Chiclana

Nono y Manuela, una historia de amor que busca su final feliz

Tras 64 años juntos, el matrimonio gaditano vive separado porque Antonio no consigue una plaza en la residencia en la que está ingresada su mujer

Manuela y Antonio se conocieron siendo adolescentes en Chiclana y han permanecido juntos más de 64 años. El matrimonio tiene tres hijos. L.V.
Miren Landeta Bilbao

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Hay historias dignas de película y la de Antonio y Manuela es una de ellas. La pareja suma 64 años juntos. Se conocieron en Chiclana, de pequeños. Eran vecinos y con 14 años ya se enamoraron. Tuvieron tres hijos a los que cuidaron con dedicación y esmero. Nono, como le llama su mujer, es un trabajador incansable. Viene de una familia humilde, de campo. Es un hombre apuesto y sencillo que sabe apretar los dientes cuando vienen mal dadas. Nadie le regaló nada pero nunca perdió ni su sonrisa ni su bondad, quizás porque a su lado siempre ha estado «la luz de sus noches», Manuela. La mujer que le ha dado tres hijos. La razón de su vida.

Hace unos años, el techo de su casa en Chiclana se desplomó. Afortunadamente no hubo heridos pero el matrimonio tuvo que dejar su hogar para irse a casa de sus hijos mientras reacondicionaban la vivienda. Manuela era hasta ese momento totalmente autosuficiente pero los achaques hicieron patria en su cuerpo y poco a poco se fue debilitando. Y cuando volvió a su casa «se le hizo extraña».

Hubo que derribar marcos y puertas para permitir el paso de la nueva silla de ruedas; muchos muebles también tuvieron que comprarlos nuevos porque habían quedado inservibles debajo de los escombros. Aquella no era su casa. No la reconocía. Entonces Nono la cogió de la mano –en ese gesto tan cotidiano entre ellos– y recorrieron juntos cada habitación. Despacio. Sin prisa. Ella murmuraba pero, entonces, él se paraba y la miraba a los ojos. Y ya nada importaba.

Ahora «mamá», –como cariñosamente la llama Antonio–, necesitaba un poco más de ayuda pero ahí estaba él, recio y dispuesto para hacer juntos el camino como hace ya tantos años se prometieron. «Ha sido mi padre el que se ha encargado de cuidarla y le ha hecho todo; va a los mandados, al mercado y la asea porque la ayuda que nos dio Asuntos Sociales, –con un grado 3 de dependencia–, era una persona dos horas y media a la semana. Después de reclamar nos ampliaron a 20 horas semanales o ingresar de manera permanente en la Residencia de Mayores de San Fernando. No nos quedó otra y accedimos porque dijeron que con el reagrupamiento familiar mi padre entraría pronto con una plaza concertada de la Junta de Andalucía».

Relata Susana que su padre se quedó destrozado pero aceptó la separación porque era lo mejor para su mujer que ingresó, el día de su cumpleaños, en el centro de San Fernando. Llevan tres meses separados y ahora es Nono el que ve quebrarse su salud. Hace diez años superó un cáncer de próstata y ahora han aparecido problemas en la vejiga. El pasado 22 de diciembre pasó por quirófano. «Lleva todas las navidades en la cama y está cada vez más débil. Y aún así, el 1 de enero, que es el santo de Manuela, se empeñó en que tenía que ir a ver a mamá. Es muy bueno y muy cabezón», destaca su hija.

El reencuentro

Llevaban dos semanas sin verse y Nono la espera sentado en uno de los bancos de la residencia. Lleva mascarilla y la gorra ladeada «como le gusta a mamá». Hace poco más de una semana que salió del quirófano, se siente débil y apoya sus manos en un andador que le sirve de sostén. No ha querido usar la silla de ruedas. Paciente, ve llegar a la mujer con la que ha compartido 64 años de su vida. Ella se aproxima sentada en una silla de ruedas y se deja trasladar confiada y charlatana. Ajena a la persona que la espera sentada en el banco. Nono la observa tranquilo, quizás sonriendo debajo de la mascarilla. Deja que los demás hablen y permanece quieto. Callado. Le da al «amor de su vida» el tiempo y el espacio suficiente para que repare en él. Para que le reconozca. Y entonces, sus miradas conectan: el tiempo se detiene y se produce la magia. Antonio se desprende del andador y se levanta como un chaval para recibir a su enamorada. «Te quiero. Te echo de menos», susurra. Manuela, preocupada, le pide que no se levante. Le ruega que se quede sentado porque a veces se olvida que ya no son aquellos dos niños de antaño y teme que haga daño con el esfuerzo. Y con una ternura infinita ambos se funden en un abrazo tembloroso. Se cogen las manos. Se besan. Se acarician el rostro. Él le coloca bien la solapa del abrigo y ella lo mira entregada. Se vuelven a abrazar.

El matrimonio el día de su boda L.V.

La enfermedad

La vida de esta familia chiclanera no ha sido fácil. Susana tiene dos hermanos y todos han heredado una mutación en un gen que se denomina LMNA. «Ese gen hace que nuestro corazón tenga taquicardias y sufra arritmia», explica. Esto supone que su corazón palpite descontrolado y llegue a tener hasta 235 pulsaciones por minuto. «A mi me han tenido que colocar un desfibrilador interno, de esos que usan en 'Anatomía de Grey' y 'The Good Doctor' para revivir al paciente. Gracias a eso estamos vivos». Tratan de llevar una vida normal pero tienen limitaciones que les impiden hacerse cargo de sus padres. «Con el brazo izquierdo no podemos hacer esfuerzos ni cargar pesos pero como no tenemos recursos para pagar a una persona hemos intentado mover a papá entre dos. Es imposible. La fuerza que tenemos que hacer es demasiado grande para nosotros y estamos impotentes. Se está apagando, muriendo, y no conseguimos la plaza que nos dijeron que tendría para estar con mi madre. Lo estamos intentando todo pero por nuestra enfermedad congénita no podemos ofrecerle lo que necesita. Estamos destrozados».

Para la familia, cada día es una lucha y no encuentran salida a la situación. Por eso quieren lanzar un llamamiento, una petición de ayuda y auxilio: «Después de tantos años de cuidador, ahora es él quien necesita atención y está solo. Sus hijos no lo podemos ayudar y ya no sabemos a qué puerta llamar o quién recurrir. Pedimos ayuda, que alguien haga algo. Que se agilicen los trámites porque no va a aguantar y lo necesita».

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