exdiputado del PSOE y catedrático de filosofía y letras de la UCA

Ramón Vargas-Machuca: «Estamos ante un Gobierno que pone en peligro el Estado de Derecho»

«La situación a la que hemos llegado obedece a una crisis de inteligencia y de generación política»

«Tenemos políticos sin formación que han pisado moqueta y ya no se despegan de ella»

Ramón Vargas-Machuca, en el salón de su vivienda en Cádiz FRANCIS JIMÉNEZ

JAVIER RODRÍGUEZ

CÁDIZ

Ramón Vargas-Machuca es un histórico del PSOE, aunque las figuras históricas del socialismo español están ahora devaluadas en un partido donde «el que se mueve no sale en la foto». Es el ejemplo más claro de personalidades como Manuel Leguina y Nicolás Redondo Terreros que, por mostrar en público sus diferencias con el rumbo que ha tomado el partido en manos de Pedro Sánchez, han terminado expulsados. No hay debate ni diálogo en el Congreso y esta misma situación, a juicio de Vargas-Machuca, se ha anclado en el Congreso, «lo que ha provocado un hartazgo de la política». Vargas-Machuca es un filósofo de la política que pone por encima de todo el diálogo y el respeto, dos de los pilares que soportan la democracia. Iba para cura en el seminario de Salamanca, pero se cruzó la que hoy es su mujer y dio un giro al timón hacia la política. Su relación con los curas obreros del seminario fue lo que gestó en su personalidad una conciencia social diferente que le llevó hacia el socialismo en lugar de ubicarse en el centro, algo habitual en los años de la transición. Vargas-Machuca tiene 75 años. La cuestión es que siempre ha hablado con mucha claridad de lo que pensaba de su partido y lo que ve ahora es un PSOE irreconocible. Ramón Vargas-Machuca Ortega (Medina Sidonia, 1948) ocupó un escaño en el Congreso desde 1977 hasta 1993 y fue miembro del Comité Federal del PSOE entre 1976 y 1997, fecha en la que decidió volverse a lo suyo, la docencia y la investigación por universidades de Estados Unidos, Chile e Italia, hasta su plaza final de catedrático de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz. Gracias al filósofo Manuel Sacristán, descubrió a Gramsci, un político y pensador italiano «que tanto me ha inspirado y enseñado a rectificar». También aprendió que «el filosofar es una manera de entender el mundo y estar en él, cultivando el pensamiento y la acción racional y procurando la imparcialidad de juicio».

-¿Cómo hemos llegado a esta situación política? ¿En qué hemos fallado?

-Esa es la clave. Es una pregunta que me llevo haciendo hace bastante tiempo. No es de ahora. En la transición de Felipe González a Aznar vivimos una etapa previa de corrupción, (Caso Roldán), financiación irregular de los partidos (Caso Filesa), y terrorismo de Estado (Caso GAL). He estado en política desde 1974, en la clandestinidad, hasta 1993, en que dejé el Congreso. Fui diputado por Cádiz desde 1977 y miembro del Comité Federal del PSOE hasta 1997 y abandoné la política cuando peligró la posibilidad de seguir el camino y la formación de la filosofía. Quería ejercer en política sin abandonar la perspectiva filosófica. Los que estábamos dentro ya veíamos en esos años que estaban ocurriendo cosas que más tarde pasarían factura. Se trata de una forma de entender y pensar en la política desde un punto de vista peculiar. Es la perspectiva de un filósofo político y profesor, una forma de ejercer como politólogo. En mi etapa he sido secretario primero de la mesa del Congreso durante las dos últimas legislaturas. En total cinco legislaturas, contando con la legislatura constituyente. Desde que me reincorporé a la docencia he impartido clases de Teoría y Práctica de la Democracia y he escrito y publicado no pocos ensayos y artículos sobre esos asuntos fruto de los trabajos de investigación.

- ¿Se fue decepcionado?

- Me fui de la política decepcionado y un poco escandalizado. También me fui preocupado por el futuro. Entré en el PSOE en 1974, cuando Felipe González ganó el congreso de Suresnes. La hipótesis que vengo trabajando sobre la raíz de la crisis política actual en España obedece a una crisis de inteligencia. Francisco Laporta, eminente filósofo, refiriéndose al malestar de la clase política en España, lo diagnostica achacándolo a la penuria epistémica, o sea, a una ignorancia progresiva; fruto, digo yo, de un reclutamiento inverso que viene de atrás y que, conducen a una catástrofe moral que suponen la abundancia en la actualidad de razonamientos menesterosos, sin concordancia, sin coherencia, ni lógica ni práctica; y sobre todo, sin que nadie atienda y asuma las consecuencias que acarrean sus decisiones.

- ¿Tiene que ver con una crisis generacional?

- La deriva política en España arranca a finales de los ochenta y sigue en los noventa hasta llegar a nuestros días. Lo que está ocurriendo ahora es muy grave. La discusión política se carga de tópicos y de insultos. Los parlamentarios y los portavoces son mudos. Resulta un escándalo que en el ágora o santuario de la palabra, que es el Congreso de los Diputados, el lugar por antonomasia del diálogo público y racional, los protagonistas no contesten a las preguntas ni de los interpelantes ni de los periodistas. No entiendo cómo vosotros, los periodistas, toleráis esa humillación y no plantáis cara. Y es que todo ello supone una burla al parlamentarismo. A mi juicio, este es el mayor escándalo, el gran fraude a la relación fundamental entre la palabra y la democracia.

- ¿No hay debate?

- No y eso ha llevado a un cesarismo político como es el caso de Pedro Sánchez en el PSOE. El que se mueve no sale en la foto

- Suena a rebeldía su argumento. ¿No le parece?

- Mire yo vengo de una familia muy humilde de Medina y el campo era su sustento. Me fui a estudiar y entré en el seminario, en Salamanca, y es en la teología donde se aprende a teorizar sobre la vida y la política. La filosofía me hizo ver la política de una manera distinta al resto. El punto de vista de un filósofo es la razón y el diálogo. Es decir, la racionalidad y la profundidad. Es lo que aporta el filosofar al examen de los asuntos y la práctica de la política. De alguna manera es el punto de vista de una razón militante o razón en marcha por evocar el título del último libro de Félix Ovejero, profesor de la Universidad de Barcelona, contestando a las inteligentes preguntas del periodista Julio Valdeón.

- ¿Estamos ante un desencanto de la política?

- Totalmente. A esto me refería anteriormente sobre la crisis generacional y sus efectos. Antes, en el seminario, por ejemplo, teníamos inquietudes y esas inquietudes también se veían en la calle. Ahora, no. Hemos llegado desgraciadamente al ordeno y mando y, en cierto modo, al conformismo.

- ¿Por qué se inclinó en esa época de los setenta hacia el PSOE en lugar de virar hacia el centro como era lo habitual?

- Pues me cogieron los curas obreros del seminario y es una filosofía distinta de entender la sociedad y la política.

 

«En la política ahora ya no hay debate ni diálogo, los pilares de una democracia; solo insultos y tópicos»

 

 

- ¿Mantiene el carné del PSOE o lo ha roto como tantos otros?

- Sí. Es una pregunta interesante. Conservo el carné.

- ¿Lo han apercibido por sus críticas?

No. He dicho siempre lo que me ha dado la gana. Pedí en su momento la dimisión de Felipe González y no podemos olvidar que Nicolás Redondo, diputado socialista y líder de UGT, le convocó la primera huelga general. No hubo represalias. Ahora la situación es completamente diferente. Le recuerdo el caso Leguina o el de Redondo Terreros, que han sido expulsados por no seguir la corriente.

- ¿Cómo vive esta nueva situación política?

-No me ha cogido por sorpresa.

- Pedro Sánchez entró por la puerta grande en 2018 y salió por la de atrás ese mismo año para volver otra vez por la puerta grande tras las primarias y ganar una moción de censura a Rajoy ¿Qué opinión tiene de esta carrera política?

- Desde luego no le falta tesón, empeño y capacidad de superación. Ha contribuido a fortalecer su poder en el partido y a convertirse en un César rodeado de una generación política que ha pisado la moqueta y ya no se despega de ella. El problema de la actual situación está en la formación de nuestros políticos.

- ¿Cree que tenemos un Gobierno de progreso?

- No exactamente. Tenemos un Gobierno que anuncia una subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y de las pensiones, pero no dice cómo. Esto ya lo hizo Zapatero, el mentor de Pedro Sánchez. Felipe González, sin embargo, tuvo que explicar hasta la saciedad la entrada de España en la OTAN, por ejemplo. No hay Gobierno de progreso porque estamos ante un Gobierno que pone en peligro el Estado de Derecho.

- ¿Mantener el poder en Moncloa vale una amnistía?

- En absoluto. Mantener el poder en Moncloa está poniendo en un peligro gravísimo la democracia. La amnistía no cabe en la Constitución. Este movimiento arrambla con todo lo anterior. Cuando se hizo la amnistía con el cambio de régimen era para liberar a todos los presos políticos represaliados por la dictadura. No tiene nada que ver aquella amnistía con la que se plantea ahora.

 

«La amnistía que plantean no cabe en la Constitución por mucho que se empeñen»

 

 

- Llegados a este punto ¿Qué hubiera hecho usted?

- Mire es una cuestión de diálogo entre PP y PSOE. Se puede llegar a acuerdos puntuales entre ambos y favorecer así un Gobierno sin necesidad de contar con los separatistas. No tiene sentido ponerse a negociar con quienes quieren destruir el Estado.

- ¿Gobernar dos años cada uno?

- No contemplo esa opción.

- Susana Díaz en las primarias del PSOE le dijo a Sánchez. «Pedro el problema no es el partido, el problema Pedro eres tú». ¿Comparte esta opinión?

La respuesta es cómo hemos llegado a esta situación y al final nos lleva a que el partido se ha convertido en un estamento con un César que impide el debate, pero no es solo Pedro Sánchez el responsable, también lo son quienes están a su alrededor.

- ¿Hay solución?

- De momento no se la veo.

- ¿Se echa de menos a líderes como Rubalcaba?

No estaríamos hablando de esta situación

- Si hubiera elecciones en enero ¿votaría al PSOE?

- El voto es personal y secreto

- ¿A quién votó en julio?

Es secreto

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