con 'c' de cádiz

«La alegría del Cádiz de antes se ha perdido»

juan jiménez vera. buscavidas y flamenco

El Jero ha vivido, sufrido y disfrutado una época en la que «el dinero corría de mano en mano por los bares y las calles de Cádiz»

Juan Jiménez el Jero, en Plocia, una calle que se sabe como la palma de su mano.
Alfonso Carbonell

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Jero es Cádiz. El Jero, que es Juan, pero para su gente es Jero desde que le apodaron hace ya la tira de años. Exactamente, desde su parecido con Jero, el de Los Chichos, el mítico grupo de los 80. Juan Manuel Jiménez Vera (Cádiz, 1968) tiene la voz ronca, comida por la vida, esa que tanto ha disfrutado y disfruta pero la misma que le ha dado más de una 'corná'. Él, fiel aficionado a los toros, no ha dudado siempre en levantarse, a veces de la camilla de la enfermería, para volver al ruedo a torear. Porque el Jero torea a la vida como a las adversidades, con esa gracia tan elegante y gaditana que parece perdida con el paso de los años «y la falta del respeto», algo sagrado para un currante sin curro pero con el embrujo necesario para poder salir a flote cada vez que se la ha jugado la vida o él ha puesto de su parte para que se la juegue. Pero que le quiten lo bailao.

Este gaditano busca ahora la calma en Chiclana pero no hay semana que baje a Cádiz para tomar la tensión a una ciudad que en nada se parece a la que él vivió y tanto le perjudicó. O no, porque la vida está para vivirla y nadie es nadie para juzgar lo que se haga con la que no es suya. Por eso Juan es feliz, porque él sí es capaz de coger el martillo y dictar sentencia sobre la suya. Y su inocencia sale a relucir en cada palabra que lanza, que suena a quejío hondo, sincero, limpio y puro del que todo lo ha conocido, lo ha sufrido y lo ha disfrutado.

Desde trabajador en el muelle a extra en algún que otra obra cinematográfica, el Jero se ha ganado la vida en lo que ha tocado, pero ante todo él se siente flamenco. Y ojo, porque no lo dice. Es tanto el respeto que le tiene a ese noble arte. Pero lo es. Devoto del Nazareno, se agarra a su cruz para seguir un camino que decidió tomar en cuantos sus padres, sus faros, perdieron la vida. Y si lo alumbraron en la tierra, desde el cielo no paran de apuntarlo porque aquí que llega el tío, como un sol, radiante con su patinete eléctrico y más aseadito que un baño del Ritz.

-¿Dónde pasó su niñez?

-Por el barrio Santa María. Esas calles Mirador, Santo Domingo, barrio La Viña, las peñas flamencas, como la de Juan Villar. Porque a mí siempre me ha tirado el flamenco.

-¿De dónde le vino la afición?

-Mi padre era bailaor, el gran Jineto de Cádiz. Bailaba con Chano Lobato, que le cantaba. También estuvo con el Beni de Cádiz, con Conchita Piquer en Madrid, en el Torre Bermejas. También bailaba con mi tío Pablo. O de mi primo Juan Villar, que canta flamenco. Mi padre era hermano de la madre de Juan Villar. Como ve, vengo de unas raíces muy flamencas.

-No, si no hace falte que lo jure. Tiene usted toda la cara, Juan. Y qué le gustaba de pequeño aparte del flamenco.

-Me ha gustado mucho el toreo. La plaza de Cádiz no la conocí, pero a la de El Puerto he ido mucho con amistades mías.

-¿Llegó a torear aunque fuera en tentaderos?

-No, no. Lo mío era y es afición de siempre. Toreo y flamenco van de la mano. Rafael de Paula, Curro Romero son palabras mayores y ambos estaban muy apegados al flamenco.

-Ya que hablamos del Rafael de Paula, qué me dice de Jerez.

-A mí me encanta y cada vez que puedo me desplazo para vivir su afición, tanto a los toros como al flamenco, que hay muchísima. Me muevo mucho por la calle Larga y también voy al barrio Santiago, el de Lola, el Chocolate, Fernando Terremoto...

-A medida que va creciendo, ¿a qué se va dedicando?

-Al pescado, aunque de joven también iba de palmero tocando las palmas. Viajé a varias ciudades ganándome un dinerito.

-¿De voz, cómo íbamos?

-Bien, bien, lo que pasa que la tengo más hecha. Me lo propusieron algunas veces pero tampoco me metí en el círculo porque hoy en día nadie como del flamenco en plan local; es un poco más difícil que antes porque se ha ido perdiendo en Cádiz. Aunque sí, sé cantar para bailar. En varias ocasiones le he cantado a Lidia Cabello y también de palmero. El compás lo llevo porque creo que se nace con él; eso no se aprende. Quizás se pueda aprender, no digo que no, pero el arte viene de cuna.

-¿Cuántos hermanos tiene?

-Somos tres hermanas y un varón. Y yo soy el más chico.

-¿Siempre ha vivido en Cádiz?

-Toda mi vida. En calle Rutilio, número 10. Hasta que hace poco me he ido a Chiclana.

-¿Cómo se llevaba con los libros?

-Uff, desde los estudios primarios ya veía yo que no me gustaban mucho. Más bien cortito.

-Vaya. ¿Dónde estudió, o mejor dicho, por dónde se pasó?

-Estuve en el que entonces se llamaba Generalísimo Franco, en el Campo del sur, al lado de la Parra la bomba, cerca del Mentidero. También estuve en Capuchinos. Pero ya desde entonces me iba a tocar las palmitas por ahí antes que ir al colegio.

-¿Y cómo se ha ido ganando la vida?

-He tenido suerte porque me han ido saliendo cositas poco a poco. Hace mucho, sin ir más lejos, grabé un cortometraje en el Pópulo o hace poco un documental.

-Pero eso ha sido reciente y luego lo tocaremos, pero le pregunto desde los 20 años hacia delante. ¿Cómo va tirando hacia delante?

-Yo siempre viví con mis padres en el barrio, pero me movía mucho con mi padre, que me llevaba a muchas actuaciones siendo niño y ya más tarde siendo joven. Me he hartado de ver a buenos artistas. Camarón, Antonio Carrasco, el Güito de Madrid, un bailaor muy bueno... He visto a los mejores.

-Supongo que de actuación en actuación caería alguna que otra fiesta.

-Muchísimas y muy buenos ratos. He vivido mucho la noche. Esta calle Plocia, cuando Cádiz era más Cádiz, era... Ufff.

-Recuerde algunos sitios donde iba.

-Estaba La Puerta del Mar, La Bella Sirena, Los Pabellones, el Novelty, el Hamburgo, El Español, donde paraban muchos artistas como el Beni, Rancapino, Chano Lobato... Desde ahí le cantaban al Nazareno, e incluso Felipe Campuzano le tocó el piano en la recogida y el Beni de Cádiz le cantaba camino de la Cárcel Real cuando todos los años sacaban a un preso en libertad. Hace más de 30 años de eso ya y eso lo he vivido yo. Pues todos esos bares, mínimo, cerraban a las seis de la mañana. Había actuaciones y lo que surgiera de la clientela o de la gente que pasaba por allí. Vaya noches. También estaban La Trajinera o El Molino Blanco, puticlubs de mujeres, donde paraba mucha gente para tomarse sus cervecitas. Y hasta allí que nos echábamos un cantesito si la gente lo pedía.

-Otro Cádiz, ¿verdad?

-Totalmente. Había mucho más vida y mucho más dinero. Por Cádiz corría mucho dinero en esa época y pasaba de mano en mano. Se vivía muy bien y a la ciudad no le faltaba de nada. Ahora parece que es al revés, pero yo veo más pobreza ahora que antes. Muchísima más. Antes venían los embarcados; ese muelle de Cádiz con todos los barcos de pesca que venían y soltaban en una noche una de billetes que nos llegaba a todos. Y no sólo en los bares. Había todos los días cuatro o cinco subastas de pescado. Yo cogía mis pescaditos y luego los vendía por mis tres o cuatro bares. Y eso cambió en nada.

-Suena tan bonito como peligroso. ¿Puede ser?

-No, no, no. No había ningún tipo de peligro. En la vida siempre ha existido de todo, pero había respeto, que es lo que no hay ahora. Los embarcados venían cargados de dinero y venían a consumir con mucho respeto. Invitaban a copas a los que le cantábamos o le tocábamos las palmas. O ya, más en serio y bajo la misma educación, nos ofrecían un dinero por una actuación más larga. Había alegría y eso se notaba. Y eso no lo hay hoy en día porque ha ido cambiado todo. Esa alegría de antes se ha perdido.

-Vamos, que se sacaba su dinerito además de pasar una noche de categoría, ¿no?

-Sí, sí. Me tomaba mis copitas y con gente muy buena. Había de todo; trabajadores, gente más mayor y empresarios de alto 'standing'. Mucha buena gente y muy buenos recuerdos.

-También hizo sus pinitos como camarero.

-Digo. Estuve en la Taberna del Almirante cerca de nueve años. En el 2004 yo me veía mal y José, el dueño, me echó un cable importante porque me vio bien y para que no me desviara me dijo 'Jero, vente con nosotros aquí'. Y eso hice. Le eché un cable y me llevé mi sueldecito. Eso me ayudó mucho para levantarme. Me echó un cablazo gordo porque a partir de ahí me empecé a ordenar yo también. Hasta hoy, gracias a Dios.

-Buenos tiempos que vivió el Pópulo. ¿Cómo los vivió?

-Se creó un gran ambiente con gente muy sana y que se comportaba con mucho respeto. Además, ese cambio que dio el barrio me cogió a mí muy bien, ya retirado de todo lo malo que dejé atrás. Pasé muy buenos ratos tratando a la gente como camarero y haciendo también muy buenas amistades que venían a verme. Además, teníamos mesitas donde se podía hacer un buen compás con los nudillos y echábamos nuestros cantecitos.

-Lo dice como en pasado. Entiendo que no lo ve ya igual.

-Se ha ido perdiendo ya ese ambiente, sí. Sigue existiendo algo, porque queda, pero no es lo mismo que antes. Esos bares, todos los del Pópulo, estaban llenos viernes y sábado. Se ganó mucho dinero a la vez que el barrio fue hacia arriba. Es cierto que Teófila invirtió un poco en el Pópulo y en el barrio se generó un buen ambiente.

-¿Por qué cree que se está perdiendo o se ha perdido?

-No lo sé muy bien, pero se ha perdido. Supongo que porque todo cambia. Y como todo en la vida, para peor para los que vivimos otros tiempos. Veo más maldad, más malicia. No hay la alegría de antes, que fueras donde fueras te reías, te lo pasabas bien; te tomabas dos copas y a la siguiente ya conocías a otro que compartía la misma manera de vivir la noche. Cádiz ha bajado mucho en ese aspecto. Y el Pópulo, también.

-Ha dicho antes que, una vez «ya retirado de todo lo malo que dejé atrás»... ¿Cómo es salir de las penumbras de la droga?

-Me retiro de la mala vida en el 94. Digamos que mis malos tiempos fueron de los 80 hacia principios de los 90.

-Uff. Mucha droga y de la dura.

-Así es. Era joven y empiezo a darle con 14-15 años. Y sí, era una mala época, muy mala. Y también hice malas amistades. Había mucha droga. De todo. Pero aun así, Cádiz tenía mucha vida. En turismo, en bares. A mí, con 14 años no me faltaban 2.000-3.000 pesetas en el bolsillo todos los días, Iba al muelle, no hacía daño a nadie, y me ganaba mi dinero cargando pescado. Eso por ahí, y luego con los turistas, que te preguntaban por un hostal, tú lo llevabas y te ganabas mil pesetas por la comisión. Lo mismo por si te preguntaban por un bar de mujeres. Tú llevabas al turista y te sacabas otra comisión.

-¿Y cómo sentó cabeza?

-En el 94 senté ya la cabeza porque comenzó a cansarme ya el tema. Estaba muy cansado. Además, mis padres los pobres sufrieron mucho mi vida y comencé a intentar mejorarla. En el 2000 falleció mi madre y en el 2008 mi padre.

-Bueno, lo hizo a tiempo.

-Pues sí, Parece que el Señor me alumbró y vi la luz.

-¿Y eso cómo se da cuenta uno? ¿Cómo se ve la luz en mitad de la oscuridad?

-Porque me estaba agobiando por cada día que pasaba. Estaba y me notaba mal; cansado ya de llevar la misma vida. Mis padres sufriendo; para colmo mi madre sufrió una recaída y cayó malita otra vez. A mí todo eso me afectó mucho y ya es cuando decido sentar la cabeza. Vi la cosa seria y puse un remedio. Le pedí al de arriba que me ayudara y me ayudó, me ayudó mucho.

-Ya más formal, ¿cómo sigue su vida?

-Fue cambiando. Tenía lo del bar en el Pópulo. Y hasta hoy, que ya puedo decir que me va mejor. Tengo mi casita en Chiclana y allí estoy tranquilo. Allí llevo un año

-Alejándose del ruido.

-No puedo decir que tampoco pasé momentos malos porque he tenido intervalos donde también lo he pasado mal, pero he seguido tirando 'palante'. Mis padres fallecieron y recaí en el alcohol. Me llevé unos cuantos años parando aquí (la entrevista transcurre en El Chicuco) en Los Pabellones y me cogía unas borracheras de garabatillo. Dejé la droga dura, pero recaí en el alcohol a raíz de la muerte de mi madre, que me dio un bajón gordo. Me afectó tela. Me metía unas marchas de recogerme todos los días a las 8 de la mañana. Grandes borracheras, pero solo de alcohol. Cuando falleció mi madre y me veo solito comienzo a cavilar con la ayuda de mis hermanas, que son un apoyo grande porque están pendiente siempre de mí. Me dieron muy buenos consejos y estuve en sus casas también; no me faltaba de nada con ellas. Con ellas, y con la ayuda de Dios, que me puse en sus manos, he salido hacia delante.

-Yo lo consideraba más crápula aún, pero desde hace tiempo le veo muy centrado. Ahora con un Acuarius y este verano me dijo que no bebía. ¿No ha vuelto a recaer desde entonces?

-No, no he recaído. Puedo decir que ya sé controlar. De hecho, luego por la tarde noche me tomaré alguna cervecita para tomarme el pulso, como le decía mi padre al Beni. Igual llega un viernes o un sábado y me tomo mis copitas. Voy a la peña Juan Villar o a La Perla y escucho mis actuaciones de flamenco.

-¿No ha tenido pareja o hijos?

-Sí la he tenido y tengo un hijo ya mayor. Con la madre de mi hijo no estoy desde el 91, que sufrí una recaída con la droga y cogimos caminos separados. Ella es de Cádiz, de la Barriada.

-Cosas que pasan. ¿Cómo se ve ahora después de pasarlo tan mal? Supongo que algo de orgullo le dará verse.

-Muy orgulloso. Este es el mejor regalo que me ha podido hacer la vida, el verme como estoy hoy en día.

-Pero el regalo se lo ha hecho usted, Juan.

-Bueno, claro, pero yo siento que Dios también me ha ayudado. Se crea o no, existe un Dios y yo soy muy creyente. Está claro que yo he puesto de mi parte, pero se lo pedí con mucha fe y las cosas pasan por algo. Me he visto muy mal y aquí estoy al pie del cañón. No me he descontrolado. He sabido mantenerme y también he tenido la suerte de tener muy buenas amistades en Cádiz. Mucha gente me dice 'Juan, qué bien te veo' o 'Jero, cómo que siempre vas tan 'maqueao' y estando en tu sitio'. Y que te digan esas cosas, después de lo vivido, enorgullece.

-¿Por qué dejó de trabajar en el Almirante?

-Pues por lo que hablamos antes, porque el Pópulo baja ya. Creo que el botellón hizo mucho daño a esa zona porque la gente ya no iba a consumir a los bares, sino a la zona en sí. Aquello se llenaba de gente, de ruido y los vecinos comenzaron a protestar por la escandalera. Eso, y que la gente también va cambiando de sitio. Por lo que se ve, pasó el tiempo del Pópulo porque a la gente le ha dado por otro sitio. Yo sigo yendo de vez en cuando, sobre todo para ver y saludar a José, que allí sigue.

-Un buen conocedor de la noche de Cádiz como usted, qué piensa de la de ahora.

-Yo lo he andado todo. De Cádiz a Puertatierra y al revés. Yo he sido muy completo y no me perdía ni una (risas). Indudablemente, la noche de Cádiz no es la que era. Antes se formaban unas juergas en los bares y en cualquier sitio. Ese 'age' que había, esa gracia, esas anécdotas de Cádiz, ese gaditano típico que te decía cuatro cositas con arte... Te tomabas dos copas y podías estar hasta las seis de la mañana riéndote sin maldad ninguna ni formando escándalo ni nada. Eso yo ya no lo veo. Hoy en día, a partir de una cierta hora, lo que hay es 'malage', gente muy borracha y ruido. Es una pena pero eso se ha perdido.

-¿Se sabía beber mejor antes?

-Claro que sí. La gente controlaba más y tenía más respeto. Y lo más importante, había gracia; se ha perdido la gracia. Ahora hay maldad y ganas de molestar. Ahora puede que la siga habiendo pero tienes que ir buscándola; antes te la encontrabas solita y te tirabas al suelo con las historias de este o aquel.

-¿Dónde va a buscar ese 'age' cada vez que viene a Cádiz?

-Me suelo ir a la Plaza, donde tengo muy buenas amistades del pescado de mis tiempos del pescado. Había días que en el muelle sacaba hasta dos cajas de pescado. También suelo ir al Manteca, donde me salieron algunos bolos para tocar las palmas. Allí hasta me salió un bolo en una despedida de soltero.

-¿Cómo llevó la muerte de su padre?

-Lo pasé mal también, como con mi madre. Fue otra vez que me dejé ir un poquito a la deriva y me vi otra vez 'tiradillo'. Me supe mantener, pero fue un bache importante.

-De la droga cómo se sale.

-Es un poco duro, pero se puede salir teniendo fuerza de voluntad y, en mi caso, fe en Dios. Pero sobre todo, hay que tener ganas de salir de las cosas. Yo lo pasé tan mal en la vida que tuve que agarrarme a la voluntad, a la fe y a mis cojones sino no estaría vivo ahora. Veo a muchos amigos míos que siguen metidos y otros que han salido. Pero todo el que quiere, sale.

-Y un vecino tan de 'Cádi, Cádi' cómo decide irse a vivir a Chiclana hace algo más de un año.

-Fue gracias a unos amigos que me conocen de Cádiz y que se mueven por Chiclana y me dijeron que habían visto una casita para mí muy buena. Después ya encontré un alquilercito muy barato. Además, allí hago apaños con la pintura y me salen cositas de jardinería. Vivo en el centro, en una barriada muy tranquilita. Lo llevo muy bien. Ahora estoy a la espera de cobrar una prestación, la de la renta mínima vital.

-¿Cómo es un día suyo?

-Pues mira, yo me tomo por la mañanita mi cafelito que me gusta a mí, me arreglo un poquito y me voy a hacer mi comprita y busco un pescadito que me gusta mucho a mí ir a la plaza de allí, muy buena plaza por cierto. Esa es la rutina. También me gusta venirme a Cádiz un día a la semana, sobre todo en viernes o sabadito y me tomo la tensión un poquito. Lo peor de Chiclana es que está muy mal conectada, en ese aspecto está muy atrasada. Y en Chiclana apenas hay vida. La gente de Chiclana hace vida fuera de Chiclana en su mayoría. Pero bueno, para mi calma es genial.

-Se toma la tensión...

-(Risas) Eso es tomarme dos o tres cervecitas. Eso viene de una anécdota de mi padre, que en mitad de una actuación en la cantina le decía al Beni o a Chano Lobato: '¡Sobrino, vamos a tomarnos la tensión a ver cómo estamos!'. Y lo que iban era a tomarse su wiskazo. Mi padre tiene otra con Chano Lobato, del que decía que era de puño cerrado y que no lo había invitado ni a un café en su vida. Mi padre, entre bromas, decía que había muerto con cien millones de pesetas. No invitaba a nadie, enseñó a su hijo a tocar la guitarra y le dijo mi padre: 'Chano, retírate ya que vas a morir cantando, joe'. ¿Y cómo murió? Cantando. Era un grande del que mi padre me decía 'lo conozco de toda la vida y no me ha invitado a un café el tío' (risas).

-Cuando va por esa tercera cerveza, ¿cómo la para?

-Sé pararla. Me meto mi bailecito, mis cantesito, mis palmitas, cuento mis cuatro anécdotas sin meterme con nadie y me cojo el autobús de regreso a Chiclana. Todo tiene su momento si sabe uno controlar, sabe estar y sabe tratar bien a la gente.

-Eso le iba a decir. Con tanta noche que lleva a sus espaldas, ¿nunca ha tenido problemas?

-Es cierto que yo antes era más impulsivo con la gente que venía a buscarme, que también la había, pero con los años y con los consejos de mis amistades he sabido calmarme mucho. Lo típico de estar cantando en una mesita y venirte un gracioso con 'malage' buscando lío. La vida me ha enseñado que hay que tener un poco de psicología y la educación ante todo que me han dado mis padres. Hay que hacer como los buenos toreros; un buen capotazo en cuanto se ve la aguja 'mareá'. Echarle arte, decir que está la cosa cortita y pedir el favor de que se eche una mijita 'pa allá' para separarnos y que no empuje mucho.

-¿Qué le pide a la vida?

-Salud para mí y mi familia, tener algo que comer todos los días y que Dios me tenga como estoy hoy en día, que me cuido bien. Y tener ganas de vivir porque la vida es muy bonita.

-¿No le gustaría volver a estar con su hijo?

-Sí, bueno, pero eso ya no depende tanto de mí. Estoy en ello, eh. Además, creo que ya soy hasta abuelo. Yo fui padre con 16 años. Él vive en El Puerto y he hablado alguna vez con él por teléfono y según dice mi hermana quiere conocerme.

-Dijo antes que ha formado parte de una película. Cuente eso.

-He participado en un corto, en una película y en un documental. El corto fue 'La penúltima' (2009), que se grabó en el bar de José, la taberna del Almirante. Es de Antonio Labajo y cuenta un hecho real de un extranjero que se quedó borracho y dormido encerrado en el wáter con el bar ya cerrado. Y también salgo en la película 'Entre dos aguas' (2019), de Isaki López Lacuesta, que ganó la Concha de Oro. Ahí participo en un bautizo hecho en La Casería y en una secuencia grabada en una prisión de Málaga. Y en un documental, también de Isaki, donde salgo tocando las palmas en La Caleta porque me dijo el director que estaban buscando mi físico y mi cara de kinki.

-Jajaja Un placer, Juan. Y que vaya bonito.

-Irá, irá, amigo.

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