que «con la multitud de problemas que estamos viviendo en la ciudad, derivados del turismo de borrachera, se suma ahora ocho policías menos debido a no tener preparada la toma de posesión de estos mismos».